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Luis Maidana: las memorias del primer campeón de América

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Luis Maidana

A 60 AÑOS DE LA PRIMERA LIBERTADORES DE PEÑAROL

Llegó de Piriápolis, jugó tres partidos el mismo día cuando debutó en Primera, estuvo en mil batallas y llegó a atajarle un penal a Pelé

Con 86 años hoy, Luis Maidana puede repetir, línea por línea, las formaciones de Peñarol que integró. También las de sus grandes rivales y cada paso que dio en su carrera como futbolista. Su memoria intacta es un tesoro de aquellos tiempos dorados del aurinegro. Claro que se cuida mucho en estos tiempos inciertos de pandemia, por lo cual prefiere la entrevista telefónica y sin fotos. En el archivo de El País hay muchas imágenes con su estampa en el arco, sus vuelos acrobáticos, las copas que levantó. Testimonios que, como sus recuerdos, le ganan al tiempo.

"Todo lo tengo muy presente aunque ya hayan pasado 60 años. Uno vivió aquello, vibró, tuvo la alegría de los campeonatos aunque el paso del tiempo le da otra mirada. Me queda la satisfacción de ser el primer campeón de América y el primer americano campeón del mundo. Jugué clásicos, jugué contra el Santos de Pelé, al que le atajé un penal; contra Real Madrid, contra Palmeiras, contra todos los grandes".

"En Pirápolis yo jugaba adelante, de nueve. Me decían ‘Schiaffino’, por Raúl, el hermano del Pepe que era centrodelantero. Todavía los veteranos allá me llaman de esa forma. Pero ya de niño, cuando jugábamos esos partidos de cabeza, me gustaba tirarme, volar para atajar la pelota. Y así me hice arquero. Empecé en Tabaré de Piriápólis y con 17 años me convocaron para la selección de Maldonado que jugaba el torneo regional en Minas. Ahí me vieron jugar. El Mono Gambetta estaba en Lavalleja y me ofreció ir a Nacional. Yo no quise porque ya era de Peñarol. Como en el interior era difícil conseguir la camiseta, recuerdo que mi madrina me tejió la aurinegra. Y luego fue el cónsul de Peñarol en Maldonado quien me propuso venir.

Mi pase se hizo rápido. Había ido a ver una carrera en el circuito de Punta Fría, donde llegaron a competir Fangio, Ascari y otras grandes figuras. Cuando llegué a casa me avisaron que me esperaban en Montevideo para probarme. Tenía una tía que vivía en el Paso Molino, y ahí me quedé. Me presenté en la sede de Peñarol y me indicaron que fuera a Las Acacias. Justo estaba Juan López, el técnico campeón de Maracaná, que había sido contratado por Peñarol. Me dijo que tomara un ómnibus hasta General Flores y Larrañaga, que él pasaba por ahí a buscarme. Y así fue, pasó en un auto con el entrenador de la tercera, Espósito, y fuimos a Las Acacias".

"La gente de mi pueblo me decía que no fuera a Peñarol, donde en el arco estaban Máspoli, Pereyra Nattero y Dimitrio, y no iba a encontrar lugar. Pero yo tenía 17 años y tiempo para esperar. Para entrenar jugábamos contra la primera. Y había que enfrentar a la famosa delantera de Ghiggia, Hohberg, Míguez, Schiaffino y Vidal. ¡Que monstruos! Pero no me asusté. Así fui aprendiendo. Nadie me enseñó, en esa época no había entrenadores de goleros. Era ágil y con buenos reflejos. Miraba el pie de apoyo del que iba a rematar y en un segundo me tiraba".

"En 1954, con 20 años, ya estaba en primera. Aquel día estuve en la tercera contra Wanderers de mañana en el Prado, luego me fui a un café que estaba en avenida Italia y Centenario, comí un par de sándwiches y una coca, y luego jugué en la reserva contra Danubio. Estaba además como suplente de la primera y justo se lesionó Máspoli, así que entré yo. Ganamos 3 a 2 en la hora. Pereyra Nattero se fue a Brasil, Dimitrio se lesionó y cuando Máspoli se retiró para ser técnico junto a Obdulio Varela, quedé como titular".

