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"Gaby" Cedrés: el abuelo sigue jugando y asegura ser feliz

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Gabriel Cedrés
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R.FIGUEREDO

HISTORIAS

Ganó la Copa Libertadores con River Plate y luego pasó a Boca. Hoy no se conmueve con ninguno de los dos: solo lo hace con Peñarol.

Fue padre con 18 años. Su hija mayor, María Victoria, nació el 5 de septiembre y 20 días más tarde debutó en la Primera de Peñarol. Fue en un clásico y anotó un gol. “¡Otra que una flauta trajo abajo del brazo!”, reconoció Gabriel Cedrés en su casa de Maldonado, ubicada frente a la panadería La Loma, donde según asegura se venden los bizcochos más ricos del Uruguay.

Por eso es también un abuelo muy joven. Cumplirá 50 años en marzo pero no reniega de su condición. Todo lo contrario: está chocho con Francisco, que además casi nació el día de su cumpleaños, pero se adelantó dos días. “Es divino, me tiene loco”, admitió.

“No puedo creer que voy a cumplir 50. Me siento bien, igual que siempre, salvo después de jugar un partido que me cuesta un poco más”, explicó. “Además, como estoy rodeado de gente joven, estoy al tanto de la música, de lo que se ponen, lo que dicen, de todo”, dijo refiriéndose a las canchas de fútbol 5 que tiene en Deportivo Maldonado, donde comenzó y terminó su carrera futblistica.

El charco.

Al mirar sobre su hombro intenta elegir su mejor momento dentro de una cancha. “Tuve distintas épocas. En 1993, después de volver de la lesión, hice un año precioso en Peñarol. Me fui cuatro o cinco fechas antes de terminar ese primer año del Quinquenio. Y mantuve el nivel en Argentinos Juniors: andaba derecho para el gol. Después en River Plate ya fue todo distinto. Cambió la forma de jugar y de encarar las cosas. Ya no era el gurí aquel suelto que hacía moñas, era un tipo más de responsabilidad, más buscando el resultado”.

En realidad ya la grave lesión de rodilla le había cambiado la forma de jugar. “Yo antes andaba mucho con la pelota, era comilón y dribleador. Después empecé a jugar más como equipo. Cuando volví de la lesión Gregorio (Pérez) me dejó arriba y era más terminar la jugada que hacerla. Me gustó. El gol le gusta a cualquiera, pero también me gustaba andar con la pelota”.

En 1996 ganó la Copa Libertadores con River Plate, con quien también había sido campeón argentino. “Era la segunda Libertadores de River. Esa copa fue preciosa y yo estaba en plenitud”, relató. Pero el año anterior, en el 95, no la pasó bien. Jugaba en River y en la Selección uruguaya, pero de un plumazo se quedó sin las dos cosas. “Fuimos a jugar un amistoso a Inglaterra un mes antes de la Copa América con el ‘Pichón’ Núñez. Jugamos con Inglaterra y Yugoslavia y en el segundo partido me sacó y me dijo que lo había desobedecido tácticamente. No lo había desobedecido, pero no me llamó más. Y cuando volví a River, Babington también me limpió. El presidente me habló, me dijo que me quedara tranquilo, me mandó para Uruguay y me dijo que íbamos a esperar lo qué pasaba con el técnico. Y Babington duró tres o cuatro o partidos más”.

Pero en ese interín se jugó un amistoso entre River Plate y la Selección de Uruguay en el Campus, que se reinauguraba para la Copa América. Cedrés lo vio en su casa. “Quince días atrás estaba en cualquiera de los dos. Fue increíble, una amargura terrible. Me volví solo a Buenos Aires”.

Envidia.

Asumió Ramón Díaz en River y enseguida lo llamó y le dijo que quería contar con él. “Reviví. Hicimos buenas copas, buenos campeonatos y al año siguiente ganamos la Libertadores”. Dijo ser un agradecido al fútbol, pero le quedó una asignatura pendiente: ganar la Libertadores con Peñarol. “Lo que me quedó fue eso. Hoy pongo en la balanza y hubiera cambiado eso por cualquier otra cosa. Ni un Mundial me interesaba tanto como eso. Siempre sentí una envidia sana de Diego Aguirre, del ‘Tito’ Goncálvez, del ‘Gallego’ Ferro. De todos esos muchachos que lo consiguieron y luego fueron compañeros y amigos míos. ¡Qué divino hubiera sido ganar la copa con esa camiseta!”.

