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Joaquín Ardaiz con pies firmes

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Joaquín Ardaiz
Archivo El Pais

Al joven delantero de Danubio lo observan desde Europa, pero él sueña ser campeón con la franja.

Prefiero que me digan ‘Pájaro’", dice convencido Joaquín Ardaiz, sentado al sol en el Complejo de Danubio, optando por su apodo antes que por su nombre. No recuerda quien se lo puso, pero fue cuando acababa de llegar a Danubio, hace cuatro años, siendo sólo un niño. En realidad, aún es una adolescente de 17 años, aunque parece mayor.

"Ser salteño está bueno. Por acá, pasaron otros como "Tito" Formiliano, Fornaroli y Cavani. Hoy estoy con mi hermano (el zaguero Matías De Los Santos) y con Jonathan (Dos Santos), que también son de Salto", afirmó asumiendo que hoy ser salteño es una buena marca en el orillo.

"Esto es un sueño para mí. Le estamos metiendo y esperando por el campeonato. Lo estamos haciendo bien y Danubio está para campeón", aseguró el joven que lleva un año y medio alternando en Primera División.

Leonardo Ramos lo hace esperar en el banco y cuando entra le da un gran resultado. "A mi me gustaría ir de arranque, pero bueno... Leo toma la decisión de llevarme al banco y yo lo estoy haciendo de buena manera. El día que me toque del principio, lo voy a hacer bien también", dijo conformándose.

"Me estoy sintiendo muy bien profe, con una fuerza bárbara", le dijo el "Pájaro" hace dos semanas atrás al preparador físico danubiano, Matías Eijo. "Sí, se nota en la cancha", le respondió el profesor riendo. Ardaiz asegura que los trabajos de Eijo le han hecho muy bien, pero la potencia es un rasgo nato en él. Ya la tenía cuando jugaba de número 10 en el Saladero de Salto, y pudo sacarle mejor provecho cuando llegó a Danubio y lo mandaron a jugar más arriba por el físico. "Hoy me gusta más ser nueve, aunque a veces bajo a la mitad de la cancha a agarrar la pelota".

"Siempre tuve ese físico de chico, pero lo seguí trabajando y me ha dado mucho resultado", admitió. Aunque sabe que tiene cosas por mejorar. "Como estar más tranquilo dentro de la cancha, aunque mis características son de estar medio nervioso. Sobre todo cuando estoy en el banco, esperando para entrar. Capaz que si voy de arranque, es distinto. De suplente, me cuesta un poco más, porque siento que no puedo hacer nada. Cuando entro quiero hacer todo al mismo tiempo y a veces es un poco difícil", reveló quien se reconoció como algo hiperactivo.

Un viaje.

Vino a Montevideo a jugar el Mundialito Danone con Saladero. Allí lo vio Danubio. Cuando se mudó a la capital con 13 años, dejando a su familia y sus amigos de lado, le costó. Aunque sabía que venía para empezar una nueva etapa que le permitiera cumplir su sueño de ser futbolista.

Al principio vivió medio año en la sede de Danubio, luego en la casa de su representante, hasta que se mudó con su hermano Matías.

"Era chico y no conocía nada. Muchas veces me daban ganas de irme. Llamaba a mi viejo y le decía que me quería volver. Quería estar con mis amigos en Salto, jugando. Pero mis padres y mis abuelos me aconsejaron que me quedara. Entonces apreté los dientes y me quedé. Hoy no estoy arrepentido", relató.

Cuando tenía sólo 14 años estuvo un mes y medio en el Porto de Portugal. Hoy a pesar de sus 17 años, tiene los pies en la tierra y volver a Europa no le quita el sueño. "Que Barcelona se fije en mí me deja contento, feliz. Pero mi sueño desde que empezó el año es salir campeón con Danubio, quiero darle todo al club, luego las cosas que vengan las tomaré de la mejor manera", aseguró. "Ha pasado con muchos jugadores que se van muy temprano, no juegan y se vuelven. Pero yo me siento bien y creo que estoy preparado para irme. Me gusta mucho el fútbol inglés, el italiano, y también el de España, que lo miro siempre. ¡Un Barcelona-Real Madrid es impresionante!".

TRES ESPEJOS.

Un poco rayadito como Zlatan.

Zlatan Ibrahimovic, Luis Suárez y Lewandowski, son los delanteros que más admira. "En ese orden", advierte. "Zlatan me gusta porque es medio rayadito como yo".

Mientras espera el momento de entrar en la práctica de fútbol, se sube a la camioneta de la utilería, se pone lentes de sol y se sienta al volante.

De a poco la gente comienza a conocerlo. Lo paran en el shopping, donde va a menudo porque allí trabaja su novia Camila, salteña como él. Los jóvenes se conocieron en su tierra natal, pero fue en Montevideo que comenzó el romance.

"A mí me gusta que me reconozcan, será por mi manera de ser", admite. "Debe ser por el pelo que me reconocen, ¡me he hecho cada cosa en el pelo! Siempre, desde que era chico. Y mis padres me dejaban, a veces me ayudaba mi madre", cuenta sobre sus "locuras". Sus padres siguen viviendo en Salto. Él trabaja en un frigorífico y ella en una casa de familia.

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