Un minuto antes del gol tricolor, Wanderers pudo liquidar el partido pero no lo hizo.

El partido de Cristian Palacios fue raro. Hizo el gol de Wanderers, es cierto, pero malogró otras cuatro situaciones muy claras y una de ellas con una incidencia directa en el partido.

Al minuto de juego el equipo visitante marcó la cancha con lo que tenía planificado hacer en el partido. Una buena jugada de Matías Santos y una acertada intervención de Sergio Blanco dejó solo, de cara al gol, a Palacios, pero inexplicablemente, a dos metros del arco, desactivó el peligro pegándole mal con la derecha.

A los 34’, y tras un córner de Blanco, Palacios pudo abrir el tanteador con un cabezazo que rozó el horizontal, en lo que fue la situación más difícil de anotar de las que tuvo.

Con una certera definición de cabeza, el 30 selló el gol bohemio tras una buena jugada entre Mauricio Gómez y Rodrigo Rivero. Wanderers estaba 1-0 y Palacios calló por unos segundos a los hinchas que lo silbaban cada vez que tenía una mala intervención, recordándole su pasaje por Peñarol.

Sobre el final de la primera parte, el “Mago” Santos dejó de cara al gol a Palacios, pero el atacante, que quedó mano a mano con Esteban Conde, mandó la pelota por arriba del horizontal con potencia.

Y en el complemento, en el mejor momento de Nacional, llegó la jugada bisagra del partido, porque Wanderers pasó de poder estar 2-0 a falta de media hora de partido a empatar con el posterior gol de Rodrigo Aguirre.

Es que Palacios quedó, otra vez, mano a mano con Conde tras sacarse de encima a Rafael García y optó por definir él la jugada cuando por el medio entraba sin marca, y en posición lícita, el “Chino” Rivero. Palacios hizo que el meta de Nacional se luzca, tapando el remate, pero malogró una inmejorable chance de gol.

Pero con 16 goles en lo que va del Campeonato Uruguayo, ¿qué hincha de Wanderers le puede reprochar algo a Palacios? Ninguno, más allá de que en el Intermedio no ha tenido la efectividad del Apertura.

JUAN PABLO ROMERO

TORNEO INTERMEDIOJUAN PABLO ROMERO