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Juan Ceretta: un abogado justiciero en el fútbol

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Leonardo Maine

HISTORIAS

Es hincha de Racing desde que tiene uso de razón y preside la mesa ejecutiva de la AUF, pero se ocupa de cosas mucho más importantes que un clásico.

Juan Ceretta se hizo hincha de Racing por tradición familiar. Su abuelo y sus doce hermanos se vinieron de Paysandú y algunos se instalaron en Sayago o Peñarol y otros en el Prado. La mayor parte se hizo de Racing y los otros de Wanderers. Su abuelo fue tesorero y vicepresidente de Racing. “Soy socio desde los cinco años. y desde esa edad voy a ver al equipo. Era como un rito. Iba a comer a lo de mis abuelos y nos íbamos a ver la Cuarta, la Tercera, la Primera. Después íbamos al vestuario y a merendar a lo de una tía abuela mía. Esas tardes eran de fiesta para mí. En la mayor parte de mi vida era un plan de sábado, porque Racing casi siempre estuvo en la B”, contó quien se mantuvo firme en la fe de la Academia a pesar que dos tíos, uno de Nacional y otro de Peñarol lo quisieron convencer y lo llevaban a ver al grande los domingos. “Pero el amor por Racing siempre pudo más que la atracción de los grandes”, añadió el abogado, quien hoy va a ver al cuadro con sus dos hijas.

Ceretta se levanta a las siete para hacer una hora de bicicleta fija en su casa. Es algo que tiene incorporado y la única hora en que puede dedicarse a su físico, algo que necesita porque sigue jugando al fútbol los fines de semana. Lo hace en el +45 de Lagomar, Viejas Locas en Adic y en Mediocampo en la Liga Barriola. “Algo tengo que hacer para poder jugar”, dijo en su oficina denominada Laboratorio de Casos Complejos, en la facultad de Derecho.

A las nueve ya está en la facultad y se queda hasta las doce. Media hora más tarde se junta con sus estudiantes y los voluntarios que trabajan con él para distribuir las audiencias que tendrán en la tarde. Y de las 13 a las 18, el horario de los juzgados, cumple con las audiencias. Hay días en que tienen muchas, nueve en la misma tarde, y otras en las que hay menos. A las 18 comienza con las clases. Da Litigio Estratégico y Consultorio Jurídico. La clínica de Litigio Estratégico es dos veces por semana y los días que no tiene esa materia va a la AUF, donde preside la Mesa Ejecutiva. Allí también hay mucho qué solucionar, pero comparado con los casos que defiende como abogado le parecen un juego de niños. Y hasta le sirven para despejar la cabeza.

DESAFÍO. Las dos materias le gustan por igual, porque en esas clases no se para delante de los alumnos a exponer sino que se atienden casos reales. “Hay gente agendada que llega y nos cuenta su problema y con los estudiantes buscamos una solución para su caso. Me apasiona, es lo que más me gusta. El jueves es el día en que atendemos sólo casos de salud. Y esa atención se hizo tan conocida que no pudimos suspenderla ni siquiera cuando se terminan las clases. Atendemos durante el receso con algunos estudiantes y voluntarios. Nos abren la facultad para nosotros”, contó orgulloso sobre las audiencias de amparo por medicamentos.

“En las otras consultas, por ejemplo, por casos de arrendamiento, o juicios laborales o civiles tenemos cuatro por día. Aunque también es apasionante porque nunca sabés con qué te vas a encontrar. Pero en materia de salud no ponemos límite, porque sería decirle a alguien que no lo podemos ayudar. No podemos decirle a alguien que tiene un hijo o un padre enfermo que no lo podemos atender porque no tenemos tiempo. Hay días que recibimos 50 o 60 personas y a veces estamos hasta las doce de la noche. Encontrar una solución para esa gente es un gran desafío que parte de la discusión con los estudiantes, del intercambio. Luego le asigno el caso a un estudiante y arrancamos con el trabajo que va a empezar un juicio”.

Dedicarse solamente a los casos de amparo pasó por la cabeza del profesor, pero entendió que no estaba bien. “El objetivo final en la clase no es hacer muchos amparos y ayudar a la gente. Es que los estudiantes aprendan y tienen que aprender a hacer de todo. Igual estoy convencido que estos juicios de amparo son muy beneficiosos en el proceso de aprendizaje. Y tienen un componente humano muy importante. Los estudiantes ven la trascendencia que tienen sus actos en la vida de las personas. Pero no puedo renunciar a los demás casos, porque son parte de la formación que es el objetivo final de la materia”, explicó.

clase
Clase. Juan Ceretta intercambiando opiniones con los estudiantes. Foto: archivo El País.

La vocación de ayudar no estuvo siempre presente en la vida de Ceretta. Es más, llegó a la abogacía casi por casualidad. “Primero por la insistencia de mis padres que no son universitarios. Y otro poco porque me di cuenta que ganaba mucho más que ayudando a mi padre, que es pintor de casas. Estando en el liceo empecé a ayudarlo y veía que trabajábamos todo el día para ganar poco. Y aunque hice la carrera a los porrazos me di cuenta que si hacía un escrito o iba a una audiencia ganaba lo mismo que en tres meses pintando con mi padre. La vocación verdadera y el sentido de la profesión lo encontré cuando llegué al Consultorio Jurídico como estudiante. Es una materia que se da en el último año, en sexto, en la que se trabaja con gente que gane menos de 38.000 pesos nominales por mes. Allí empecé a ver que no sólo hacía algo que me gustaba sino que estaba ayudando a la gente y ese fue un plus muy importante. Me di cuenta que lo que yo había estudiado realmente servía para ayudar y que en algunos casos realmente impactabas en la vida de esas personas”.

