SUDÁFRICA 10 AÑOS
Jugó como lateral izquierdo y Tabárez, poco afecto a hablar de rendimientos individuales, lo destacó. Gran partido de los tractores del medio, el "Ruso" Pérez y el "Cacha" Arévalo Ríos.
Cómo habrá sido que Óscar Tabárez, que habitualmente no cae en la concesión de hacer destaques individuales en público, en un pasaje de la conferencia de prensa posterior al partido —eso sí, ante una pregunta— comentó que “Fucile se comió la cancha”. Fue así, nomás.
Marcó con gran concentración, hizo cierres y cruces hacia adentro y para afuera, para el lado de la raya, manejando con gran precisión los tiempos y la distancia. Y algunos de esos cierres, hay que remarcarlo claramente, fueron determinantes. Desalentadores para el rival, motivantes para los uruguayos. Además, Fucile resultó clave porque —sobre todo en el primer tiempo— cuando México intentó abrir el frente de llegada con la veloz habilidad de Giovanni Dos Santos en la derecha del ataque, lo anticipó o lo esperó bien parado, hasta “meterle” en la cabeza del vivaz punta mexicano un mensaje muy claro: se lo iba a “comer en dos panes”.
Por eso, entonces, más allá de su perfecta gestión, fundamentalmente en la marca, que es su tarea prioritaria, Jorge Fucile resultó clave, determinante, para el gran triunfo que logró Uruguay frente a México. Sin duda, su inclusión —ya en el partido ante Sudáfrica— es uno de los varios aciertos que se le puede anotar a Tabárez en esta Copa del Mundo.
En esta oportunidad no fue mucho arriba, para no dar ventajas, pero cuando lo hizo, llegó a las proximidades del área rival con buen panorama de cancha. Quizá sólo le faltó definir con mayor precisión cuando tuvo alguna ocasión favorable, pero más no se le podía pedir.
Así jugaron los celestes
Bien. Resolvió con solvencia y clase. Cuando fue superado, lo salvó el travesaño.
Aceptable. Cerró su costado y fue pujante y resuelto para irse hacia adelante.
Salvo en una pelota sobre el final, ganó de arriba en las dos áreas. Impuso presencia y dio confianza.
Impecable. Estuvo firme por arriba y por abajo. Nunca concedió algún tipo de ventaja.
Si el equipo fue un león en Sudáfrica, con jugadores que sacudieron la melena para demostrar que sobra garra y temple, él fue el dueño de la manada. Sus soberbios cierres, cuando parecía que México encontraba la grieta en la retaguardia para enfilar hacia Muslera, fueron impecables. El trabajo del lateral solidificó un sistema defensivo que se está haciendo muy fuerte en el campeonato del mundo porque ya van 270’ sin goles.
Otro baluarte. Fue creciendo hasta convertirse en un gigante cuando “las papas quemaban”.
Enorme. Corrió, marcó, quitó, redujo espacios. Además, salió jugando con simpleza y claridad.
Infatigable. Mejor en la contención que en el armado y la llegada en el área adversaria.
Inteligente. No fue tan profundo, pero volvió a ser el ingeniero del ataque. Trasladó mucho.
Muy bien. Hizo el gol con un cabezazo letal, protagonizó llegadas profundas, amenazantes.
Trabajó en forma incansable y con sentido táctico. Se tiró atrás, se desdobló, llegó con potencia.
Entró para marcar y asegurar el triunfo y respondió. Metió presencia en el área celeste.
Jugó pocos minutos, pero colaboró en el despliegue en los momentos que el equipo lo precisaba.