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La verdad sobre la Copa de Oro, una gloria celeste olvidada

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Copa de Oro 1980
De Leon

A 40 AÑOS DEL MUNDIALITO

Un torneo de gran nivel, respaldado por la FIFA, con un festejado triunfo uruguayo. ¿Por qué no se lo recuerda como se merece?

Fue el estallido de alegría de un verano luminoso en plena época oscura. En su momento se lo celebró hasta el apasionamiento, con caravanas, banderas y gritos en las calles de todas las ciudades del país. Y después cayó en un olvido inmerecido.

Cuarenta años más tarde, la Copa de Oro sigue siendo el único campeonato de campeones del mundo, con reconocimiento de la FIFA. Y solo Uruguay puede proclamar ese título y esa gloria. El triunfo celeste fue justificado, ante una constelación de estrellas extranjeras y la mirada de la prensa del mundo entero.

¿Qué ocurrió entre diciembre de 1980 y enero de 1981 para despertar tanto entusiasmo? ¿Y qué pasó después para que todo ello quedara poco después arrinconado en la estadística, ante la indiferencia del hincha?

La AUF organizó la Copa de Oro para festejar los 50 años del primer Mundial, pero sobre todo con la intención de sacar a este fútbol del ostracismo internacional que había comenzado en la década de 1970, cuyo punto más bajo fue la eliminación del Mundial 78, que justo se disputaba del otro lado del río. También se lo vislumbró como una solución económica para una actividad eternamente agobiada por la falta de dinero.

El respaldo de la FIFA fue decisivo para que la Copa resultara la fiesta de aniversario tan ambicionada. Llegaron los campeones del mundo (salvo uno, Inglaterra) con prácticamente todas sus figuras, se vieron muy buenos partidos y Uruguay terminó siendo campeón. Todo eso en el ambiente de una pequeña Copa del Mundo, resumida en 12 días y en una única sede. No fue un simple torneo de verano.

Es difícil calificar una alegría como desmedida, cuando se produce además en una época difícil. La Copa de Oro se disputó un mes después del triunfo del No en el plebiscito constitucional que enterró la pretensión de la dictadura de perpetuarse. Pero ese resultado en las urnas no pudo celebrarse debido a las propias condiciones de represión de la época. Acaso el grito deportivo representó el desahogo de toda una situación, más que por el hecho de añadir un trofeo a las vitrinas de la AUF.

Esa alegría, además del título puntual, encerraba la esperanza de un cambio general de rumbo, que en lo futbolístico significaba dejar atrás las derrotas de los años 70.

Pero en ese mismo 1981 Uruguay quedó eliminado del Mundial de España, lo que pareció el entierro de esa esperanza. Sin embargo, en el fútbol nunca hay punto final, y esos jugadores campeones de la Copa de Oro y luego eliminados del Mundial tuvieron la oportunidad de rehabilitarse con nuevas conquistas. La Copa de Oro, como acontecimiento, no tuvo esa posibilidad.

Con el tiempo, además, se asoció el torneo a la dictadura que gobernaba el país, trazando paralelos con el Mundial 78 de la Junta Militar argentina. Sin embargo, y más allá de que la larga mano de las dictaduras termina rozándo casi todo lo que ocurre en sus dominios, la Copa de Oro fue inventada, organizada y aprovechada en su momento por la gente del fútbol. No representó un acto de propaganda de un régimen que venía de perder su propio plebiscito y no tenía idea de cómo salir de esa situación.

Esta serie de notas repasa todas las caras de aquel torneo, imposible de olvidar por quienes lo vivieron y que hasta ahora por lo general resultó difícil de explicar para los aficionados que llegaron después.

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