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Un juego de vuelo bajo y sin pólvora sentenció la despedida de un Racing extraviado

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Foto: AFP.

COPA SUDAMERICANA

Igualó 0-0 con Libertad de Paraguay, que se clasificó a semifinales; Lautaro Martínez desaprovechó una clara chance en tiempo de descuento; en el partido de ida, el conjunto de Diego Cocca había perdido 1-0.

Foto: AFP.
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Pegó en el palo. Racing maquilló hasta el último minuto su presente. Otra hubiera sido la historia si esa última bola entraba. Si esa carrera de Lautaro Martínez -a esa altura ya con las medias bajas, el gemelo derecho acalambrado, una cinta azul en su rodilla para atenuar algún dolor- hubiera terminado en gol, tal vez la Academia no se hubiera retirado envuelto en una silbatina del Cilindro de Avellaneda. Pero pegó en el palo. Y cuando aún quedan seis semanas para que el año termine ya se sabe con las manos vacías. Además del clásico ante Independiente, el 25 de noviembre, lo que sigue en el calendario para este equipo es reinventarse para disputar la Copa Libertadores 2018.

La imagen final, con el capitán Lisandro López tragándose la angustia, con sus compañeros desparramados en el césped, es el símbolo de este momento de Racing. La Copa Sudamericana se había transformado en el salvavidas para la ilusión de un equipo que sólo consiguió una victoria en sus últimas nueve presentaciones. La falta de triunfos se explica de la manera más sencilla: le cuesta demasiado hacer un gol. Apenas pudo gritar dos veces en los últimos seis juegos.

Desde la derrota contra Atlético Tucumán, el domingo último, y hasta ayer, sólo se escucharon tres voces. "Es el partido del semestre", dijo el director técnico Cocca; "nos jugamos la vida. Tenemos que dar una muestra de carácter", advirtió Pillud. "Sabemos que tenemos que ganar como sea. Hay que jugar con el cuchillo entre los dientes", definió Martínez. A eso se tenía que aferrar la Academia anoche: a la voluntad. El juego que no apareció en los últimos tres meses -un gol en seis cotejos, un triunfo en los últimos ocho- tampoco iba a asomar en un Cilindro nervioso. Pero ni siquiera se llevó puesto a su rival, más allá de que asumió el protagonismo y no tuvo el guiño de la suerte.

En los últimos ocho partidos la Academia promedió tres disparos al arco. Eso explica la poca cantidad de goles que lleva en el semestre. Ayer, con la obligación de ir a buscar el resultado, anduvo más cerca del arco rival. Pero no alcanzó. En el primer tiempo, tuvo tres remates francos: un tiro libre lejano de Vittor, en el que se lució el arquero Rodrigo Muñoz; un disparo del colombiano Ibargüen que se fue pegado al palo y un remate rasante de Lautaro Martínez, de donde se gestó la acción más clara del primer tiempo: en el rebote, Solari envió el centro atrás y Salustiano Candia cortó el pase, cuando Lisandro López se relamía para empujar, sin marcas, la pelota al gol. En el contexto en el que llegó Racing a este partido, quedó claro el cambio de actitud.

En el complemento sólo hubo dos apariciones de Martínez. No pudo festejar por centímetros: un zurdazo que rebotó en el travesaño y el último derechazo que se estrelló en el palo. A la joya de Racing le faltó compañía. El empuje que mostró en su tercer partido -estuvo ausente durante cuatro meses por una fractura en el quinto metatarsiano del pie izquierdo- parece ser la bandera hacia el futuro.

La historia asoma calcada de la Copa Libertadores 2014. En cuartos de final, ante un equipo paraguayo, el equipo que conducía también Cocca no pudo encontrar el camino al gol para estirar el sufrimiento hasta los penales. El 0 a 0 es otro puñal a la ilusión copera que arrastra el club, desde aquella Libertadores. Pero es también un atajo a la realidad. No habrá morbo por un cruce ante Independiente que sirva para seguir fugando hacia adelante. La imagen final es la de los jugadores tirados en el césped. Desde ahí deberá reconstruirse Racing para encontrar la identidad extraviada en el semestre.

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