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Darío Rodríguez pide cancha: está pronto para largar solo

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dario
Francisco Flores

HISTORIAS

"Ver mi gol a Dinamarca junto a los de Pelé y Maradona me daba gracia. Y una gran alegría. Más para un simple defensor que no era ningún Roberto Carlos ni ningún Víctor Hugo Diogo"

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Darío Rodríguez

pasó el encierro un poco aburrido, como todos. Pero se considera un privilegiado porque tiene salud, lo mismo que sus tres hijos y su madre Olga, a quien tiene en su casa por estos días. Y por eso se cuida mucho. También se sabe privilegiado porque ya no tiene que salir a correr atrás de la gallina como en otras épocas.

Luego de tres experiencias como ayudante técnico del “Polilla” Jorge Da Silva en Peñarol, América de Cali y Defensor Sporting, Darío está pronto para arrancar a dirigir solo. Tenía pensado hacer dupla técnica con su hermano Héctor (“Samanta”), pero él está trabajando en las juveniles de Defensor Sporting. Por eso, ahora piensa en otras alternativas.

Tras salir de Defensor Sporting, Darío y el “Polilla” tomaron caminos diferentes. “Tenía la inquietud de largarme solo, con mi hermano. Tuve algunas posibilidades de equipos de acá que al final no prosperaron. Y luego vino la pandemia. Lo hablé con el ‘Polilla’ y me dio para adelante. Por eso no fui con él a Emiratos, yo quería arrancar acá. También porque no quería separarme de mis hijos. Pero con el ‘Polilla’ tenemos una gran relación; con él y con su cuerpo técnico. Hablamos seguido y le voy a estar agradecido siempre”, afirmó.

“Hoy mi camino es el fútbol. Me preparé todo lo que pude antes de dejar de jugar. Hice el curso de entrenador y el de gerencia deportiva. Quiero seguir en el fútbol y si aparece una propuesta que me interese y que sea linda, la tomaré. Estoy con muchas ganas. Estoy esperando una propuesta de fútbol que me guste; que me seduzca”, admitió. Y la misma puede ser tanto de entrenador como de gerente deportivo.

“No le digo a nada que no, porque eso me enseñó la vida. A veces uno se cierra puertas que no debió cerrar. Dice esto jamás lo haría y después con el tiempo cambia. Por ejemplo, muchas veces dije que nunca sería empresario de fútbol y capaz que cuando tenga 60 años la vida me lleva a querer ser empresario. A veces somos muy de encasillarnos”.

Su carrera profesional duró 22 años: jugó un Mundial, estuvo seis temporadas en el Schalke 04 de Alemania y llegó a la final de la Copa Libertadores con Peñarol en 2011. Elegir un momento le resulta difícil. “Me quedo con la forma en que se dio mi carrera. Con el tiempo valoré más de dónde salí y a dónde llegué, las cosas que logré gracias al fútbol. La forma en que se dio mi carrera es lo que más rescato. Mis inicios en Sud América, llegar a Primera División, salir campeón y subir con el equipo en que me formé. Tener un primer pasaje por el exterior, en México, donde no me fue bien, y volver para arrancar otra vez de cero en Bella Vista”, relató.

En Toluca, a donde fue con menos de 20 años, le fue bien al principio. El primer año jugó mucho, pero en el segundo el entrenador ya no lo tuvo tanto en cuenta. “Era muy joven, cuando me fui a México tenía 19 años. Y a esa edad no entendés. Hasta te sentís mal si no jugás. Capaz que te pasa lo mismo a los 30 años y tenés otra paciencia para estar tres meses en el banco o en la tribuna hasta poder demostrar lo tuyo. Llegué a sentir que no servía y me volví. Arranqué de cero en Bella Vista y después se dio todo: el pasaje al cuadro grande y la Selección”.

Ante la insistencia rescata dos momentos: la final de la Copa Libertadores en 2011 y jugar el Mundial de Corea-Japón en 2002. “El Mundial es el lugar en el que cualquier jugador quiere estar y para lo que se preparó capaz que durante toda su vida deportiva. Y la final de la Libertadores si se hubiera concretado hubiéramos cumplido con la historia, la que tantas veces vi en los cuadros en Los Aromos. Porque fue con una institución muy grande que llegamos a la final. La gente lo recuerda con mucho cariño y afecto porque sabe que hicimos todo para lograrlo y no se dio por esas cosas del fútbol, pero nosotros en lo interno nos quedamos con eso en el debe”, admitió.

LA MEDALLA. Era tal la bronca de Darío con la derrota frente a Santos que tras el partido tiró la medalla de vicecampeón. “Pero después la conseguí. Fue todo muy rápido. No sé si la que me dieron fue la misma que tiré u otra. No me acuerdo. Para mí que el que la vio caer la agarró. Y cuando bajé del escenario me la dieron. Ya estaban aprontando todo para que subiera Santos. Son esas reacciones que tenés debido a la frustración. Y por la forma en que en un momento nos educaron, diciéndonos que lo único que servía era ser campeón. Hoy estoy dividido. Hay una parte mía que piensa así y otra que valora el hecho de haber dado el máximo. Y las cosas pasan por ahí, por brindarnos al máximo con las mejores intenciones, en el fútbol y en la vida”, reconoció.

