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Con el fútbol en la sangre

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Agustíny Diego, nuevas generaciones de Canobbio y Coelho.

Rosario me retiró a mí, pero hizo debutar a Agustín en Primera", contó entre risas Osvaldo Canobbio recordando que colgó los zapatos en el 2010 en Fénix, con Martínez como entrenador. Y el mismo técnico subió seis años después a su hijo mayor al equipo principal de Capurro.

"Debuté al empezar el Uruguayo Especial, contra Cerro. Entré 15 minutos", relató por su parte Agustín, de 18 años.

El joven, que hoy integra la preselección Sub 20 de Fabián Coito que se prepara para disputar el Sudamericano de Ecuador el mes que viene, comenzó su carrera jugando al baby fútbol en Córcega y en el Carrasco Polo y de allí se fue directo a la Preséptima de Fénix, donde hizo todas las formativas.

"Siempre quise ser futbolista y a medida que iban pasando los años me gustaba cada vez más. Entrenar todos los días y sacrificarse me gusta. Salí a mi padre, soy como él", relató Agustín con timidez. La misma que mostraba su padre en sus primeras épocas, cuando no le gustaban mucho las notas. "Al jugador no le gusta opinar sobre sí mismo, prefiere que lo hagan los demás", se defendió Osvaldo.

"Me gustaba mucho ir a ver a mi padre, porque hacía todos los goles. En eso no salí a él", agregó sonriendo Agustín, quien siempre fue volante. "También admiraba su polenta", apuntó sobre su padre, quien también fue su técnico en el primer año de Cuarta en Fénix. "Al principio me costaba, pero después me fui revolviendo. Mis compañeros se acostumbraron y como yo entrenaba mucho y dejaba todo en la cancha, no me podían decir nada. Yo solo me metía presión, luego se me pasó", admitió el joven.

"Las primeras veces fue duro dirigir a Agustín", reconoció Osvaldo. "Capaz que uno sin darse cuenta le exigía el doble. Y él también se exigía el doble. Pero con el correr de los días las cosas se fueron simplificando porque al verlo entrenar me daba cuenta que no podía tener dudas respecto a ponerlo. También se daban cuenta sus compañeros y el Profe. Y en los partidos rendía y daba siempre el máximo, más allá de que podía jugar bien o mal. Y si tenía que salir, lo iba a hacer. Y lo hizo", relató el exdelantero que acaba de finalizar contrato con Fénix, donde este año dirigió Tercera y Cuarta.

"Cuando lo dirigí me causó una muy buena impresión por el esfuerzo que hace por él y por los demás. Él juega mucho para el equipo. Tiene muy buena lectura del juego y eso es muy importante. Y no tiene mal pie. Hay otras cosas que tiene que mejorar, como la confianza en sí mismo, que es fundamental. Y tiene que llegar más al gol", dijo papá Canobbio. "Lo mejor que tengo son las ganas que le pongo a todo", corroboró Agustín. "Pero tengo mucho por aprender", añadió con humildad.

Los dos se sientan juntos a mirar partidos. Osvaldo para el video y rebobina para explicarle determinadas jugadas. "Es que como técnico se te amplía la vista y te das cuenta de cosas que no veías como jugador. Conversamos mucho. Antes era más exigente con él, hoy ya no lo soy tanto. Pero hay pautas que debe cumplir como profesional. No hay que exigirle mucho porque es muy aplicado".

Por estas horas Agustín espera con ansias la lista definitiva de la selección Sub 20. Le queda una materia de quinto y cinco de sexto para terminar el liceo. En febrero dará la de quinto y el año que viene las demás. "En casa me exigen que estudie. Lo que más me gusta es Educación Física; según como vaya en el fútbol, me gustaría hacerlo".

Zurdo y goleador.

"Estoy muy orgulloso y contento porque Diego está cumpliendo su sueño de jugar al fútbol y en Nacional, el equipo del que es hincha y ama desde chiquito", cuenta desde Artigas Fabián Coelho, refiriéndose al mayor de sus dos hijos, quien jugó en la Tercera tricolor este año y seguramente irá a la pretemporada con el equipo de Martín Lasarte.

