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Es todo corazón: "Toto", mucho más que el utilero de Cerro

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Foto: Florencia Barre
Archivo El Pais

Es el primero en llegar al estadio Tróccoli y el último en irse; su función es clave y no sólo porque lava la ropa.

SILVIA PÉREZ

Si la práctica es a las diez, el "Toto" llega a las siete y media. Y eso que ya dejó toda la ropa pronta el día anterior. Su trabajo es arduo, pero lo hace con una gran alegría. Siempre está escuchando música, bailando y haciéndole una broma a los futbolistas. Su jornada finaliza alrededor de las cinco de la tarde y tras caminar las doce cuadras que separan el Tróccoli de su domicilio, recién se sienta frente a un plato de comida. "Soy muy responsable y no me gusta dejar las cosas de un día para el otro. No quiero perder tiempo ni comiendo", cuenta.

Es hincha de Cerro de toda la vida. Aunque de niño vivía en La Teja, su máxima penitencia era que no lo dejaran ir a la cancha del Artigas donde practicaba Cerro, porque el Tróccoli no existía.

Si uno pregunta, tanto en el Tróccoli como en Cerro Norte, por Héctor Antonio Pereyra, quizás no sepan quién es. Pero basta decir "Toto" para que todos sepan de quién se trata. Y lo respetan. Por eso puede salir caminando por más complicado que esté el barrio sin que le pase nada, aunque todos saben que intenta enderezar al que tomó por mal camino.

Según él fue por las casualidades de la vida, que se mudó para Cerro Norte. Y pasó de dar una mano con la leche para los botijas en el club a convertirse en el utilero. Cargo que desempeña hace 25 años. "Es algo que te tiene que gustar. El fútbol es pasión, y después de mis hijos, mis nietos y mis hermanos, está Cerro. Es mi segunda familia porque paso acá muchas horas. Nunca dejo nada para el otro día porque uno no sabe si te llegan a cortar el agua, como ya me ha pasado. Vengo temprano para esperar a los gurises. De repente me pueden quedar los zapatos cuando hay mucho barro en invierno, pero nada más. Y cuando me quedan, vengo dos horas antes porque los dejo secándose. Por suerte, ahora viene el tiempo lindo. Me gusta la primavera y el verano, porque todo seca más rápido y tengo los zapatos, que es lo más importante para el jugador, siempre prontos".

Cuando llueve se le complica y por eso siempre está pendiente del informe meteorológico. "Lamentablemente, debajo de la tribuna se llueve, entonces siempre trato de saber cómo va a estar el tiempo de noche o al otro día para dejar las cosas secándose en otro lugar. Ya me ha pasado de venir y encontrarme con todo mojado. Y tener que secar todo de apuro para que cuando llegan los técnicos y los jugadores, tengan todo pronto".

Sicólogo.

Aunque su trabajo es ocuparse de la indumentaria, cumple otras funciones mucho más importantes que la de lavar y secar la ropa. "A veces le lavo la cabeza los futbolistas. El jugador se bajonea mucho, hasta por el color de un chaleco. De repente el técnico le da un chaleco y él ya se piensa que va a ser suplente. Cuando me da el canasto con la ropa ya me doy cuenta que está mal. Y le digo a vos te pasa algo. Y hablo con él, pero jamás le doy para atrás a un técnico, esos son mis códigos. Para mí el técnico que está en Cerro es el mejor del mundo, lo mismo que el jugador. Si uno le marchita la cabeza contra el técnico, es mucho peor. Hay que darles para adelante, decirles que lo único que tienen que hacer es preocuparse de esas dos horas en que entrenan en la cancha. Y que deben valorar que están haciendo lo que les gusta. ¿O acaso se quieren ir a trabajar de pico y pala a la construcción? Entonces el botija ya se queda de otra manera, con otra cabeza. Y al otro día, cuando viene a buscar el canasto, lo observo. Le bailo, le canto un poco y ya trabaja de otra forma".

Es que "Toto" es un especialista en baile. En 2010, cuando el Cerro dirigido por Pablo Repetto, jugó la Copa Libertadores frente a Emelec, se hizo famoso tirando pasos en Ecuador. "Estábamos practicando en la cancha de Emelec, y yo siempre llevo un aparatito con las canciones. Repetto estaba un poco asustado y entonces me puse a golpear el piso y le dije "¡acá vas a ganar!". Puse la canción de Gerardo Nieto y me puse a bailar. No me había dado cuenta que estaban los periodistas, y al rato estaban todos alrededor mío. Y terminé bailando con una periodista ecuatoriana, que después me hizo un reportaje para la televisión", contó divertido.

"Toto" es el alma de Cerro y no se permite amargarse. "Siempre estoy contento, es verdad. Es lo que me enseñó la vida, el barrio. Antes era así, el barrio era una familia. Y no había egoísmo. No importaba si teníamos plata o no teníamos nada. Éramos alegres. Y eso yo se lo impongo a los futbolistas. No nos mirábamos de costado, ahora se miran las pipas, esto o lo otro. Yo andaba con cada remiendo, como faroles, pero siempre limpitos. Éramos ocho hermanos y laburaba solo mi viejo que era vidriero. De todo eso le hablo a los jugadores, sobre la realidad de la vida, y me escuchan mucho. Antes no había tanto egoísmo como ahora. Yo lo veo y me da fastidio para adentro", comentó.

"Tengo problemas como todo el mundo, pero los dejo en la almohada. Siempre fui así. Perdí a mi madre y a mi hermano y acá no se dieron cuenta. Estaba mal para adentro, porque no tengo derecho a amargar a cuarenta personas… Son cosas que los hinchas no tienen ni idea. Yo soy el primero en llegar y el último en irme. Todos los días. También cuando se van todos a festejar un triunfo, uno se queda solo, lavando la ropa. Y sin día libre".

Tiene una mascota muy especial en la utilería.

"Toto, contále de la rata", dice Richard Porta y él y el grupo de futbolistas que trabaja al costado de la cancha porque se recuperan de diferentes lesiones, suelta la carcajada.

"¿Le cuento?", pregunta el utilero no muy convencido. Pero luego arranca el relato que refiere a la mascota que tiene en la utilería.

"Es una rata y le puse la Felipa, la tengo ahí adentro. Cada vez que los jugadores entran a la utilería, les sale la Felipa. Y algunos salen corriendo", contó "Toto" también riendo.

"Te cuento una anécdota. Una vez, cuando el Negro (Juan) Tejera dirigía acá en el club, me dijo que tenía al hombre araña en el vestuario porque había unas telas en la pared. Y yo le contesté: ahh eso, vos porque no viste a la Felipa y al ratón Pérez que andan por acá en la utilería", relató.

"Pero él no me creía. Se creía que le estaba haciendo una broma. Sin embargo, a los dos días Tejera me mandó llamar y yo fui preguntándome qué macana me habría mandado, porque el Negro es un técnico muy serio. Y era para decirme que finalmente había visto a Felipa dentro de la pieza", agregó sobre el roedor que a esta altura se ha convertido en su mascota y es quien lo acompaña durante sus largas horas de labor.

"Cuando viene el perro se escapa, Felipa no es boba. Pero de madrugada vuelve. Los jugadores me joden con la rata… pero son ellos mismos que dejan por ahí los restos de fruta los que la alimentan", contó.

"A esta altura ya estoy acostumbrado a verla y ni me preocupo. Y si pasan dos días sin que aparezca, ya me pongo a pensar si no lo habrá pasado algo. Son cosas pintorescas, de esas que los hinchas, o la gente que viene a ver los partidos no tienen ni idea", finalizó .

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Foto: Florencia Barre

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