Hijos
Felices. Darío con Fátima y Tiziano, sus hijos mayores. 

“Me arrepentí enseguida cuando la tiré y la quise recuperar porque le había prometido a mi hija Fátima que le iba a traer la medalla. Cuando me fui me dijo: ‘Papá, traéme la medalla’. Y se la llevé, aunque no era la de campeón”, añadió sobre su hija mayor, que hoy tiene 16 años.

EL GOL. No quiere volver a hablar de las mismas cosas de siempre, las que vivió defendiendo a la celeste. La pelea con los senegaleses con el ‘Chengue’ Morales en el entretiempo del partido en el Mundial de Corea, por ejemplo. “Siempre me preguntan de eso y siento que no tengo por qué seguir explicando las mismas cosas”, advirtió.

Anotó cuatro goles con la camiseta celeste en el pecho, pero reconoce que cumplió el sueño del pibe con su gol a Dinamarca, que fue elegido entre los mejores de los Mundiales junto a uno de Pelé y dos de Maradona. “Me da un poco de gracia y también mucha alegría. Fue cumplir el sueño de todo niño de hacer un gol con la camiseta de Uruguay. Más con la trascendencia que tuvo para un simple defensor que no era ningún Roberto Carlos ni ningún Víctor Hugo Diogo, para nombrar a un lateral uruguayo. Mis características eran otras”, aseguró.

ÉPOCAS DURAS. La niñez de Darío no fue sencilla: es el menor de los cinco hijos que tuvieron sus padres, que se separaron cuando él tenía cinco años. “Nunca pasamos hambre, nunca lo permitieron mis padres. Pero fue una niñez con muchas carencias. Lo veo hoy. En aquel tiempo no nos dábamos cuenta y éramos felices con lo que teníamos. Nos enseñaron a ver siempre el medio vaso lleno, a ser positivos y luchar para salir adelante”, relató.

“Cuando mis padres se separaron yo me quedé con mi madre, que era doméstica, en una pensión. También vivimos en la cancha del Huracán Villegas, donde arranqué a jugar. Éramos los cancheros. Mi padre se fue a lo de un hermano donde se hizo una pieza en el fondo. Y como iba a la escuela en la Curva me empecé a quedar con él. Además, mi madre se fue a trabajar a Argentina en una casa como doméstica y la veíamos una vez por mes cuando venía y siempre nos traía unos championes o algo de regalo. Ahí mi viejo pasó a ser todo. Más con el tiempo, porque cuando crecés lo valorás más todavía. Yo tenía adoración con mi viejo. La tengo todavía”.

EL PADRE

Futboleros de siempre y dos nombres históricos

El padre de Darío se llamaba Héctor René. Había nacido en 1928, el año de los Juegos Olímpicos de Amsterdam y su madre le puso así por Héctor Scarone y el famoso “tuya Héctor” de René Tito Borjas, quien le dio el pase pare el gol de la victoria ante Argentina. “Después pensamos que somos futboleros de ahora, y es de siempre. De toda la vida”, dijo Darío.

Cuando su padre se enfermó, Darío estaba en Alemania. “Tuvo un derrame cerebral, pero hablé con él y me aseguró que estaba bien que no me viniera. Estábamos jugando Liga y Champions. Quedamos que cuando le dieran el alta se iba para allá conmigo. Quedé en eso, pero después de un partido me llamó mi hermana Lourdes para decirme que le había dado otro derrame y que ya no iba a despertar. Me vine enseguida y estuve como 20 días acá, pero ya no pude volver a hablar con él. El Schalke se portó muy bien conmigo. Pero cuando regresé a Alemania ya no era lo mismo. Se había muerto mi padre y extrañaba mucho a mi hija, entonces empecé a organizarme en la cabeza para volver a Uruguay”. Al año siguiente volvió a Peñarol.

Darío es padre de tres hijos: Fátima tiene 16 años, Tiziano 10 y Santiago, producto de su segundo matrimonio, dos. Los adora a los tres, pero lo tuvo en diferentes momentos de la vida. Y hoy trata de disfrutar con el menor lo que no pudo hacer tanto con los mayores porque era muy joven y estaba en plena actividad futbolística.  “Los hijos se disfrutan siempre, pero al ser padre grande sos más consciente de muchas cosas. Hoy sé más quien soy. Pero los límites del respeto y todo lo demás, se inculcan siempre”, finalizó convencido.

Dario y Santiago
Darío con Santiago, el menor de sus tres hijos. Foto: Francisco Flores.

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