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El día que un goleador anticipó el futuro

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Foto: Archivo El País

HACIENDO HISTORIA

Hace 49 años y en medio de gran expectativa, el delantero argentino tuvo su estreno con la camiseta tricolor: con dos goles comenzó a pagar su pase.

Sí que ocurrían cosas en el invierno de 1969... El 20 de julio, los astronautas Neil Armstrong y Buzz Aldrin caminaban por la Luna, aquel pequeño paso para un hombre y gran salto para la humanidad que estrenó los viajes de la Nasa al satélite terrestre. Unas horas antes, Uruguay vencía a Ecuador y avanzaba hacia la clasificación al Mundial de México 70. Esa semana, con la conducción de Rubén Castillo, Canal 12 presentaba a Alfredo Zitarrosa, Antonio Larreta y Manolo Guardia (¿cuánto valdría hoy ese programa?). Peñarol anunciaba la contratación del cotizado técnico brasileño Oswaldo Brandao. Y el goleador argentino Luis Artime llegaba a Montevideo para firmar por Nacional.

El pase de Artime, goleador albiceleste en el Mundial de Inglaterra 66, fue el resultado de una negociación realizada prácticamente en secreto por la directiva entonces presidida por Miguel Restuccia. El futbolista estaba pensando dejar Palmeiras porque sus hijos comenzarían la etapa escolar. Los tricolores se enteraron, iniciaron gestiones y al final concretaron la transferencia por 200.000 dólares de la época, que ahora serían más de 1:300.000.

Todos pensaban que Artime era el hombre ideal para solucionar un problema que Nacional venía padeciendo en sus campañas por la Copa Libertadores: llegar al gol. Pocos meses antes, había perdido las dos finales ante Estudiantes de La Plata sin poder convertir uno solo. Luis Cubilla, que había sido su compañero en River argentino, pronosticó que Artime aportaría 50 goles por temporada. Al final serían 158, contando su primera etapa hasta mayo de 1972 y la segunda, de setiembre de 1973 a febrero de 1974.

El País lo reunió en esos días para una nota con Atilio García, el legendario goleador tricolor, con quien lo unía no solo la nacionalidad argentina sino la ciudad de Junín, donde nació Atilio y vivió Artime en su juventud.

La campaña celeste en las eliminatorias terminó el domingo 10 de agosto, con el triunfo sobre Chile y la clasificación. El fin de semana siguiente comenzó el Campeonato Uruguayo. Y el sorteo determinó que Nacional debutara el sábado 16 frente a Danubio.

Todos los ojos estaban sobre Artime, pero no era segura su presencia en ese encuentro. Cuando llegó a Montevideo acumulaba largo tiempo sin fútbol. Y como buena parte del plantel tricolor se encontraba en la Selección, no hubo amistosos preparatorios.

Cuarenta y ocho horas antes, el técnico Zezé Moreira declaró que no había decidido todavía incluir al goleador pues nunca había jugado con sus nuevos compañeros.

Otro elemento agregó controversia: Danubio era locatario, por lo cual la presumible gran recaudación que podía obtenerse iba a ir a sus arcas, sin que Nacional pudiera facturar el debut de su estrella. Hubo algunos contactos para dividir la recaudación por partes iguales ese día y en la revancha, pero Danubio se negó. En aquellos tiempos, la venta de entradas en sus partidos como locatarios ante los clubes grandes representaban el mayor ingreso del año para las instituciones menores.

Al final, el albinegro fue dueño de casa en el Estadio Centenario y Artime jugó los 90 minutos. Se vendieron 17.764 localidades y se recaudaron $ 2:490.700. Nacional salió con Manga; Ubiña, Ancheta, Emilio Álvarez, Brunel; Montero Castillo (luego Saravia), Maneiro; Prieto, Mamelli, Artime y Morales. Era un claro 4-2-4, por lo cual a Artime le correspondió la camiseta número 10, que sería la suya durante toda su trayectoria tricolor. Danubio lo hizo con Sasía; Modernell (Tabárez), Monti, Fernández, Javier; Valerio, Ica, Rivero; Virgili, Valerio y Franco (Fierro).

La prensa siguió los pasos de Artime antes, durante y después del partido. Habló para todas las radios, se mojó la cara unos segundos antes de salir a la cancha y preguntó por dónde quedaba el túnel de acceso.

En los primeros minutos tocó muy poco la pelota. Algunos se sorprendieron por esa “ausencia”; luego se acostumbrarían a que su estilo era desaparecer, aparecer para convertir sus goles y volver a desaparecer.

Y a los 27 minutos apareció. Fue un pase en diagonal de Mamelli, que lo encontró en el centro del área. Cuando Sasía salió, Artime punteó la pelota por arriba del cuerpo del arquero hacia el medio del arco. Fue el primero de sus 158 goles tricolores.

El segundo llegó a los 75 minutos, cuando Maneiro le metió un gran pase que lo dejó solo. El argentino picó y definió contra el segundo palo. Y también tuvo una asistencia: a los 86 recibió de Morales, pero al quedar sin ángulo para rematar vio llegar a Saravia. Se la cedió y este definió con comodidad.

Dos goles y un pase de gol, nada mal para un futbolista que, según explicó después, llegó con dos kilos de menos y 40 días sin entenamientos serios. “Si esto lo tomamos como un entrenamiento exigente, con el trabajo a complementarse en la semana, creo que para la próxima fecha estaré en perfectas condiciones”, dijo.

Los hinchas tricolores se frotaron las manos: había llegado el goleador esperado. Con Artime hubo goles en el Campeonato Uruguayo (fue goleador en 1969, 1970 y 1971), en la Libertadores (en el primer clásico, en las batallas contra Palmeiras, en la finalísima ante Estudiantes) y en la Intercontinental (los tres goles en los dos partidos con Panathinaikos).

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