En los últimos años se ha involucrado en los derechos humanos, que es lo que más le gusta. No tiene una especialización en el tema ni en el amparo por medicamentos, pero con 600 juicios arriba, ha sumado una gran experiencia. “Tengo 24 años de abogado y en los primeros veinte años hice dos amparos, porque eran juicios muy raros. Pero con el tema de los medicamentos se ha hecho mucho más común y en los últimos cuatro años he hecho unos 800 juicios de amparo. Y recibir el agradecimiento, sobre todo de la gente humilde, es muy fuerte. Cuanto más humilde más agradecida es la gente. Me fui dedicando cada vez más a la facultad y menos a mi actividad particular”, afirmó.

admiracion

Santiago y el gran amor de sus padres

Ceretta conoce personas que sólo le generan admiración. Como el papá de Santiago. “Santiago tiene atrofia muscular espinal, una enfermedad cuya expectativa de vida es de dos años. Pero él tiene 16 sólo por como han sido sus padres. El pediatra les dijo que había que desenchufarlo cuando nació. Vendieron su casa, y se pelearon con él para llevárselo e instalar un CTI en su nueva casa, más pequeña. Por él hicimos un amparo para conseguirle una silla de ruedas inteligente. Ese padre es chofer del 188 y pasa por acá, por la facultad todos los días”, contó.

Ceretta llegó a los juicios de amparo por una colega, excompañera de facultad, que había hecho algunos juicios de personas que necesitaban medicamentos que el sistema no da. Pero comenzaron a llegarle cada vez más juicios y aunque había hecho algunos gratis, no podía seguir corriendo con los gastos. En el consultorio de la Udelar todos los gastos están exonerados. “La persona no paga ni fotocopias, ni timbres. Sólo tiene que tener plata para el boleto para venir y para ir al juzgado. Nada más. Todo lo conseguimos gratis. Empezó a venir gente y fue una bola de nieve. Se trataba de gente que no sólo no podía conseguir el medicamento, no conseguía ni hacer el juicio para conseguirlo. No se trataba sólo de un tema de acceso a la salud sino de acceso a la justicia”, aclaró Ceretta, que así se fue introduciendo cada vez en el tema. Y comenzaron a hacer un intercambio con el Hospital de Clínicas. En el hospital atienden gratis a los pacientes y ellos hacen los juicios por los medicamentos que necesitan.

pelilargo
Pelilargo. Ceretta se cambió el look en el 2012. Foto: archivo El País. 

Ceretta sabe que no involucrarse con la gente y sus problemas es imposible. “Te involucrás, pero como ganamos el 90% de los casos, lo que te llevás es positivo. Los que no te podés sacar de la cabeza son los que perdés. Los que ganás te dejan mensajes positivos, un padre que te da un abrazo, un niño que te manda un dibujo. Eso es todo lindo, todo bueno. El tema es cuando perdés. Los abogados tenemos una coraza y sabemos que podemos perder. Pero a veces podés perder porque vos le erraste. Porque se venció un plazo por ejemplo, y cuando llevás 200 casos te puede pasar. Yo tengo acá, en esta oficina, una persona cuya única función es controlar los vencimientos. Y llevar la agenda para que nadie falte al juicio”.

LA MUERTE. El abogado tiene claro cuál fue el juicio que más le dolió perder, que fue uno de los primeros. “Era un señor que tenía cáncer de colon y necesitaba un medicamento por el que se siguen haciendo juicios hoy. Es muy caro y no te lo da ni la sociedad ni el Fondo Nacional de Recursos. Ganamos el juicio. Y recuerdo claramente su felicidad. Pero después hay que transformar la sentencia en el frasco del medicamento, para lo que se hace un trámite en el Ministerio de Salud Pública. Nos agarró carnaval y estaba cerrado. Esperamos a que abriera y el hombre falleció. Me reproché que tenía que haber hecho alguna otra cosa. No sé... tirar la puerta del Ministerio abajo, llamar a la prensa. Algo. No puede ser que se muera una persona porque era carnaval. Me quedé muy mal. Al año siguiente vino el hijo a verme. Creí que me venía a reprochar y sin embargo, me entregó una carta que me había dejado su padre. Decía que había cumplido su último propósito y que se podía ir tranquilo porque había ganado el juicio no para él sino para los que vinieran después. Ese caso no lo olvidaré nunca”, finalizó Ceretta, no sin antes aclarar que afortunadamente nunca perdió un juicio que involucrara a un niño.

familia

Imposible tener ciertas obligaciones

El abogado está divorciado y es padre de dos hijas de 18 y de 16 años. Viven con su madre, a quien Ceretta define como una madre espectacular a la que le debe gran parte de su carrera. “Llegó un momento en que algunas cosas que yo hacía eran incompatibles con la vida familiar y eso nos fue distanciando. Pero hoy nos llevamos muy bien e incluso hicimos un viaje los cuatro juntos cuando una de mis hijas cumplió los 15”, contó. “Son opciones, sé que hoy no podría tener obligaciones familiares. Si me vine a vivir a dos cuadras de la facultad”.

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