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Etcheverry lleva 20 años al frente del Franzini

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“Escritorio”. Jorge Etcheverry en su mesa de trabajo en la cocina del Franzini, donde organiza todo lo que sucede en el escenario de Punta Carretas. Foto: Florencia Barré

El intendente dijo ser un futbolista frustrado y sueña con jugar un partido en la cancha que tanto cuida.

Hace 20 años que Jorge Etcheverry es el intendente del Franzini. Anteriormente fue durante varios años delegado de las formativas violetas. Arrancó como intendente en el complejo "Pichincha", hoy Eduardo Arsuaga, y luego pasó al estadio Luis Franzini.

"Mi tarea consiste en que el estadio esté en condiciones para la competencia nacional o internacional, porque hay partidos que requieren algún condimento especial. También me ocupo de todo lo que es la concentración: la comida y la compra de los productos. Además de dar una mano en lo que sea, en lo que se necesite", cuenta el vasco sentado en su escritorio, como considera a la mesa de la cocina del Franzini donde trabaja. Un rato antes había recibido al proveedor de frutas y verduras y examinado minuciosamente los tomates.

Con respecto a dar una mano lo que más le gusta es la parrilla y muchas veces colabora con las cocineras del club, hoy Susana y Beatriz como anteriormente lo hizo con Betty. Es más, parrillero es su segunda profesión, pero el fútbol no le deja mucho tiempo y no siempre es compatible con la tarea de intendente.

Etcheverry también colabora con los funcionarios de la utilería y lavandería. "Hay que hacerle un seguimiento a las máquinas de la lavandería para que no se complique ningún entrenamiento", contó sobre otra de sus múltiples tareas. El campo de juego del Franzini también es, en parte, su responsabilidad. "A nivel de cancha trabajamos con una empresa que se encarga de los cortes y el mantenimiento del campo, pero coordinando conmigo los riegos porque al estar todo el día acá, uno ve como está el campo", agregó.

"Este es un trabajo que no tiene reloj. Esto lo tenés que querer y eso es lo que trato de inculcarle a todos los que andan acá, trabajando en la vuelta. Esa es la receta para que el ómnibus funcione".

Su madre, ya fallecida hace años, era cercana a la familia del profesor José Ricardo De León y de allí surge su amor por la violeta, que se ha ido incrementando durante los años que lleva trabajando en el club. "Siempre hubo una relación con Defensor porque la hermana del Profe era muy amiga de mi abuelita. Incluso cuando Defensor salió por primera vez campeón en 1976, vinimos a la tribuna de enfrente con mi padre. Él tenía un Morris y lo tuvo que dejar por el club de Golf, recuerdo que hacía mucho frío. Esas cosas que te quedan grabadas", relató.

"Además, yo tenía un compañero en el colegio Pallotti cuyo padre estaba muy vinculado a la gente de Defensor y me consiguió para venir a practicar. Tenía 13 años y cuando me fueron a fichar a los 14, falleció mi madre. Se me descompaginó toda la vida y se terminó mi carrera futbolística", admitió y reconoció que es, como tantos un jugador frustrado.

"Jugaba atrás o de cinco. Hay un futbolista frustrado en mí, sí. Capaz que cuando cumpla 50 me dé el lujo de jugar un partido en el Franzini. Es una asignatura pendiente que tengo, me encantaría juntar viejos jugadores, aunque estén gordos", se ilusionó.

A propósito de futbolistas, ha tenido la suerte de trabajar y de tener amistad con los mejores jugadores que han pasado por Defensor Sporting. Destaca al "Polilla" Da Silva como el mejor que vio, pero agrega a Nicolás Olivera, a Marcelo Tejera, y a Gerardo Miranda. "Para mí esos cuatro fueron los mejores y en ellos puedo resumir lo que es cierto paladar de fútbol y además el querer la camiseta del club", aseguró. Y también se refirió a otro símbolo de la institución del Parque Rodó: Andrés Fleurquin.

