Publicidad

Eduardo Acevedo lleva ocho meses sin dirigir y tiene una obsesión

Compartir esta noticia
Acevedo

HISTORIAS

No se arrepiente de haberse bajado de Defensor Sporting tras tres años muy intensos porque quiere volver a salir: tiene a Estados Unidos y Europa en la mira.

Hace ocho meses que tomó la decisión de bajarse de la dirección técnica de Defensor Sporting, el club donde se crió y el que lo marcó por la fuerte presencia del profesor José Ricardo De León. Necesitaba tener las manos libres para volver a salir al exterior. Aunque ha pasado el tiempo y no se ha dado, no se arrepiente. Todo lo contrario.

“Por mi manera de ser veía que si seguía en Defensor iba a rechazar lo que viniera de afuera, como ya hice con Cerro Porteño. Lo que casi me costó la amistad con Daniel Enriquez. Dos veces le dije que no a Cerro Porteño. Además, se venían las elecciones en el club y yo quería que los dirigentes tuvieran las manos libres. Decidí salir. Al principio quería descansar un poco, pero después de los seis meses, ya te pica”, explicó Eduardo Acevedo en el café Martínez de 21 de Setiembre, donde aclaró que juega de locatario.

“Adoro a Defensor, lo adoro, y pasamos tres años muy intensos. Tenía claro que tenía que dejarles las manos libres. Y lo que más quería era dirigir en el exterior. Soy de ponerme objetivos y ahora estoy obsesionado con dirigir en Estados Unidos. Pero no para desestresarse como hacen algunos. Quiero ir a Estados Unidos para estresarme y dejar una marca. Creo que puede darse o no. Pero si perdés, perdés con la tuya”, añadió quien admitió que su gran sueño es dirigir en Europa.

No niega que después de haber estado tres temporadas al frente del equipo del Parque Rodó, de haber ganado un torneo Apertura y peleado por el Uruguayo, se sintió vacío. “Lo que me ayudó fue que no vi muchos partidos de Defensor porque no los transmitían, salvo alguno de copa. Ir a la cancha o ver los partidos me hubiera afectado mucho más. Es como si vieras a tus hijos con otro padre. Es rarísimo. Más como fui criado yo futbolísticamente, con el profe (De León) y su sentido de pertenencia con los muchachos. Igual, enseguida me ubiqué y no me gustaba que me vinieran con cosas que pasaban en el club, yo creo más en mis vivencias que en los cuentos de los demás. Traté de apartarme y limpiarme la cabeza, y no es que lo haya logrado totalmente, porque siempre estoy pendiente de cómo le va a los jugadores, si se lastima alguno o les pasa algo. Me acuerdo que llamé a Beltrán porque se le había escapado una pelota contra Barcelona de Guayaquil. Y a Santiago Carrera que estaba sin equipo y ahora por suerte arregló en Italia. Cosas que me preocupan, lo que yo quiero es encontrar a los jugadores que dirigí con los bolsillos como payasos”.

LOS GRANDES. Fue campeón con tres de los cinco equipos que dirigió en Uruguay: Cerro, Nacional y Defensor Sporting. Se sabe mucho más identificado con los violetas que con los tricolores, pero es consciente que sería muy difícil dirigir a Peñarol. “Me propusieron dos o tres veces dirigir a Peñarol. Tuve conversaciones en un momento, pero este es un país polarizado. Yo voy por la calle y los hinchas de Nacional me demuestran un cariño muy grande. Nacional es Nacional. Por suerte está Alvarito (Gutiérrez) y está muy bien. Pero sé que algún día voy a volver a Nacional. Creo que ir a Peñarol sería una falta de respeto. Recuerdo que Solari, que jugó clásicos por todo el mundo: Inter-Milan, Real Madrid-Barcelona, Rosario-Newell´s, River-Boca y Peñarol- Nacional, dijo que los dos clásicos más difíciles del mundo son Newell´s-Rosario y Peñarol-Nacional. Distinto es si vos vivís en España y dirigís Barcelona y después el Madrid, son dos ciudades completamente distintas. Acá es la misma ciudad y es el sentimiento. Es verdad que hay técnicos que dirigieron a los dos, pero, ¿qué recuerdo quedó? Al final no sos ni de acá ni de allá. Profesionalmente dirigir Peñarol sería espectacular, es un grande reconocido en el mundo. Y tengo amigos, pero dirigí a Nacional y sería muy difícil hacerlo en Peñarol”.

