EN EL CENTENARIO
La Celeste exhibió muchas piezas del equipo que va a Rusia.
Sienta bien todo lo que se vio. Armoniosamente presentado, con goles de lujo, buen juego, presión alta cuando fue necesaria, intercambio de sistemas, pruebas para varios futbolistas y mucha buena onda con el público. En la despedida de la Celeste rumbo a Rusia quedó en exposición un mosaico de muchas piezas con la que se puede soñar a lo grande.
Desde el minuto 25 en adelante, cuando los futbolistas de Uruguay decidieron dejar atrás el trámite amistoso lo que apareció fue la calidad, la agresividad bien entendida y el dominio absoluto de las acciones. Hasta ese instante, la Celeste pensaba más en las palabras de Óscar Tabárez de no correr riesgos de sufrir lesiones que en lo que podía hacerse en la cancha para pasarle por arriba a Uzbekistán.
Presionando con cinco hombres arriba, dándole salida al juego de ataque por la derecha y moviéndose mejor Giorgian De Arrascaeta entre los mediocampistas y los delanteros a la Celeste se vino abajo el tímido intento que había tenido el visitante.
La rebeldía de Luis Suárez y Edinson Cavani contagió al resto y el partido tomó el rumbo que la afición que concurrió al Centenario esperaba a los 31 de juego.
Suárez la robó en el medio y con un pase cruzado a la derecha lo puso en carrera a Cavani. Allí la noche empezó a tener un brillo especial gracias a la culminación de la jugada. Centro pasado, la bajó el “Pistolero” de pecho y De Arrascaeta regaló lo mejor de todo: bombazo arriba para abrir el marcador.
El 1-0 le abrió paso a un montón de acciones positivas y, sobre todo, demostraciones de búsqueda de alternativas que no hicieron otra cosa que confirmar lo que se sabe de este equipo: hay material deportivo como para poner en cancha la figura táctica que Tabárez quiera.
Sí, a nadie escapa que el sparring se mostró débil, que entregó ventajas defensivas que se supone serán difíciles de encontrar en plena disputa de la Copa del Mundo, pero siempre es bueno ver a Uruguay ordenado, sólido defensivamente, con argumentos interesantes para armar el juego por el callejón central o por los pasillos exteriores.
Y mucho más interesante es observar que se sigue ganando en el juego aéreo y que ni siquiera la intención de ser más protagonista con la pelota lleva al equipo a perder la solidaridad para cerrarse, juntarse y jugar en bloque.
Por momentos fue llamativo ver a las tres líneas bien armadas, juntas. Quizás también ello haya sido parte de lo que el entrenador esté preparando para el caso de que el camino determine que por delante estarán los grandes candidatos al título.
Por todo eso, queda claro que el mosaico de anoche estuvo muy bueno.