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El espíritu ganador de la Celeste ilusiona

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Los jugadores de la selección uruguaya durante un entrenamiento en el Complejo Celeste. Foto: Gerardo Pérez.

COPA AMÉRICA

Uruguay irá a Brasil con sus rasgos más típicos, pero también con una franca evolución que le permite potenciar sus sueños de campeón.

Siempre hay riesgos. Siempre hay que apretar los dientes en algún partido para evitar comerse el cartel de peligro inminente. A veces hay sorpresas, algún equipo que se metió en zona de debilidad anímica y recibe un cachetazo que le deja mirando para al infinito.

Además, no todos se pueden meter en la gran definición, así que es más que claro que los desencantos también están -como en cada campeonato- a la misma altura de las puertas del cielo.

Ir al pestillo que permitirá ingresar a la ruta del éxito o al corredor del olvido depende de varios factores. La esencia ganadora y el espíritu rebelde necesitan de un buen juego para terminar de alcanzar el lugar que se buscará en la Copa América de Brasil 2019. Esa regla se ajusta a todos, aunque es obvio que hay muchos que llegan con antecedentes y elementos actuales que permiten creer que sus valijas se armarán para marcharse del país norteño a último momento.

Y en ese gran vagón de ilusiones que se va forjando cada vez con mayor fuerza a medida que se arrima la disputa del torneo, Uruguay está muy bien posicionado. Fuerte. Seguro. Optimista. Quizás mejor que muchos en conocimiento, convencimiento y también en calidad.

Hoy, a escasos días del inicio del campeonato continental la Celeste no tiene por delante ningún monstruo que intimide. Ni individual ni colectivamente. Para que no suene como una versión arrogante, lo que hay que establecer es que hay adversarios que estarán ahí con las mismas posibilidades de llegar al domingo 7 de julio y de terminar con la Copa entre sus manos, pero ninguno se presenta tan alto y superior como para que la Celeste no pueda dar la talla.

¿Qué hace creer que ganar la Copa América número 16 es altamente posible? Muchas cosas. Para empezar, su vocación ganadora, su identificación plena con este certamen.

No es poca cosa tener la experiencia del éxito y también la de la derrota. Ni es menor que varios jugadores hayan demostrado -en este ciclo- tener el temple y la inteligencia para sortear escollos.

Edinson Cavani y Luis Suárez, el temible ataque de Uruguay. Foto: Archivo El País.
Edinson Cavani y Luis Suárez, el temible ataque de Uruguay. Foto: Archivo El País.

EL GRAN CAMBIO. Aunque la renovación de Óscar Tabárez se constata, porque avanza sin detenimiento, es obvio que el bloque de Uruguay se mantiene. Y también es notorio que se han ido corrigiendo errores con el paso de los partidos. Por ejemplo, después de un período en el que se perdieron algunas raíces que le dieron fuerza al proceso se volvió a la solidez defensiva.

Allí, en esa zona del campo, volvió a formarse una mole de granito. Grande. Que impone respeto. Aguerrida y luchadora, como manda la historia charrúa. En la que nadie se presenta como si fuera parte de un decorado y quede ajeno a la obra. Todos trabajan y colaboran para que el objetivo de cerrar el arco se cumpla con fidelidad.

No es lo único que eleva la consideración y pone a la Celeste en el grupo de los grandes favoritos. Notoriamente la constitución del mediocampo se va asentando de la manera que se buscaba. Nada de dejar en el olvido el papel del sacrificio, pero sí con la idea básica de cambiar el estilo. De ser más protagonistas con la pelota. Querer mejorar en la posesión y la precisión no es ser ningún hereje del legado de los tiempos de José Nasazzi, Lorenzo Fernández, Obdulio Varela o Schubert Gambetta, sino simplemente darse cuenta que hay que crecer para hacerse más fuertes.

Para eso fue vital la superación individual y la aparición de jugadores diferentes. Es evidente que Matías Vecino, Rodrigo Bentancur y Federico Valverde tienen esencialmente las características principales que el entrenador quería para potenciar el juego. Largas zancadas, criteriosos y efectivos recorridos a lo largo y ancho de la cancha, tranquilidad para administrar la pelota y firmes intenciones de gritar presente en las dos áreas. Y, no es menor, buena estatura.

Ahí, entonces, en ese lugar del campo, hay una turbina que genera una energía entusiasmante. Renovadora de sueños.

"Josema" Giménez y Diego Godín en el juego ante Uzbekistán. Foto: Archivo El País.
"Josema" Giménez y Diego Godín en el juego ante Uzbekistán. Foto: Archivo El País.

VELOCIDAD. Y hay más, porque la China Cup, sin entrar a medir el grado de exigencia de los adversarios, fue positiva para que el entrenador comprobara que tenía las armas para recuperar también otro de los argumentos que hicieron de Uruguay una selección merecedora del máximo respeto: salida veloz por las bandas.

Diego Laxalt o Marcelo Saracchi son dos aviones caza lanzados en picada cuando toman la determinación de ir rumbo al terreno del rival. El primero de ellos, además, puede agregar incursiones en diagonal tan desestabilizadoras de las líneas defensivas como sus aceleraciones por afuera.

Del otro lado también fue satisfactorio encontrar en Giovanni González un jugador capaz de transformarse en el mismo tren bala que fue aquel imponente Maximiliano Pereira de Sudáfrica 2010. Si Martín Cáceres decae en su juego o sufre alguna alteración física, hay un sustituto que le entregará al equipo profundidad por la banda derecha.

Foto: Gerardo Pérez
Foto: Gerardo Pérez

LA GRAN FUERZA. Pero si la defensa está bien asentada, si en el medio hay algo más que una legión dispuesta a dar batalla física contra el que sea, donde Uruguay sigue gozando de argumentos que la sostienen en el podio de los favoritos es arriba.

En tiempos donde se buscan las mejores duplas o los mejores tridentes ofensivos, cualquier analista del planeta deberá rendirse ante el potencial que siguen entregando Luis Suárez y Edinson Cavani.

Aunque la temporada estuvo afectada por lesiones, el “Matador” metió 18 goles en 21 partidos disputados en la Ligue 1 de Francia (0.86 de promedio por partido) y el “Pistolero” anotó 21 tantos en 33 cotejos (0.64). Pero, además, Cristhian Stuani tuvo uno de los mejores registros de su carrera al meter 19 goles en LaLiga de España y ahí Maxi Gómez no se quedó atrás porque clavó 13 tantos.

Por si fuese poco, la fortaleza en la búsqueda del gol de la selección que orienta Tabárez se eleva en grado sumo con las acciones de pelota quieta. Contar con dos zagueros que a su función de evitar que los adversarios vulneren la meta de Fernando Muslera le agregan una singular potencia en la zona quemante es de una gran valía. Verlos elevarse para dominar el fútbol del segundo piso favorece el presentimiento de que Uruguay sigue siendo un candidato convincente.

Uruguay puede volver a cometer errores, exhibir debilidades como todos porque no hay equipo perfecto o superdotado, pero posee capacidades muy fuertes que lo colocan de antemano por encima de varios combinados.

La gran verdad, como siempre, estará en la cancha, pero lo que se ve a priori, antes de que la pelota empiece a rodar, permite creer que Uruguay irá a Brasil con algo muy importante: un espíritu ganador.

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