cafe

A la hora de mirar sobre el hombro y pensar cuál fue hasta ahora su mejor momento como entrenador elige tres clubes. “Tecos en 2003 y 2006; Cerro en 2009 y 2015 y Defensor Sporting. Tuve la suerte de salir campeón con tres de los equipos que dirigí acá. Me faltó hacerlo con Deportivo Maldonado y Danubio. Y eso es una satisfacción enorme. Aunque lo más importante para mí es el cariño de los jugadores, que saben que nunca les mentí jugaran o no. Me lo demuestran porque me siguen llamando, los de acá y de México”, enfatizó.

“En 2003 llegué a un equipo en México que había hecho solo ocho puntos; metimos 34 puntos y jugamos las semifinales de copa. Hubo una tapa de un diario que puso “gracias Eduardo” y eso lo tengo guardado. Y lo de Cerro también. Yo era de otro palo y la gente me recibió de manera espectacular. Ganamos una Liguilla y fuimos dos veces a la Copa Libertadores. Le tengo un cariño enorme a Cerro, y eso es lo más importante. Que me quiera la gente que me conoce es importante, los que no me conocen...que digan que soy soberbio. Sé que mucha gente dice que soy soberbio. Pero a mis jugadores no me los toca nadie. Nunca voy a decir que un jugador mío jugó mal. Porque a mis hijos los reto en mi casa, pero no permito que me hablen de mis hijos los de afuera. Y mis jugadores para mí son los mejores del mundo. Siempre voy a defender a los míos”.

EL CLAN. Nació en el barrio Palermo, y a los seis años la familia se mudó para Canelones y Brito del Pino, donde sigue viviendo su madre. Criarse en una familia con diez hijos fue una experiencia enriquecedora. “En mi casa el mayor ayudaba al que le seguía y así sucesivamente. Yo soy el tercero. Mi viejo tenía almacén por mayor. Yo a los siete años iba con él al negocio. Llegaba de la escuela y me iba al almacén. Y en vacaciones estaba todo el día. A los nueve o diez años ya iba a depositar al banco. Iba a llevar la plata del día. Caminaba tres cuadras con mucha plata, pero quien iba a pensar lo que llevaba. Golpeaba, me abrían los porteros y depositaba. Aprendí mucho con mi viejo que había sido futbolista. Era un niño y me sentaba en el ‘Chivito de Oro’ con su barra de amigos: el ‘Pulpa’ Etchamendi, Gualberto Díaz, Alberto Silvio Montaño y varios más. Mamé el fútbol de muy chico”, relató.

“Nos dicen que los Acevedo somos un clan y lo somos. Yo con mis hermanos puedo tener discusiones, pero que no nos toquen los de afuera. Fijáte que a veces nos quieren invitar a un casamiento y como somos, 50 o 30, les sale carísimo. Entonces les digo que no se preocupen que inviten a mi madre, a mi hermano mayor y a mi hermana menor, y que así vamos a estar todos representados”, explicó sobre su gran familia, de la que no se considera el patriarca.