"Yo era delegado de formativas cuando fichamos a Andrés, después lo tuve siendo utilero, como jugador en Pichincha y ahora lo tengo de vuelta por acá. Tengo con él una relación de más de 15 años", agregó.

Defensor Sporting suele alquilar su cancha a las delegaciones extranjeras, tanto de clubes como a las selecciones que vienen a enfrentar a Uruguay por Eliminatorias, tal como pasó con Colombia hace unos días atrás. Etcheverry es el encargado de que a los visitantes no les falte nada. "Tenés que tener todo pronto varias horas antes y a veces tienen algunas exigencias diferentes porque están acostumbrados a otras cosas. En otros países de repente hay otra disponibilidad e infraestructura. Pero, a medida que van pasando los equipos, uno ya tiene instrumentado el movimiento. El trabajo es diferente, en principio porque no se permite el ingreso a nadie. Traen su seguridad y la que le da la AUF.

La prensa debe esperar afuera y aunque uno tenga amistad, con algún periodista tiene que negarle el ingreso. En ese momento somos una inmobiliaria, arrendamos el estadio y cumplimos con el protocolo".

Uno de sus mayores orgullos fue la visita del Atlético de Madrid, en oportunidad de jugar la Copa de Direct TV con Nacional. "El profesor Ortega estaba muy contento con la forma en que lo tratamos y con la disponibilidad, dentro de lo que uno tiene. Uno trata de brindarles todo, con voluntad, porque no se trata de Jorge Etcheverry, sino de Defensor Sporting", enfatizó.

En tantos años en el club, el intendente del Franzini vivió alegrías y tristezas. Al pedirle que eligiera un momento, se quedó con el último Campeonato Uruguayo que ganó el equipo del "Polilla". "Pude entrar a la cancha y festejar con uno de mis hijos. Y le di una medalla a Marcos, el utilero nuestro que estaba con un problema grave de salud, la estaba peleando y estaba ahí parado en la cancha con su dificultad. Le dije esta medalla es para vos. Ver su alegría fue una de las cosas que más me tocó en tantos años. O cuando entré a la cancha con Atlético Nacional, algo que nunca hago durante los partidos, y faltando tres minutos vi desde allí el gol de Nico Olivera, ¡fue impresionante! El estadio empezó a aplaudirlo y yo toqué el cielo con las manos".

Cambió 200 ravioles por un viaje.

"Defensor iba a jugar con Newell´s Old Boys. El plantel se iba en chárter. No había nacido mi hijo, y la que era mi señora estaba con una gran panza por tener. Me dijo ¡qué ganas de comer ravioles! Entonces yo le prometí que al otro día , cuando fuera al aeropuerto a despedir a los jugadores, compraba los ravioles. Defensor iba en un vuelo privado, que había arrendado el club para ir a Rosario. Yo, que no viajaba, estaba allí, con mis doscientos ravioles bajo el brazo. Entonces me dijeron que uno, que no me acuerdo quién era, no viajaba, si no quería ir. ¿Tenés la cédula?, me preguntaron. Y la tenía, me anotaron y viajé. Me di vuelta y estaba allí parada la madre de Leonardo Zum. Le pregunté si iba a almorzar y lógicamente me respondió que sí. Le regalé los 200 ravioles del antojo de mi mujer y me subí al avión. Llamé a mi mujer y le dije que me iba, igual volvíamos ese mismo día, pero sin los ravioles... Siempre embromamos acá en el club que hice el viaje más barato, con 16 pesos, (el boleto salía ocho) más lo que me salieron los ravioles fui y vine a Rosario", relató Etcheverry con "Violeta", la perra del club en brazos.

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“Escritorio”. Jorge Etcheverry en su mesa de trabajo en la cocina del Franzini, donde organiza todo lo que sucede en el escenario de Punta Carretas. Foto: Florencia Barré

HISTORIASSILVIA PÉREZ

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