Pasar de un grande a otro nunca es fácil. Y en Argentina menos. Cedrés lo vivió en carne propia. “Aquello fue una locura. Me tentó Bilardo, a quien Macri, que había agarrado de presidente, le había pedido que hiciera una reestructura. Me explicó que tenía que un proyecto nuevo y como yo no me quería ir lejos de Uruguay, acepté. Además, Boca hacía rato que no ganaba nada, y pensé que podía estar bueno salir campeón también con Boca. Pero después que me pasé, no fue nada fácil. ¡Hasta me amenazaron de muerte! Difícil, muy difícil. En Buenos Aires se vive así, el fanatismo es terrible. Como yo seguí viviendo en el mismo apartamento me llamaban por teléfono. Y me rompieron el auto dos o tres veces. No hice la denuncia, me aguanté nomás. Y traté de andar bien en Boca, para que al menos los otros hinchas me quisieran. Je”, contó.

Estuvo un año en Boca y aunque no consiguió títulos, se ganó a su gente enseguida. “Al mes le hice un gol a River. Pedí para tirar un penal: me los ganaba o me tenía que ir. Lo emboqué y ganamos. La gente de Boca siempre estuvo bien conmigo. Jugué un año y después me fui a México”.

Fue un padre presente, a pesar de su juventud. “No fue fácil, pero fue lindo. Con Vicky crecimos juntos y hace años ya que hablamos de igual a igual. Yo me venía a Maldonado cuando podía y ella iba a Montevideo. Lo más difícil fue en el 2002. Había regresado del América de México. Pero me volvieron a buscar. Pedí mucho para que me dijeran que no, pero aceptaron y me ofrecieron un contrato por dos años. Cuando ya tenía todo resuelto llamé a Vicky para decirle que me iba. Ella tenía once o doce años. ‘¡Otra vez no. papá!’, me dijo. Entonces me cayó la ficha y me di cuenta que no podía irme más. Entendí que hay cosas que son más importantes que la plata. Nunca me arrepentí y estoy orgulloso de haberlo hecho”, relató

“Le pedí a Damiani que le dijera a los mexicanos que me necesitaba. Que no me podía vender. Y él me contestó que estaba loco, que no podía quedarme con la plata que me ofrecían y que acá las cosas no estaban bien”, agregó quien terminó su carrera profesional en Deportivo Maldonado, donde había dado sus primeros pasos. Y desde donde pasó a la Cuarta de Peñarol. Es más, debutó primero en la selección. Estando en la Cuarta carbonera lo llamaron para la juvenil porque Gregorio Pérez lo conocía de Maldonado.

Lágrimas.

Dos veces le hizo un gol a Peñarol y siempre fue con River. Con el equipo millonario y con los darseneros donde jugó tras su segunda época en los aurinegros. El primero fue por la Supercopa del 95 en el Campus y el otro por el Uruguayo. “Ese fue el peor. Le dimos un paseo bárbaro a Peñarol: ganamos 4 a 2 y le hice un gol al ‘Popi’ Flores. En lugar de festejar se me caían las lágrimas. Recién había salido de Peñarol tras doce años. Estaba todo muy fresco. El ‘Popi’ no me dijo nada pero yo después le pedí disculpas”.

Hoy espera que Peñarol consiga el tricampeonato, pero no mira mucho fútbol. “Me pone muy nervioso mirar a Peñarol. A veces voy al Campeón del Siglo, pero a mí el fútbol me gusta jugarlo, no mirarlo”, explicó quien defiende en senior al club Charrúa, donde también juega su hijo Facundo, de 13 años.

“De verdad hoy no me interesan ni River ni Boca, pero lo digo con respeto. No me conmueven. El único que me conmueve es Peñarol. ¡El único!”. Y agregó convencido que hoy la vida le sonríe: “Soy muy feliz”.

El amor

La “profe” que lo acompaña hace 24 años

Fue en 1995, en su peor momento, porque se había quedado afuera de la selección y de River Plate, que conoció a Alejandra, una profesora de educación física oriunda de San Carlos. Y volvió a creer en el amor. “Yo le decía que estábamos saliendo y a ella no le gustaba: me decía que éramos o no éramos”, contó divertido. Después se fue con él a vivir a Buenos Aires. “Estamos hasta hoy”, dijo. Ambos son padres de Facundo, un adolescente de 13 años.

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