Edward Piñon
El "Gordo" Ronaldo tiene kilos encima, pero no es ningún gil. Además, no juega con la panza, perfora redes con las piernas. Hace goles como en Francia 1998 y Corea y Japón 2002.
España sigue siendo la eterna promesa mundialista. Amenaza con dar el gran salto y termina yéndose por la puerta del fondo. Como sucede desde 1950 a la fecha cada vez que clasifica a los mundiales.
Brasil juega feo, no despierta Ronaldinho, no se ve la maravilla de su toque, pero gana y avanza. Como en 1994, como en 2002.
Alemania, Argentina, Brasil, Francia, Inglatera e Italia, seis de los siete campeones mundiales están otra vez entre los ocho mejores. No hay sorpresas, no hay innovaciones. Todo es muy parecido a las anteriores citas.
Cuando hay errores arbitrales, las consecuencias las termina pagando -en la gran mayoría de los casos- los combinados más pequeños, sin peso político o económico.
Es la misma historia de siempre. Los uruguayos afuera, mirando todo por TV, gritando los goles de Argentina o de Brasil -según la simpatía de turno-, de España o Italia -según los orígenes de nuestras familias- y hasta identificándonos con los africanos porque no tienen peso político, o con alguna camiseta porque tiene los colores de Nacional o Peñarol.
Los mundiales no cambian nada. Es la historia sin fin.