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Bajo la lupa: El fútbol 2018 según Fernández Moores

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Foto: archivo El País.

ENTREVISTA

“Por momentos los europeos están jugando a otra cosa”, advierte el columnista argentino

Sus columnas en La Nación, donde analiza el fútbol y el deporte mundial bajo una poderosa lupa que pone a la vista sus secretos, sus grandezas y sus miserias, lo hicieron muy conocido por los lectores latinoamericanos. Ezequiel Fernández Moores también colaboró con The New York Times y La Vanguardia de España, entre otras publicaciones de todo el mundo. Entre sus últimos trabajos figura el prólogo y el armado de Cerrado por fútbol, un libro que recopila artículos de Eduardo Galeano que no figuran en El fútbol a sol y sombra.

En una entrevista con Ovación Domingo, Fernández Moores analizó las posibilidades de los seleccionados sudamericanos en Rusia 2018, advirtió sobre el actual poderío del fútbol europeo y explicó los sentimientos contradictorios que le produce la candidatura de Uruguay, Argentina y Paraguay para 2030.

Ezequiel Fernández Moores

-¿Cómo ve a las selecciones sudamericanas para Rusia 2018? Por ejemplo, a Brasil.

-Brasil está en un gran momento aunque lo veo con el temor de que su pico lo haya alcanzado antes del Mundial, como le sucedió a Argentina en 2002 con su gran eliminatorias y posterior eliminación en la serie de Corea-Japón.

-¿Qué piensa de Uruguay?

-Lo veo batallando como siempre. Va a hacer quilombo en el Mundial, por decirlo de alguna manera. No querría estar en un mismo grupo con Uruguay.

-¿Cómo observa esta renovación que ha iniciado Tabárez en la Selección uruguaya?

-Me parece por un lado inevitable, tenía que hacerlo sí o sí. Uruguay es ejemplo de buen trabajo en los juveniles. Se ha logrado crear una mística que afortunadamente fue mucho más allá de la garra charrúa: una mística de pertenencia y de liderazgos en el mejor sentido de la expresión. La autoridad, cuando es creativa, es una expresión fabulosa. Cuando esa autoridad logra que se la respete y ese líder lograr contagiar, las cosas van llegando. Algo de eso funciona en las selecciones uruguayas, y entonces ha logrado materia prima que permite el recambio. Porque a veces el recambio es necesario pero no tenés con qué.

-¿Qué pueden dar Argentina y Messi?

-Hay que ver qué logra formar Sampaoli más allá de Messi. Lo de Messi es indiscutible en cuanto a lo que puede darle al equipo. También está eso de que podría ser su último mundial, con todo lo que significaría como desafío, aunque en realidad no lo sé, porque tranquilamente podría estar en 2022 en Qatar o donde sea. En cuanto a Sampaoli, se vio claramente que cambió el estilo del equipo pero no queda claro si ese estilo va a ser bien ejecutado.

-¿Y sobre Perú y Colombia?

-A veces los equipos necesitan un enemigo externo, que en el caso de Perú podía ser la suspensión a Paolo Guerrero, que obrara como fuerza motor, aunque ahora se acortó su suspensión. Parece un equipo más limitado. Colombia tiene más equipo pero me da la sensación que en los momentos decisivos no llega. No es falta de audacia de Pekerman, sino un libreto rígido aun en los momentos en que habría que cambiar algo porque las papas queman. La sensación la tuve con Argentina y con Colombia: hay momentos en una campaña o en un partido, cuando hay que tomar la decisión de ir a buscar algo más decididamente, que no la he visto.

-¿Cuál es el balance de los sudamericanos entonces?

-La sensación es que América del Sur está cada vez más lejos del trono futbolístico y la final del Mundial de clubes lo mostró. Allí, cruzar la mitad de la cancha ya es una celebración...

-Eso es lógico por la diferencia económica entre los clubes europeos y americanos, ¿pero también ocurre con las selecciones?

-Los últimos mundiales fueron fuertes. El 7 a 1 de Alemania a Brasil, además de inédito e histórico, fue demasiado gráfico sobre las diferencias que está obteniendo Europa respecto de Sud América. Por momentos están jugando a otra cosa. Hay una sensación de que el dinero, aunque no es el dinero solo, ayuda a planificar una mejor organización y a formar jugadores propios que antes solo aparecían en Sud América. Están formando generaciones enteras de jugadores interesantes. Lo vemos en Alemania pero también en Francia, que tiene una de las generaciones más talentosas de atacantes. Si Holanda se cayó, la contrapartida es su vecino Bélgica que sube.

-¿Es un tema de dinero?

-A veces la chequera ayuda, también los cerebros pero en definitiva hay generaciones de jugadores, que vienen más que nada de la naturaleza. En La Masía siguen formando jugadores pero ¿por qué no han aparecido cracks nuevos, como Messi, Piqué y compañía? A veces los cracks aparecen porque tienen la suerte de estar juntos, por contagio, por formar parte de una camada u otras razones. Y parece que en el fútbol europeo eso está pasando ahora.

