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Juan Lazaroff sigue al firme: 85 años de pasión

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Juan Lazaroff. Foto: Ariel Colmegna
Ariel Colmegna

Los socios de Danubio decidieron nombrar a su estadio como "María Mincheff de Lazaroff", la madre de dos de los niños que en 1932 fundaron el club y quien le dio el nombre a la institución.

Juan, uno de ellos, tiene hoy 96 años y algunas dificultades para desplazarse, pero eso no impide que siga yendo a los partidos del club que fundó y ama hace 85 años.

Aunque otra de las posibilidades que tenían los socios era ponerle al estadio "Jardines Lazaroff", Juan prefería que llevara el nombre de su madre. Y se emociona al tocar el tema. "Yo quería que le pusieran el nombre de mamá porque de esa forma abarcaba a toda la familia, también a los Mincheff. Además, ella fue la usina generadora de Danubio. Cuando fundamos el cuadro ella tenía nada más que 32 años y se había quedado viuda con cuatro hijos", explica. Y pasa a repetir una historia que es digna de ser contaba una y otra vez y que lo remonta a sus nueve o diez años, cuando concurría a la escuela República de Nicaragua y vivía en la Curva de Maroñas, una zona que por aquellos tiempos aún era semirrural.

A instancias de su hermano mayor Miguel, y de varios otros niños de la escuela entre los que estaban los hermanos Álvaro y Armando Olivera, decidieron hacer un cuadro de fútbol. Le pusieron Tigre y se prepararon para jugar el primer partido frente al equipo de la Plaza de Deportes de la Unión. "No teníamos camisetas, pero mamá como buena costurera que cosía para el London París, nos había hecho a Miguel y a mí, unas camisas blancas. Pero había otros muchachos que no tenían, entonces se ponían el guardapolvos por adentro del pantalón", cuenta Lazaroff. Luego María le cosió a cada niño un detalle negro a la altura del corazón y así nacieron los colores de Danubio.

Pero la ilusión de los botijas duró poco. Fueron derrotados por 1 a 0 y regresaron descorazonados y tristes a la casa de los Lazaroff-Mincheff, ubicada en Chayos y Marcos Sastre, donde solían reunirse. "Queríamos la revancha de cualquier manera, pero nos dimos cuenta que teníamos que conseguir camisetas y cambiarle el nombre al cuadro. Al Tigre lo tiramos para la selva", rememora. "Éramos siete u ocho que discutíamos por el nuevo nombre. Casi todos querían ponerle Boca u otros nombres de clubes argentinos. Entonces apareció mamá y nos sugirió que le pusiéramos Maritza, el nombre del río en el que ella se bañaba en Bulgaria. Mi hermano le dijo que no, que no le podíamos poner el nombre de una mujer a un cuadro de fútbol. Mamá era brava y se fue al taller a seguir cosiendo con las otras señoras, todas del barrio. Pero al rato volvió y dijo que le pusiéramos Danubio, que era uno de los ríos más largos de Europa y al que le habían hecho una cantidad de canciones. Cuando dijo Danubio fue como si la pieza se hubiera iluminado. Y todos dijimos ¡qué lindo nombre! Y quedó".

El nombre estaba, faltaban las camisetas. Decidieron hacer una rifa para recaudar el dinero necesario. "Éramos pobres de verdad y teníamos que conseguir algo para rifar. Nos fuimos a la ferretería de doña Esperón, que era el único negocio que había en el barrio. Miguel, que era el caudillo, dijo que le pidiéramos que nos fiara algo. Ella nos dio lo más barato que tenía. Era un juego de agua, una jarra con cuatro vasos. Cobramos cinco centésimos la rifa. Quedamos en llevarle una seña y nunca lo hicimos. Tampoco le pagamos", cuenta, riendo.

"Empezamos a ir por el barrio vendiendo, hasta que llegamos a Álcides, el hermano mayor de los Olivera. Nos dijo que nos compraba diez si usábamos la camiseta de Wanderers que había sido campeón en 1931, en el fútbol amateur. ¡Diez números! Para nosotros era una fortuna y le dijimos que sí", añade. "Álcides no era hincha de Wanderers, pero el que lo había empleado como portero en el Banco República de Larravide y 8 de Octubre sí, y lo hizo por eso".

Compraron las camisetas en la casa Sanz. "Nos salieron $ 4,87. Nos sobraban 13 centésimos y pensamos en dárselos a cuenta a la señora de la ferretería, pero al final nos compramos un inflador para la pelota y un pito, ¡porque ni pito teníamos!".

Jugaron la revancha, con la plaza de deportes repleta de gente. "Es que en esa época no había nada. En el barrio había una sola radio, la tenía un electricista y la ponía en el zaguán arriba de una mesita y todo el barrio se reunía a escucharla". Ganaron. Y siguieron así, ganando y ganando. "Salimos campeones en el campeonato de la plaza de deportes, eran 99 cuadros en muchas series. Ganamos y yo hice un gol y todo". Fueron compitiendo en diferentes ligas y nutriéndose de otros jugadores. Pero los Lazaroff y los Olivera siempre firme. Cuando se presentaron a jugar en la Liga del Parque Rodó les dijeron que sí, pero que debían cambiar sus camisetas porque ya había un cuadro con verde y blanco a rayas y se iba a confundir.

"Decidimos mantener los colores. Camisa blanca, y en lugar de una franja roja como River argentino, una franja negra", relata.

No debe haber en el mundo otro caso como el de Lazaroff, que fundó el cuadro, su madre le dio el nombre y lo vio ser campeón uruguayo en cuatro oportunidades y jugar la Copa Libertadores. "No soñábamos ni llegar a Primera División", reconoce mientras se prepara una vez más para ir a ver a Danubio. Ahora al María Mincheff de Lazaroff.

Estuvo 70 años casado con Susy.

De joven, Lazaroff trabajaba como director de obras. En cierta oportunidad en que lo hacía en la carretera Tala-Miguez, un amigo que se había ennoviado con una salteña le dijo para salir los cuatro con una prima de ella. "Es chicuela, pero muy simpática", le contó. Se encontraron en la plaza Gomensoro y luego quedaron en ir a un baile en el hotel Carrasco. Pero Juan se arrepintió, no le había gustado tanto y no quería nada serio. Ella tenía 16 años y él 23. Llamó por teléfono y le dejó dicho con la madrina que no podía ir. Pero luego, los cuatro volvieron a salir: fueron a ver Uruguay-Brasil por la Copa Río Branco. Y esa vez sí que le gustó. Al año y poco se casaron y estuvieron casados ¡70 años! Él cumplió diferentes funciones en Danubio. Fue jugador, dirigente, delegado durante 17 años y vicepresidente. Hoy es presidente honorario. Y Susy lo acompañó siempre. Hoy la sigue extrañando.

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Juan Lazaroff. Foto: Ariel Colmegna

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