SELECCIÓN

En el fútbol están los luchadores, los que se sacrifican y no paran de correr. Los que protegen la puerta de la casa de la invasión adversaria. Están los que piensan, los que fabrican la jugada decisiva, los que construyen el juego que marcará el camino hacia la victoria. Y, naturalmente, también están los que arrancan los gritos más locos y apasionados. Los que estampan la firma con una pelota besando la red para terminar adueñándose de las narraciones asombrosas de los relatores, los títulos más grandes de los diarios y las ocho repeticiones de distintos ángulos en televisión.

Tener un jugador que enamora con sus triunfos ante los arcos rivales es un privilegio. Contar con dos de ellos en la misma línea de tiempo y que no se dejen arrastrar por la fuerte tentación de batirse a duelo en cada jugada para demostrarse cuál de los dos es más grande, es casi milagroso. En Uruguay ese milagro se dio. Y se viene disfrutando desde febrero de 2008. Curiosamente, un año exacto después del ingreso del primero de ellos a la Selección mayor.

Luis Suárez (debutó con la Celeste el 7 de febrero de 2007 ante Colombia) y Edinson Cavani (debutó el 6 de febrero de 2008 ante Colombia) ya han dejado un legado. Son leyendas vivientes de la Celeste porque juntos han formado una de las duplas más grandes de toda la historia del fútbol mundial. Sí, es así. Lejos de un patriotismo futbolero es imposible no colocarlos a la misma altura de los binomios más afamados que se encargaron de destruir redes.

Cavani-Suárez son tan grandes como Lionel Messi-Sergio Agüero en Argentina, como lo fueron Romario y Bebeto o Ronaldo-Rivaldo en Brasil, Jürgen Klinsmann-Rudi Völler en Alemania o Ferenc Puskás-Sandor Koscis en Hungría.

Quizás hasta pueda trazarse un paralelismo más grande con los húngaros, que supieron encaramarse al mismo tiempo en el ranking de goleadores históricos de su combinado. El primero de ellos con 84 tantos y el segundo con 75 terminaron logrando el primer y segundo lugar de esa tabla. Y sin celos ni envidia.

Cuenta la historia que reunían características que les permitía asociarse con una facilidad asombrosa. Rápidos, fuertes, intrépidos, exquisitos, de gran remate. Hábiles, técnicos, precisos. Se acoplaron de tal manera que terminaron convirtiéndose en uno de los tesoros futbolístico más grande de Europa.

Y lo de Puskás-Kocsis es tan notorio y distinto como lo que lograron armar los uruguayos Suárez-Cavani. Es que esto no se sostiene con otras duplas lujosas o memorables. Quizás hasta de mayor peso en el impacto de los nombres, como Pelé y Garrincha que marcaron una época, pero con el segundo de ellos sin el caudal de goles que pudiese generar una lucha por el papel protagónico.

La realidad muestra que goleadores infernales ha habido en todos los tiempos y en todos los seleccionados, pero en Inglaterra, por ejemplo, a Bobby Charlton (49) nadie le cuestionó un liderazgo y recién con el paso del tiempo lo superó Wayne Rooney (53) en la cantidad de goles convertidos con la Selección. En Alemania, a Miroslav Klose nadie le disputó la condición de máxima estrella del gol (llegó a 71) y si bien es cierto que Klinsmann y Völler alcanzaron los 47 tantos, con ello ni siquiera se metieron en el podio de los tres mejores. En Italia y en Francia tampoco ocurrió.

En este lado del mundo, en tanto, dos jugadores hicieron sucumbir los cimientos de las estadísticas del combinado uruguayo al mismo tiempo. Por ello, el “Pistolero” y el “Matador” han hecho que sea inevitable considerar que este ciclo sea difícilmente igualado. Ellos siempre estuvieron al frente de la causa, presentándose sin problemas como voluntarios para tirar del carro. La han remado con solvencia y categoría ante cuanto rival se le puso adelante y nunca eligieron las pintas. Es más, si el rival era de mayor enjundia, “Edi” y “Lucho” dieron la talla.

Y lo más grandioso para Uruguay es que inflaron la camiseta hasta siendo generosos en su entrega física y en su asistencia de gol entre ellos mismos. Porque nunca necesitaron presumir que eran implacables y siempre supieron conceder prestaciones memorables en las contiendas más álgidas, lo que agiganta su legado. Como simples ejemplos hay que recordar los enfrentamientos ante Inglaterra en el Mundial de Brasil 2014 y ante Portugal en el Mundial de Rusia 2018.

Los números lo confirman. No es fácil compartir un ataque entre un 9 que suma 58 goles celestes y otro 9 que alcanzó los 48, pero ellos lo lograron. Lo que debió escribirse es que lo potenciaron. Se alimentaron uno al otro para que el combinado nacional consiguiera los objetivos buscados: en once de los 48 goles que anotó Cavani el jugador que le dio la habilitación para que festejara fue Suárez. En siete de los 58 tantos de Luis, el asistidor fue Edi.

Son únicos. Insuperables. Entraron en la historia mundial.