DESDE EL ARCO
JOSÉ MASTANDREA
Quien piense que la salida de Fabián Coito del proceso selecciones no tendrá secuelas, se equivoca. El trabajo del entrenador dejó su huella, su impronta y mucho tiene que ver en el éxito que tuvieron las diferentes selecciones desde que asumió su cargo allá por 2007.
De notable vocación docente, preparado, instruído, inteligente, estratega, pero por sobretodas las cosas, buena persona, logró lo que pocos lograron: que los juveniles tuvieran un perfil futbolístico profesional ya en los comienzos. Coito comenzó su trabajo en las selecciones juveniles de Uruguay en la sub-15 hasta 2009.
Ese mismo año pasó a dirigir la sub-17 y la entrenó hasta marzo del 2014. A partir de ahí y hasta su renuncia de esta semana, dirigió a la Sub-20. Dirigió ocho sudamericanos, cinco mundiales, disputó una final del Mundo con la Sub -17 en 2011, en 2015 obtuvo la medalla de oro en los Juegos Panamericanos en Toronto y el Campeonato Sudamericano Sub 20 en 2017.
El trabajo de Coito fue más allá de la formación de futbolistas para la selección mayor, que también supo dirigir con éxito, logró títulos y mostró un padrón de juego con su perfil. De su mano, Uruguay siempre fue protagonista. Y fue al frente.
Su salida no será fácil de disimular, más allá de que la sub 20 seguirá de la mano de Gustavo Ferreyra, su ayudante de campo. Coito dejó una huella, pero buscaba crecer y sabía perfectamente que en el proceso de selecciones tenía un techo. La ilusión de dirigir a la selección mayor, la frenó Tabárez.