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El entusiasmo por los juveniles nació en 1954

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Los juveniles con el trofeo luego de consagrarse en el Sudamericano.

HACIENDO HISTORIA

Miles de personas esperaron en Carrasco a los primeros campeones sudamericanos de la categoría, cuatro años después de Maracaná.

Los juveniles con el trofeo luego de consagrarse en el Sudamericano.
El público que recibió con mucha algarabía al plantel en su regreso a Uruguay.
El plantel que se terminó coronando en el certamen disputado en Caracas.

El entusiasmo de los aficionados uruguayos por los seleccionados juveniles no nació con la campaña de Malasia 1997, ni siquiera con el Juvenil de Plata de 1979: ya la conquista del primer Sudamericano de la categoría, en abril de 1954, despertó grandes expresiones de euforia.

La Celeste era campeona del mundo, se preparaba para el Mundial de Suiza con un equipo poderoso y no necesitaba inyecciones de esperanza como las que suelen dar los éxitos de los sub 20 (o cualquier otra categoría), que presentan a los campeones del futuro. Sucede que la Selección siempre convocó, con los mayores o con los jóvenes.

En aquel 1954, sin embargo, las autoridades de la AUF dudaron mucho antes de permitirle vestir la camiseta color cielo a la Selección juvenil que se preparaba para el torneo de Venezuela: según una resolución de la Junta Dirigente de febrero de aquel año, la histórica divisa estaba reservada para el combinado de primera división. La decisión provocó controversias y reclamos, por lo que el órgano que dirigía la Asociación rectificó su postura y autorizó el uso de la camiseta tradicional. Incluso se organizó un acto solemne de entrega de las casacas a los jóvenes futbolistas.

El plantel elegido para viajar a Venezuela fue el siguiente: Roberto Sosa (Nacional), José Ayup (Liverpool), Estaquio Claro (Danubio), Walter Marichal (Nacional), Simón Peña (Cerro), Walter Davoine (Peñarol), Héctor Ramos (Nacional), Carlos Risso (Peñarol), Juan Carlos López (Liverpool), Héctor Demarco (Defensor), Ramón Cruz (Danubio), Manuel Pedersen (Rampla Juniors), Guillermo Escalada (Nacional), Enrique Laitano (Defensor), Enrique Cruz (Danubio), Víctor Guaglianone (Wanderers), Jorge Rodríguez Andrade (Central) y Juan Mónaco (Peñarol). Como director técnico se designó a Gerardo Espósito, entrenador de la tercera de Peñarol.

El torneo, entonces sub 19, convocó a nueve países. No estuvieron Argentina ni Bolivia, y en cambio, curiosamente, sí Panamá. La elección de la sede podía sorprender entonces, porque Venezuela nunca había jugado la Copa América (debutaría recién en Montevideo 1967). Pero por aquellos años Caracas era sede de importantes torneos amistosos de clubes, como la llamada Pequeña Copa del Mundo, organizadas por empresarios locales en tiempos del inicial auge petrolero.

Se jugó en dos series y los dos primeros pasaban a la ronda final. Todos los partidos tuvieron como sede el Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria de Caracas, el mismo que en 1983 albergaría la final Uruguay-Brasil que dio al fútbol uruguayo su primera medalla de oro panamericana.

En aquel 1954, Uruguay ganó el grupo A tras empatar con Colombia 1-1 y vencer a Ecuador por 4-1 y a Chile por 2-0. En la ronda final, venció a Perú por 3 a 0 y luego a Venezuela por 3-1. Brasil no pudo con los peruanos, por lo cual el empate en el último partido, justo ante Brasil, traía el título para Montevideo.

Y así fue, porque el 1 a 1 significó el campeonato, aunque resultó un empate sufrido. Mónaco puso en ventaja a los celestes y casi enseguida igualó Paulinho. Los brasileños se vinieron y hubo que resistir, incluso con 10 hombres, por la expulsión de Demarco.

El recibimiento al plantel fue “apoteósico”, según lo definió El País. Miles de personas llegaron hasta el Aeropuerto de Carrasco y desbordaron la terraza desde donde entonces se podía observar a los pasajeros descender de los aviones. Muchos aficionados terminaron ingresando a la propia pista.

Después, una caravana acompañó a la delegación hasta la antigua sede de la Asociación en la avenida 18 de Julio, donde hubo discursos y agasajos.

La AUF programó para el 25 de abril un amistoso ante Cerro en el Estadio Centenario, que permitiría al público ver en acción a los campeones sudamericanos y a estos recibir un nuevo homenaje. Pero llovió y se suspendió. Al final, el reconocimiento se realizó recién el 18 de mayo, con un encuentro ante Central. Solamente 3.000 personas asistieron a ese amistoso, que los palermitanos ganaron por 2 a 1. Ya la afición estaba pensando en el inminente Mundial de Suiza.

Sin embargo, los homenajes no terminaron allí. La AUF decidió denominar “Campeones Sudamericanos Juveniles” al Torneo Competencia, que habitualmente abría la temporada. Ese año, el certamen tuvo un singular elemento adicional de atracción: el Deportivo La Coruña, que estaba en gira por América del Sur, participó como invitado.

Uruguay se convirtió en el principal animador de los sudamericanos juveniles, en parte por la buena estructura de divisiones inferiores de los clubes profesionales y también por la seriedad con la que en general se prepararon sus seleccionados. La Celeste ganó los dos torneos que vinieron a continuación, en Chile 1958 y Colombia 1964. No le fue bien en Paraguay 1967, pero cuatro años más tarde, también en Asunción, perdió el título ante los locales solo por diferencia de gol. Quedó segundo de Brasil en Chile 1974. Y logró un recordado tetracampeonato en Lima 1975, Caracas 1977, Montevideo 1979 y Quito 1981. Ya existían entonces los mundiales de la categoría y todos comenzaron a mirar con otros ojos a los equipos de jóvenes.

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