"Al comenzar mi carrera conocí buenas y malas. Después del 54 vino una época adversa con Peñarol, ante el Nacional de Ondino Viera. Pero en 1958 llegó Gastón Guelfi a la presidencia del club y todo cambió. Era un señor, un gran dirigente. Si un jugador le pedía un vale porque necesitaba plata, cuando en el club no había él lo ponía de su bolsillo. Ese año comenzó el quinquenio. El campeonato del 59 lo ganamos en la famosa final con Nacional donde hubo cuatro expulsados de cada lado. Nadie quería perder, se jugaba con todo y así empezó la pelea. Pero yo no participé. Me había convencido de que no podían expulsarme nunca, porque partía el cuadro al medio. No se olvide que no se podían hacer cambios. Se sabía que el que ganaba iba a la Libertadores, pero casi no se habló de eso antes. Era un campeonato nuevo, lo que nos parecía más importante era ganar el clásico".

"Al poco tiempo se vino la Copa. Empezamos contra Jorge Wilstermann. Acá le hicimos como cinco o seis goles. No, ¡fueron siete! Pero la revancha en La Paz estuvo brava. Nunca habíamos jugado en la altura. Después vino San Lorenzo, buen equipo. Ellos aceptaron jugar el tercer partido acá, por la plata, y pudimos ganarle. Las finales con Olimpia fueron bravísimas. En Montevideo ganamos apenas. En Asunción empezamos perdiendo y pudimos empatar para ser campeones. Atrás del arco no había tribuna, solo un paredón. Y ahí había gente con gomeras. Me pegaron un tremendo hondazo en la espalda... Teníamos un gran equipo, muy parejo, con grandes compañeros, con quienes hacía mucho jugábamos juntos”.

"Y tuvimos las primeras finales de la Copa Intercontinental contra Real Madrid. Ellos tenían un cuadrazo, pero acá se vinieron a defender. Se metieron atrás y dejaron a Puskas solo allá adelante. Así empataron. Para la revancha se engripó el Tito Goncálvez. El técnico (Roberto Scarone) para arreglar el equipo desarmó toda la defensa. En vez de poner de cinco a Matosas, adelantó a Salvador, el zaguero izquierdo. En su lugar puso a William Martínez, que era back derecho. Y colocó a su lado a Majewski, que jugaba poco. En los primeros minutos todo salió mal, nos hicieron varios goles. En dos de ellos tuvimos mala suerte, fueron tiros que rebotaron en defensas nuestros y se desviaron. Al final perdimos 5 a 1". 

"Tuvimos revancha al año siguiente. Fuimos de nuevo campeones de América y en la Intercontinental le hicimos cinco al campeón europeo, Benfica. Para el tercer partido ellos pidieron poner a un jugador que no estaba en la lista, Eusebio. Peñarol aceptó y resultó ser un fenómeno. Era un segundo Pelé. Pero fuimos campeones del mundo nosotros".

"Estuve 11 años en la primera de Peñarol hasta aquellos partidos contra Santos en 1965. Perdimos en Brasil, ganamos acá y cuando esperábamos el tercer partido en Buenos Aires, pasó aquello con (el preparador físico Alberto) Langlade. Estaba leyendo El Diario de la noche en la cocina de Los Aromos, como lo hacía siempre. Máspoli pidió a los jugadores que fuéramos a dormir, yo discutí por eso con Langlade y me sacaron del plantel. Tenía esa costumbre de quedarme leyendo el diario, nunca fui sancionado. Iba a entrenar una hora antes de la hora indicada y me ponía a dar vueltas alrededor de la cancha mientras esperaba a mis compañeros. Luego Langlade me pidió disculpas. Me tuve que ir a Brasil, a jugar por Palmeiras. Más tarde me vine a Cerro, llegué a estar de nuevo en la Selección y al tiempo me retiré".

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