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Hoy el "Beto" Acosta va en taxi

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HISTORIAS

Se formó en Bella Vista; la rompió en Newell´donde lo vio Di Stéfano quien lo llevó a Real Madrid y jugó en lo dos grandes, pero su corazón sigue siendo papal. Actualmente se gana la vida manejando.

Para el “Beto” Alberto Acosta volver al Nasazzi siempre es emocionante. Para encontrarse con Ovación en el escenario papal hizo el mismo trayecto que realizaba con el bolsito al hombro cuando era un adolescente lleno de sueños. “Sigo viviendo en el Prado y venía caminando por las mismas calles. Fue como rebobinar mis épocas juveniles. En ese momento mi ilusión era ser jugador de fútbol y llegar a Primera”. No sólo lo logró, sino que la rompió en Newell’s; el mismísimo Alfredo Di Stéfano lo llevó al Real Madrid; pasó de Nacional a Peñarol; y fue campeón uruguayo con Bella Vista en 1990.

Hizo el baby fútbol en la Asociación Deportiva Juvenil. “Era un canchita al lado de la vía, y a veces estábamos jugando y pasaba el tren. Entonces cantábamos: ‘el tren se para, la gente se alborota para ver a la Asocia como mueve la pelota’”. Después del baby fue a probarse a Liverpool pero no quedó. Y cuando estaba en el liceo Bauzá, Bella Vista organizó un campeonato y armaron un cuadro de la zona para participar. Allí lo vieron y arrancó en las formativas papales. “Teníamos una muy buena Cuarta División, estaba el ‘Pocho’ Navarro, Julio Ribas, Aldo Traverso, Carussini y nos dirigía Juanillo Aguiar. Cuando vino Sergio Markarian, que hacía sus primeras armas, subió a la base de esa Cuarta a Primera”.

Acosta jugaba de lateral derecho o a veces como era alto lo ponían de zaguero. Y formaba la dupla con Óscar Tabárez. Pero terminó de volante por una decisión propia. “Yo era muy futbolero, adoraba el fútbol. Cuando estaba en la Cuarta me quedaba a mirar las prácticas de Primera y generalmente iba a ver a los cuadros grandes. Un día estaba en el talud de la Amsterdam viendo a Peñarol, jugaba Julio César Giménez y me marcó. Peñarol tenía un cuadrazo, pero yo lo iba a ver a él. Entonces le dije a Markarian que había visto a Giménez y que quería jugar en el medio de la cancha. A él no le gustó porque yo era titular en el lateral derecho. Pero un día me probó y quedé de 8. En aquel tiempo, el armador del equipo no era el 10, era el 8”. Tiempo después, ya jugando en Newell’s , “Beto” se cruzó con Giménez, que estaba en Ferro, y le contó la historia que hizo emocionar al exaurinegro.

PROFESIONAL. Tras subir a la A con el equipo papal venciendo a Rampla en las finales, Luis Cubilla lo llevó a Newell’s. “En ese momento no había empresarios, mi padre era el que me acompañaba a hacer los contratos. Cubilla estaba en Olimpia pero me había visto jugar y me dijo que iba a arreglar en Argentina y me preguntó si quería ir. No lo dudé y Newell’s me compró. Jugar en Newell’s me cambió la vida y fue donde me sentí profesional por primera vez. Bella Vista me mimó, me protegió, me enseñó, me formó como persona, pero en Argentina me di cuenta lo que era el profesionalismo”.

Es más, acostumbrado a Bella Vista, Acosta cayó al equipo de Rosario con un bolsito y fue el blanco de las bromas de sus nuevos compañeros. “Llevaba el bolso con la jabonera, las chancletas y la toalla. Menos mal que mi vieja me había comprado una toalla nueva, si hubiera ido con la que usaba en Bella Vista seguro que me echaban. Cuando me vieron llegar me agarraron de pinta. Estaba Gallego, Killer, Yazalde, había jugadores de gran trayectoria y de la selección argentina. Ahí te daban todo, me sentí profesional y me acomodé en el equipo”.

Newell’s y Bella Vista se enfrentaron por el pase de Acosta. Él jugó un tiempo con cada uno y es uno de sus grandes recuerdos. El equipo rosarino, en el que jugó en dos etapas, fue muy importante en su carrera. En su ranking está Bella Vista y después Newell’s aunque también jugó en Nacional y en Peñarol. “Nunca me olvidé de Bella Vista y hasta andaba con la camiseta puesta. Siempre lo valoré porque fue clave para mí: me cobijó y cuando dejé de estudiar los dirigentes convencieron a mis padres para que pudiera jugar al fútbol. En Bella Vista me formé y en Newell’s me di cuenta lo que era jugar con tribunas llenas. El fútbol argentino era el sueño de todos, esperábamos los domingos para verlo por televisión. En aquellos tiempos Argentina era un trampolín y después te ibas a Europa. Muy rara vez un jugador se iba a Europa directo”.

Y vaya si habrá sido un trampolín para Acosta, que de buenas a primeras y con solo 21 años se encontró en Real Madrid y con un Rolex en la muñeca. “En Newell’s me adapté muy bien, tener a Cubilla, al profe Huelmo y al ‘Maño’ Ruiz me ayudó muchísimo. Anduvimos muy bien ese año, 1980, lo único que nos faltó fue salir campeones. Nada más. Hicimos un campañón y me vio Alfredo Di Stéfano, que estaba de técnico en River Plate. Jugamos un partido en la cancha de ellos y anduve bárbaro. Pero fue todo muy loco. Estaba en el vestuario bañándome y me dijo el utilero que estaba Di Stéfano para hablar conmigo. Me cambié y ahí adelante de todos me felicitó y me dijo que dentro de dos meses se iba a dirigir al Madrid y me quería llevar con él. No sabía si era en serio o una broma. Me emocioné y tartamudeaba. Ir a Real Madrid era un sueño. Tenía miedo de pellizcarme y despertar. Aún hoy te lo estoy contando se me eriza la piel”.

EL ROLEX. Ese día no regresó a Rosario porque al otro día llegaba un directivo del club madrileño para solucionar los detalles de la transferencia. Llamó a su padre y le dijo que viajara a Buenos Aires enseguida. Aunque por entonces había interés de Independiente y otros equipos argentinos por él, lo de Real Madrid era increíble. “Le dije a mi padre que se vinieran todos que yo no podía vivir algo tan fuerte solo. Mi viejo creía que lo estaba jodiendo y yo le explicaba que estaba en un hotel de 25 estrellas en Buenos Aires. Cocinaron todo y antes de que terminara el campeonato aproveché un receso que había y viajé a Madrid a conocer las instalaciones. Ya de primera me regalaron un Rolex”.

Estuvo en Real Madrid un año y medio. Pero fue una temporada cortada porque se jugaba el Mundial en la madre patria. Llegó a jugar básicamente partidos de la Copa del Rey. “Nunca pude repetir el nivel de Newell’s. No tuve continuidad. Fue raro, Di Stéfano era un tipo muy especial, de pocas palabras. Yo andaba bien en las prácticas, pero capaz que me faltaba algo más de dinámica y experiencia para jugar en un club como ese, que como siempre, tenía un cuadrazo. Me acuerdo que debuté como titular frente a Hércules, en un partido de Liga. Pero no pude tener continuidad. Me preocupaba, hablaba con el preparador físico a ver qué más podía hacer para mejorar. Mis compañeros me decían que no entendían por qué me había llevado De Stéfano, que hablaba maravillas de mí, porque obviamente, no me conocía nadie. No me quejo, jugué en el Madrid y viajé mucho, pero a veces me pregunto qué hubiera pasado si hubiera tenido más continuidad”, reflexionó quien se llevó a toda la familia para España con él.

