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Entre dos dichos del contador

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Alegría. Píriz, Palacios y Albarracín en pleno festejo. Partido más que liquidado: 4-1.
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Los goles sacaron a Peñarol de una realidad y lo pusieron ante la que tiene por delante.

Peñarol quedó por primera vez como único líder del Torneo Apertura, justo cuando faltan cuatro fechas para el final y una antes del clásico.

De esta manera, pues, el equipo aurinegro quedó también ante una responsablidad enorme que lo someterá a una prueba, no sólo sobre su nivel futbolístico, sino también de carácter, que además le plantea el inmenso reto de responder a un dicho que, como hombre de turf, en los años del segundo quinquenio solía manejar con su clásica picardía, el Cr. José Pedro Damiani: "Caballo que arremete y pasa... gana".

Es que, en realidad, a este cuadro de Pablo Bengoechea hoy se le ve mejor en la tabla de posiciones que en la cancha, en donde frente al entusiasta pero modesto Villa Teresa, por ejemplo, jugó un primer tiempo que estuvo más allá de lo que podría ser futbolísticamente preocupante: en ese período a Peñarol le faltó todo, no sólo volumen de juego para la búsqueda del arco rival, que era lo que debía hacer con eficacia: fue un equipo posicional, estático, donde el jugador que iba con la pelota no encontraba receptores dispuestos a "cantarle el pase", al que Guruceaga salvó dos veces en 45 con muy buenas atajadas, y que —pese a ese panorama— en 17 ¡no hizo ni un foul!

Quizá la aparente falta de vibración colectiva fuera una falsa imagen: ta vez ese equipo que no se ponía nervioso por tardar 17 para rematar por primera vez —y muy desviado— al arco contrario, que perdió varias segundas pelotas por abajo y otras tantas en el juego de alto cercano a su arco, hubiera traído desde el vestuario la advertencia de no alterarse hasta encontrar el camino de doblegar a un rival al que, en definitiva, debía ganarle aunque más no fuera "por consancio".

Lo cierto es que los 10 iniciales del segundo tiempo en los que los goles de Ifrán y Forlán sacudieron a Peñarol de su modorra anterior, lo sacaron "de los pelos" del escenario que planteaba otro dicho habitual del Cr. Damiani: "La verdad es la realidad y no la que uno quiere", porque la que mostraba el partido contra Villa Teresa no era la que deseaba su hinchada; y lo dejaron de cara ante aquel otro que, en cambio, le va a imponer la gran responsabilidad de salvar una prueba no sólo futbolística, sino también de carácter: "Caballo que arremete y pasa... gana".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Alegría. Píriz, Palacios y Albarracín en pleno festejo. Partido más que liquidado: 4-1.

PEÑAROLJORGE SAVIA

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