Los cien años que hoy cumple el Centro Atlético Fénix encuentra a la institución de Capurro en un momento dulce: en Primera División y clasificada a la próxima Copa Sudamericana.

"Si bien el fútbol uruguayo está pasando por una crisis económica, a nosotros nos agarra robustecidos. Las generaciones que vengan recordarán al mojón número 100 como una buena etapa", dice el presidnte de la institución, Álvaro Chijane, sin ocultar el orgullo.

Es un bueno momento del club que vio brillar a "Peregrín" Anselmo, al "Tata" Machado, al "Chopo" Malceñido y que hoy vibra con Martín Ligüera, símbolo indiscutible del club versión siglo XXI. El que al grito de guerra de "El Fénix no baja", aderazado con siete títulos de la "B" y ocho ascensos a Primera, le sumó las consagraciones en las Liguillas Pre-Libertadores de 2002 y 2003, que trajeron las participaciones en las Copas Libertadores de 2003 y 2004, más la Sudamericana 2011. La primera de esas participaciones internacionales incluyó el episodio de mayor gloria del club, la victoria de David contra Goliath, con la goleada 6-1 ante el copetudo Cruz Azul mexicano, que contaba con un presupuesto varias veces mayor al de los criollos.

Pero hay historias mucho más sencillas y enternecedoras. "Para mí, Fénix es mi niñez y mi adolescencia. Es ir caminando a la cancha y sentarse en el murito cuando no había alambrado. Yo nací a una cuadra de la sede. Mis antepasados vinieron de España a Capurro", evoca Daniel Liñares, gerente comercial de Cousa. Esta empresa dedicada a la producción y comercialización de aceites comestibles, aunque recién ahora luce como principal esponsor en la indumentaria oficial está vinculada al club desde su fundación: el abuelo y el tío abuelo del presidente, Daniel Gard, fueron fundadores de los albivioletas. "Toda la vida ayudamos al club de forma anónima, somos de un perfil muy bajo", afirma Liñares, quien también fue directivo y hoy preside como neutral el Colegio de Árbitros de la AUF. "Pero ahora, por los cien años, a pedido del presidente, para estar más cerca, aceptamos estar en la camiseta".

Aunque ya no haya un boliche en cada esquina de Capurro, esos cuyo horario de cierre los fines de semana dependía de la suerte albivioleta en la cancha, Fénix sigue marcando el pulso del barrio los fines de semana de partido, en un Parque Capurro que alberga a 4.700 personas sentadas y que puede llegar a recibir, incluyendo al público de pie, a 7.000 almas.

La tercera parte de sus cien años los pasó en Primera, el resto lo hizo haciéndose fuerte en las distintas divisiones. Fue siete veces campeón de Segunda, récord compartido con Sud América; también ganó una vez el torneo de la vieja "C", una de la "Extra" y dos de la "Intermedia". Ahí cimentó su fama de cuadro noble y corajudo.

Fénix tiene en su sede salones, parrilleros y canchas de fútbol 5 abiertas al público cuyo alquiler tiene un descuento para socios. El club tiene unos 1.400 afiliados. También tiene sueños. "Yo estoy bregando para que Fénix y el Club Atlético Capurro sean una sola institución. Los hinchas de uno en fútbol son del otro en básquet. Yo creo que eso sería bueno para el barrio y sus alrededores, permitiría hacer instalaciones con piscina y musculación, crear un club modelo para que vengan vecinos y escuelas de la zona".

Hoy se gritará más fuerte que nunca "El Fénix no baja". Este es un grito de guerra, nacido de una viñeta satírica del dibujante Héctor Mancinni de El Diario, que se popularizó desde su primera actuación en Primera, en 1957, y que llegó a su clímax en marzo y abril de 1962, cuando en dos partidos cruciales ante Wanderers logró permanecer en el círculo de privilegio, según relata el periodista Luis Eduardo Inzaurralde. Él y su colega Jorge Señorans son los responsables del libro oficial del centenario del club. "La de Fénix es una historia cargada de sufrimiento, pasión y alegría", resume el historiador. Y eso nunca va a descender.

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