Hoy ve jugar a Federico Valverde con la edad que él tenía en el Madrid y se sorprende de la forma en que se ganó un lugar. Aunque el camino del “Pajarito” fue diferente, porque primero jugó en el Castilla y luego lo dieron a préstamo a La Coruña, mientras que Acosta llegó derecho al primer equipo del Real. “Creo que a él lo foguearon más, pero lo pondero porque se hizo un lugar. Se ve que tiene personalidad. Estuvo muy apoyado no tanto por Zidane sino por Solari que lo tuvo en el Castilla, mientras que a mí me faltó algo”.

Acosta

LOS GRANDES. Estuvo cedido al Rayo Vallecano y luego regresó a Newell’s, donde se sentía como en casa. Pero apareció otra vez Cubilla y lo invitó a volverse a Uruguay para jugar en Nacional. Le gustó la idea de jugar en un grande. “Nacional tenía un muy buen equipo, en el medio jugábamos Berrueta, Lancieri y yo. Y cuando terminó la temporada me vino a buscar Errico para llevarme a Peñarol. Pasé derecho de Nacional a Peñarol. El técnico era Máspoli, un fenómeno que sabía muchísimo de fútbol. Pasar de uno al otro no fue traumático, las cosas no eran como ahora. Estuve un año en Peñarol e incluso fui capitán pero las cosas estaban complicadas. No nos pagaban nunca y entrenábamos por nuestra cuenta con el ‘Coquito’ Rodríguez, el ‘Chueco’ Perdomo y Herrera. Pero cometí un error, me fui a jugar a Ecuador, al Emelec y Peñarol al otro año, en el 87, ganó la Libertadores. Me sigo arrepintiendo de haberme ido hasta el día de hoy”.

Otro mojón muy importante en su carrera fue 1990 cuando fue campeón uruguayo con Bella Vista. Y llevando el brazalete de capitán. “Se armó un equipo muy lindo que dirigía Keosseian. Fue espectacular. En el Competencia terminamos casi últimos y después en el Uruguayo empezamos a ganar y a ganar. Fue una satisfacción enorme para mí, sentí que le estaba devolviendo al club todo lo que había hecho por mí. Todo lo que viví en Bella Vista me marcó”. Le hubiera gustado retirarse en el equipo papal, pero lo hizo en Fénix en 1993. “Por suerte no me vino el bajón porque enseguida Miguel Piazza me invitó a ser su ayudante en Danubio”.

Luego trabajó con Voltaire García en Rampla Juniors. Era su ayudante y dirigía la Tercera. Después estuvieron en Huracán Buceo. “Voltaire es un enfermo del fútbol, siempre obsesionado y aprendí mucho, como también lo hice con Piazza, con Cubilla, con Máspoli y con Markarian”.

Tras dirigir a Villa Española, donde hizo una muy buena campaña, y a Racing, ambos en la B, tuvo una experiencia entrenando a las juveniles de Bella Vista y le gustó mucho. Pero lo llamaron para un proyecto de un club que se iba a formar en Rosario pero no tuvo éxito por la crisis en Argentina y se volvió. Hoy sigue vinculado a Bella Vista, que este año cumple 100 años. “Los dirigentes actuales son los hijos de los de mi época y es gente muy sacrificada. Hacen todo, pintan, cortan el pasto y venden chorizos. El presidente Luis Latorre, Carlos Eastman y varios hinchas como ‘Maxi’, el ‘Colo’ que colaboran con todo. En Bella Vista valoran mucho a los jugadores que tienen historia en el club, no sólo a nosotros los del 90. Te dan valor y participación en el club. Estoy muy identificado con ellos. Vengo al club y me siento muy bien”.

Hoy el “Beto” maneja un taxi. Lo hace por necesidad y porque le gusta estar ocupado. “En aquellos tiempos no se hacía la plata de ahora. Con el pase al Real Madrid me compré un apartamento. Pero no me fue bien por cosas de la vida y la plata se va”, finalizó quien no descarta en un futuro trabajar en el fútbol en Brasil con su hijo “Betito”.

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