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Fútbol y teatro con los simuladores

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DESDE EL ARCO

JOSÉ MASTANDREA

Cualquier escenario sirve. No importa la cancha que sea, apenas pita el árbitro comienza la función de teatro de Los Simuladores. El fútbol uruguayo cambió, sufrió una metamorfosis y hoy se parece más a una película del Lejano Oeste, que a un deporte de contacto. Y los árbitros, claro, son espectadores de lujo que además, tienen que controlar y lidiar con los actores en medio del enorme set de césped.

Los Simuladores del fútbol uruguayo se tiran, se toman el rostro, se revuelcan en el pasto, se quedan boca abajo y miran de reojo, si los rozan, se agarran la cara como si les hubiesen roto el caballete, si les pegan un puntapié leve, se toman la rodilla o el tobillo y gritan como si los hubiesen partido en varios pedazos. Es una constante y se ha hecho una (mala) costumbre.

Para colmo, Los Simuladores no solo hacen teatro, también le exigen al árbitro de turno que le saque tarjeta a su colega, que lo expulse, y que vea cómo lo destrozó en la cancha.

No hay caso. Cada fin de semana pasa lo mismo (salvo excepciones) en los partidos del fútbol local. Hay clases de teatro, actuaciones impagables, dobles de riesgo que se tiran y caen como moscas, pero se levantan a los pocos segundos y siguen corriendo como si nada. Hay más minutos de actuaciones que de fútbol.

Pienso, y me imagino en aquellos duelos titánicos entre el “Indio” Walter Olivera y el “Toro” Wilmar Cabrera. Iban a cada pelota como si fuese la última, chocaban, se rompían la cabeza, pero sin chistar. Se levantaban y seguían como si nada. Los extraño, Eran otro tipo de actores.

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