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Guruceaga, como los arqueros de “antes”

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Guruceaga
LEO CARRENO LEONA1803@GMAIL

Los arqueros de equipos grandes tienen que tener un plus sobre los demás. No pueden darse el lujo de cometer errores ni tener distracciones.

Saben que cuando le llegan, tienen que responder, porque no están bajo una lluvia de pelotazos. Cada intervención puede resultar gravitante, fundamental, y fue lo que sucedió anoche, cuando Nicolás Royón quedó frente a la pelota desde el punto penal. Toda la presión del mundo cayó sobre los hombros de Gastón Guruceaga. El silencio en el Centenario era insostenible, y el arquero, de tan solo 20 años, sabía que era una situación límite para su equipo. Peñarol estaba ganando 1 a 0, y Sud América tenía la chance de empatar el juego a poco de iniciado el segundo tiempo. Un penal, algo así como doce pasos a la silla eléctrica, donde el arquero tiene todo para perder y nada para ganar.

Sin embargo, Guruceaga se puso la capa de héroe y rechazó el tiro bajo, rasante, al medio del arco, que ejecutó Royón. El silencio se transformó en ovación. La Ámsterdam explotó en un solo grito, como si Peñarol hubiese anotado un gol. Guruceaga se descargó, apretó los puños y apretó los dientes. Gritó como un hincha más su atajada, y sus compañeros lo felicitaron. Fue clave en partido. En ese momento, cuando Peñarol no daba pie en bola, apareció el arquero para mantener el 1 a 0 en el marcador.

Es la difícil tarea de atajar en un grande. Lo que llega tiene que quedar en sus manos, o en sus pies. Para custodiar el arco de Peñarol hay que atajar como los arqueros de “antes”.

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Guruceaga

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