"Él compartió toda mi etapa de jugador de Nacional como mascota, desde que a los dos años se vino de Artigas. Es que fuimos padres muy jóvenes y yo me vine para Montevideo. Se me dio todo rápido y pude llevarme a la familia. Creció conviviendo conmigo y viendo cosas que le fueron afianzando su amor por Nacional", agregó el exvolante.

"De su época de Nacional no me acuerdo mucho porque era muy chico, pero sí de los dos años en España y de Central y en El Tanque, también me acuerdo de todo", dijo por su parte Diego, que comenzó a los seis años jugando en Albión en Aufi, pues era la filial de Nacional. Hizo hasta los 13 años ahí y en Séptima costó sacarlo para otro equipo. "Optamos porque tuviera más chances. Fue difícil sacarlo de Nacional. Fue un poco en contra de su voluntad, el amor por Nacional lo hizo dudar, pero unos compañeros del colegio lo convencieron de ir a Fénix", relató Fabián. En el equipo de Capurro hizo todas las juveniles, desde Séptima a Tercera. Y siempre fue goleador.

"En Fénix crecí mucho futbolísticamente. Me afiancé como jugador. Y eso me llevó a ser goleador en todas las categorías. Y cuando estaba en Tercera mi salto fue notorio, tanto que de Nacional me llamaron para que retornara al club. Y yo loco de la vida", relató Diego, de 21 años.

"El fútbol fue un sueño y ahora se me está cumpliendo. Desde los dos años estuve en las concentraciones con mi padre, tanto en Los Céspedes como en el Complejo con Uruguay. Mi padre me inculcó el fútbol y las condiciones por suerte están porque no me quedaba otra", añadió sonriendo quien se define como un típico número 9. "Si jugué muy bien, mi padre me lo dice y si tuve un partido malo, también. Me hace muchas correcciones. A veces discutimos si recién terminó el partido y yo estoy un poco caliente, pero después más tranquilos lo analizamos en casa", dijo Diego.

"Tiene muy buenas condiciones, se desenvuelve muy bien en el área, es goleador", explicó el exvolante. Su hijo no sólo juega en otra posición, sino que es zurdo. "Lo soy por mi tío Alejandro Díaz, el hermano de mi madre, que también era jugador. Se vino de Artigas y llegó a jugar en la Tercera de Nacional. Yo era derecho y él zurdo, me ataba la derecha y me dejaba patear solo con la izquierda. Tenía unos cuatro años, pero hoy se lo agradezco, porque por eso soy zurdo", contó Diego, que está en Facultad de Economía y mientras pueda seguirá estudiando.

En el pueblo y en familia se pasa bien.

Los Coelho viajaron a Artigas para pasar las Fiestas, como hacen todos los años. "Se junta toda la familia, lamía y la de mi señora. Somos muchos. Todos juntos", contó Fabián."En el pueblo uno siempre pasa bien. Y en los pueblos del interior se mantiene la tranquilidad y esa ingenuidad que en Montevideo ya no existe. Yo además de Diego tengo a Sofía, de 12 años, y acá anda sin problemas por todos lados. Y no hay que estar pendiente. Rodeados de amigos y familiares es imposible pasar mal. Lo único es que cada vez hace un poco más de calor", agregó.

"Son lindas las Fiestas acá. Mis amigos siempre me joden diciéndome que en Artigas no hay nada, solo calor, pero con la familia siempre se pasa muy bien. No lo cambio por nada. Siempre paso mis vacaciones acá", afirmó Diego.

Esposas y madres de futbolistas.

"En el fútbol son más los momentos duros que lo otros, pero lo que yo quiero es que Agustín sea feliz como cualquiera de mis tres hijos", dijo Canobbio. "El deporte genera responsabilidad y sentido de pertenencia en un grupo y eso es lo que siempre les tratamos de inculcar a nuestros hijos. Y es bueno salir de los ámbitos sociales del colegio y tener otros amigos; todo tipo de amigos", agregó.

Verónica, su esposa, sufre mucho más con Agustín de lo que lo hacía con su marido cuando jugaba.

A Diego Coelho quien lo llevaba a las prácticas era su madre, Adriana, que es muy futbolera. Bueno, no le queda otra. Y tiene el mismo amor incondicional por Nacional que su hijo y su marido.

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HISTORIASSILVIA PÉREZ

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