-¿Y en otros países, como Inglaterra?

-En Inglaterra los clubes mandan mucho más que la federación y esto provocó selecciones muy débiles. Ellos viven nuestro problema al revés: compran tantos jugadores de afuera que no hay lugar para los propios. Y sus selecciones lo sufren. Pero ahora Inglaterra ha comenzado a trabajar el talento propio de una manera que están dominando los torneos juveniles. Hay que ver si logran dar el segundo paso, que esos juveniles tengan lugar en sus clubes. Eso es más difícil porque los patrones de sus clubes son propietarios de Estados Unidos, Emiratos, Rusia, y necesitan cracks globales y no talentos nativos porque le venden su fútbol al mundo. Hay que ver cómo funciona esa ecuación. Alemania lo ha logrado de una manera más rica a mi entender, porque tiene clubes poderosos y una selección poderosa.

-En Argentina, el cambio intentado con la Superliga, ¿es solamente de nombre o existe una intención de dejar atrás la mala organización?

-Esencialmente es un cambio de nombre para vender mejor el producto. Hay una intención clara de mejorar el producto, pero es imposible lograrlo de la noche a la mañana. Y sobre todo en un fútbol que aceptó casi un cogobierno con las barrabravas. El principal problema del fútbol argentino en estos años es el de las barras, porque imponen las reglas de la extorsión, de la violencia. Lo último que le importa es el club al que dicen querer más que nadie y lo primero que les importa es el negocio personal. Si el fútbol argentino en su conjunto, no un dirigente aislado, no toman medidas mucho más de distancia, que le permitan alcanzar un desarrollo más normal, eso va a seguir siendo un problema. No es natural que se juegue con una hinchada sola, y eso se ha naturalizado. Deben tomarse medidas, no digo drásticas porque las leyes están, sino medidas que formen parte de una política más colectiva, con premios y castigos como debería ser toda decisión. El barra brava es un actor central en la exasperación del resultado, el ganar o ganar, y el ganar o ganar ya sabemos a lo que lleva, a que te olvides de jugar. En el fútbol argentino se volvió más importante ganar que jugar y esto ha afectado la calidad del juego por supuesto.

-¿Uruguay, Argentina y Paraguay están en condiciones de organizar el Mundial de 2030 o puede resultar un salto al vacío?

-Hay una contradicción con la que uno va conviviendo. Uno piensa que los mundiales se tienen que jugar en todos lados, no solo en los países desarrollados. Si creo que las canchas de fútbol deberían tener lugar para todas las clases sociales, también los mundiales deberían poder hacerse en todo el mundo. Dicho esto, acepto que el fútbol se ha convertido en un espectáculo comercializado a niveles gigantescos. Y eso se sostiene con mucho dinero. Si un país que no tiene capacidad económica y enfrenta enormes deudas sociales, termina prestándose al juego de ese negocio que son los mundiales, eso entra en discusión con lo otro. La experiencia de Brasil con el Mundial y lo Juegos Olímpicos de Río no es la mejor. Si miro a Brasil, digo no. No hagamos eso, no sigamos ese camino. Si un mundial es un negocio que hacen otros, no. Si hay que arrodillarse a esas condiciones, eso no sirve. No sé si alcanza el argumento de la fiesta del pueblo. Además, la candidatura de Uruguay-Argentina tenía una mística del Río de la Plata, pero me parece inexplicable la inclusión de Paraguay. No es por ningún desprecio hacia ese país, pero me parece un colado por razones políticas y no deportivas. Una razón política del gobierno argentino, sin argumento ni explicación alguna, de un día para el otro. Una prepotencia argentina que le quita ese sentido fundacional que tenía esa candidatura con Uruguay.

-Después de los episodios destapados sobre corrupción en la FIFA y la Conmebol, ¿advierte alguna señal de mayor transparencia?

-Hubo algunas señales en la Conmebol, como esta última de abrir una licitación colectiva para la televisión, que me pareció interesante. Por momentos sigo sin entender la necesidad de buscar un agente comercializador. ¿Cómo una organización tan poderosa no puede tener su propio agente comercializador? Nunca me gusta la tercerización cuando no la encuentro muy clara, parece que siempre hay una desvío de dinero. En general me parece muy pronto para poder decir algo más definitivo.

-En definitiva, ¿es posible exigir total honestidad y transparencia en el fútbol?

-Es imposible en el mundo y no solo en el fútbol. No le puedo pedir al fútbol que sea distinto al mundo. Generalmente tenemos exigencias con el fútbol, al igual que con el ídolo deportivo. Que además de jugar bien sea hijo ejemplar y buen padre de familia. Y a veces no son así, ellos hacen bien su arte. En el fútbol depositamos tanta expectativas que nos olvidamos de que forma parte del mundo.

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