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La guerra y la paz: "El de la AUF es el sistema más perverso"

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Corbo
Ariel Colmegna

José Luis Corbo, fuera de los conflictos del fútbol, volvió a ser apenas un hincha

Una vez, en 2009, el doctor José Luis Corbo se miró al espejo y se dijo: “Corbito, es el último día”. Renunció a su cargo de presidente de la AUF. Y volvió a vivir sin angustias. Hoy solo va al fútbol cuando juegan sus equipos, Rampla o la Selección. Recuerda con satisfacción algunas cosas buenas que pudo llevar adelante desde el cargo y con pesar todas las que no pudo concretar en “el escenario más perverso” que conoció, como lo define.

Empecé como delegado en Rampla, en la década de 1960. Antes de cumplir 30 años fui presidente. Eran otras situaciones, otros tiempos. Había una identidad mayor hacia la camiseta que hacia los pesos. Rampla ya sufría problemas económicos, pero todavía había buenos resultados deportivos. En 1969 fue la primera institución fuera de Peñarol y Nacional que jugó un torneo de la Conmebol, el Torneo de Copa. Todavía quedaban resabios de aquel esplendoroso tiempo en que Rampla era el tercer grande. Eso se fue perdiendo como consecuencia del descaecimiento de la estructura socioeconómica del Cerro. A partir de 1958, Rampla sintió los efectos de la crisis de la industria frigorífica.

Si yo me guiara por lo pasional, diría que Rampla tiene grandes posibilidades para el futuro. Pero si miro con cierta razonabilidad, lo veo difícil. No solo para Rampla sino para muchas instituciones. Hay mucho de ficción en nuestro fútbol profesional, que tiene por ahora la salvaguardia de la atracción de la Selección nacional, pero si no, le veo un fútbol bastante complicado. De cualquier manera, Rampla tiene una capacidad de regeneración muy grande. Me tocó vivirlo cuando subimos en el ‘92 y yo era presidente.

El escenario más perverso que encontré en mi vida fue el de la AUF. Creo que no agravio a nadie con esto, pero es una absoluta verdad. Por múltiples razones. Algunas imputables a la propia dirigencia; otras a sectores vinculados, desde el propio Estado a las distintas corporaciones: árbitros, jugadores, técnicos. Hay una maraña de intereses muy difícil resolver. Además, y esto para mí adquiere una especial relevancia, a la dirigencia del fútbol no se llega a través de la capacidad para administrar, sino mucho más por factores emocionales, a veces por disponibilidad de recursos económicos, o por amiguismo. No hay un verdadero proceso formativo de la dirigencia. Tratamos de solucionarlo con la creación de la Fundación AUF para capacitar a los dirigentes, pero el plan no se concretó.

El sistema es el perverso, no las personas. Hice muchos amigos en la AUF. Lo que ocurre es que el sistema vuelve las actitudes de las personas perversas, más allá de su hombría de bien o capacidad. Para cambiar todo eso se necesita un gran cambio cultural que lleve a un cambio institucional. Pero no puede hacerse en un día...

Siempre sospeché del manejo de tanto dinero en la FIFA y la Comebol sin contralores internos ni mucho menos externos. Por haber sido el auditor interno de la Nación veía eso con preocupación. Eso desgraciadamente tenía que llevar a la corrupción, pero nunca imaginé que estuviera tan extendida. Estuve en el cuerpo de presidentes que aparecía como gobierno ejecutivo de la Conmebol, aunque el manejo real era de cuatro o cinco personas que todos sabemos quiénes son. Cuando se cambió el patrocinante de la Copa Libertadores de Toyota a Banco Santander, gente del Pacífico me solicitó pedirle al presidente de entonces, Nicolás Leoz, para ver los contratos. La respuesta fue preguntar si estábamos dudando de su honestidad. Entonces, con una exasperación inconcebible, Leoz dijo: “Se levanta la sesión”. Y nunca pudimos acceder a esos contratos.

Joseph Blatter era una especie de emperador de la FIFA. Llegué a integrar la comisión de responsabilidad social de la FIFA, tuve contacto con él y ahí vi los rasgos de su personalidad: autoritario, soberbio. Y por más que a veces fingía estar al nivel de todos, era nada más que la forma porque el contenido de sus conductas eran propias de un autoritarismo manifiesto. Eso, de alguna medida, se trasladaba a la Conmebol.

Los dirigentes llegaban a la Conmebol por acomodos y amiguismo. Y después iban formando una estructura cerrada. Ahí estaban Leoz, Grondona, Figueredo, Texeira, De Luca y Osuna. Los demás estaban afuera. Usted se asociaba con alguno de ellos o quedaba fuera del asunto. Rescato la figura del chileno Harold Mayne-Nicholls. En algún momento hubo sospechas, sin ningún fundamento, de que como Harold y yo nos oponíamos a muchas cosas, estábamos conspirando para sustituir a esa cabeza de poder. Un día, uno de ellos me llamó y me dijo: “Che, mirá que Nicolás está muy caliente”. ¿Tiene un problema de temperatura’, le pregunté. “No, mirá que ya sabe que vos y el otro están pensando en que nos van a sacar. Te advertimos que de acá nos sacan con los pies para adelante”. Esa fue la respuesta. Usted imaginará quién me lo dijo.

Al frente de la AUF pudimos hacer muchas cosas. Algunas no trascendieron pero luego, cuando se aplicaron, se vio lo positivas que fueron, porque las hacíamos sobre la base de potestades que teníamos sin intervención de la Asamblea de clubes. Por ejemplo, con respecto a los juveniles, en defensa de los propios clubes empezamos a exigirles que tuvieran contrato con las instituciones para participar en las selecciones nacionales. También un ordenamiento con más garantías para un debido proceso, creando el Tribunal de Alzada, con magistrados de la Justicia ordinaria. Pudimos modificar el contrato con Tenfield por los derechos de las eliminatorias 2010, llevando el pago de 2.250.000 dólares a 12.800.000.

Hubo momentos en que por aplicar las normas en la AUF se pretendió atentar contra mi vida. Cuando me siguió un auto, por ejemplo. También hubo mensajes anónimos y amenazas por teléfono en mi casa. Y el episodio famoso cuando dijeron que habían puesto una bomba y hubo que desalojar. En mi experiencia anterior en el fútbol había tenido algunos problemas y por eso me creía preparado, pero fue muy diferente estar al frente de la AUF. Cuando renuncié me sentí aliviado. Y a medida que fue pasando el tiempo sentí mayor alivio.

Como dirigente tuve la satisfacción de vivir momentos muy felices por resultados deportivos. Por ejemplo, el proceso de clasificación a Sudáfrica. O el ascenso de Rampla, cuando yo lo presidía. También haberme encontrado con amigos, algunos grandes amigos. Como contrapartida, las angustias, las desesperanzas, las amarguras por no poder podido hacer prevalecer siempre el interés general como era mi propósito, frente al interés sectario de los distintos agentes que componen todo ese espectro de la AUF.

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Corbo

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