EL ELBIO. “Cuando yo estaba en cuarto de liceo, mi padre tuvo un problema económico y no podíamos ir más al Elbio Fernández, donde habíamos ido toda la vida. Mi madre lloraba por los rincones de la casa. Una semana antes de empezar las clases tocan el timbre. Era Zolesi el director del colegio. Quería saber por qué los Acevedo no estaban inscriptos para empezar las clases. Mi madre le explicó. Y él dijo: los Acevedo están todos becados. El colegio fue muy importante para mí. En el Elbio aprendí a competir conmigo mismo. No con los compañeros, conmigo mismo. Hoy tenemos un grupo de Whatsapp de compañeros que somos más de 70. Nos vemos, tenemos reuniones, fiestas”, contó sobre sus muchos amigos fuera del fútbol.

TEATRO. A propósito del Elbio Fernández, hace unos meses, se celebraron los 150 años del colegio, en la sala Adela Reta del Sodre. Y Acevedo fue uno de los cuatro oradores. “Cuando el colegio cumplió 100 años estaba en tercero de escuela y me acuerdo de la fiesta como si fuera el día de hoy. Tengo compañeros que son grandes profesionales, eminencias en cierto temas, es un colegio que tuvo como alumnos a presidentes de la República. Me llamaron para que participara de un documental que estaban haciendo, una película que va a salir en noviembre. Fui al colegio y me sentaron en el patio y se me vinieron todos los recuerdos arriba. Y luego me llamó el director de teatro Álvaro Ahuntchain para que hablara en el evento. Tenía nueve minutos. ¡Para mí era un honor tan grande! Hablé de lo que yo sentía. No preparé nada, hablé desde el corazón. Pero fue una emoción muy grande. En el año 75 actuamos en el Solís con mi generación del Elbio. Hicimos una obra y a Solís lleno. Siempre digo que actué en el Solís, en el estadio Centenario, y ahora en la sala Adela Reta. Son grandes satisfacciones”.

Risas

Además, en el Elbio conoció a su esposa y madre de sus dos hijos, Marisa. “En aquel momento había nueve clases de la misma generación. De laA a la I, yo estaba en el A y Marisa en el G, pero todos éramos amigos. Y a los bailes íbamos todos. Nos conocíamos desde los cuatro años, pero nos ennoviamos en primero de preparatorios. Fueron siete años de novios y ya van 35 de casados”. Eduardo, que es capaz de encerrarse a ver videos de partidos durante seis horas y si mira una serie luego se siente culpable, reconoce que a cualquier otra mujer le costaría mucho comprenderlo.

“Soy un agradecido porque tuve la suerte de dar con gente que fue muy importante en mi vida. Como la generación de jugadores del Defensor de 1976. Yo era un pibe y me gustaba escucharlos. ¡Lo que aprendí con esa gente! Todavía los admiro. Y concentré con el ‘Indio’ Olivera, que fue el mejor capitán que tuve y jugué a su lado. Un día en España, cuando jugaba en La Coruña, me desperté de golpe y le dije a Marisa: “Yo jugué con el Indio Olivera”.

Si no le hubiera ido bien en el fútbol, hubiera estudiado Economía, como Marisa, porque era bueno para los números. Quizás de tanto ayudar a su padre en el almacén. Actualmente, tiene claro que se hubiese equivocado radicalmente. “Hoy sé que si no hubiera sido futbolista, tenía que haber sido psicólogo, como mi hijo Agustín. Me apasionan los libros de psicología y hablo mucho con Agustín. Mi señora es contadora y actualmente sé que no me gustaría ser contador. Pero lo que tengo claro es que si no hubiese jugado al fútbol, hubiera sido un amargado toda la vida”.

alumno

Va a clase tres veces por semana

Tiene una buena base de inglés porque iba a clases particulares de niño y lo estudió en el Elbio Fernández, pero aprovechó este año sin dirigir para mejorarlo y va a clases de una hora y media tres veces por semana. En su casa todos lo hablan y su esposa, además de contadora es profesora de inglés. “Si miran una serie no ponen los subtítulos y yo me pongo como loco. Pongan las letritas, les digo. Pero estoy mejorando mucho”, dijo.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Eduardo Acevedo

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad