ELIMINATORIAS

Jugar en Barranquilla, donde la burbuja en lugar de ser sanitaria es diabólica porque te atrapa con un calor que ahoga y hay una humedad que hace que el aire se sienta más caliente, Uruguay tendrá que demostrar su valía ante Colombia (17:30, hora de Uruguay). Ahí en Barranquilla, donde la humedad impide que el calor se evapore y se queda pegado al cuerpo, la Celeste tendrá que rugir con ganas. Sí, ahí, donde esa selección colombiana que tiene gran categoría por la calidad de sus jugadores se hace más fuerte, al combinado de Óscar Tabárez no le queda otra que exponer su habitual coraje para sobreponerse a todo.

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Quizás, el pronóstico del tiempo que se estima reinará en Colombia a la hora de disputarse el partido, tan similar al del último antecedente, cuando hubo hasta algunas lluvias que aparecieron en el estadio Metropolitano, termine dando una gran mano, pero como no hay que depender de ello, lo esencial es asumir el cotejo con la convicción de que habrá que realizar un gran esfuerzo físico y tratar de trabajarlo con inteligencia y determinación. La historia del Uruguay de este proceso refleja que suele darle cara a los escollos más empinados. Se ha comprobado, el equipo está bautizado para las grandes batallas deportivas y la que viene no será ni la primera ni la última instancia en la que se deberá dar un poco más de cada jugador.

Quizás el elemento más importante de todos, para no empezar a sucumbir ante el horno barranquillero antes que frente al fútbol del equipo de Carlos Queiroz sea la forma en la que el entrenador reaccione frente a los avatares del partido. Es bien claro: si el plan A no funciona que se reaccione casi de manera automática. Sin demora. Y que, especialmente, haya utilización adecuada y precisa de las cinco modificaciones.

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Un respaldo en ese sentido puede terminar convirtiéndose en una pieza de gran trascendencia para el desarrollo y, especialmente, la definición del cotejo.

A nadie escapa, ni siquiera al cuerpo técnico de Uruguay, que el equipo precisa crecer. Que no se terminó redondeando en ninguna de las dos primeras fechas una producción convincente: ni en ataque ni en defensa.

Justamente, potenciar el cerrojo resulta vital para que no ocurra lo que sucedió en Quito, donde el mediocampo no ofreció la protección adecuada a la línea de zagueros y eso fue una especie de invitación al “dale que se puede” para que Ecuador sumara muchas jugadas peligrosas y cuatro goles.

Potenciar la tarea defensiva no implica que se abandone la idea de tener un juego más fluido, que se apueste a la construcción y que ella tenga como regla básica la progresión organizada a través de la sucesión de buenos pases. Los jugadores para cumplir una función y la otra, la Celeste los tiene.

Si bien la ausencia de Federico Valverde afecta de manera especial ese doble efecto que se consigue con su fútbol, porque “Pajarito” logra redoblar la ofensiva y acentuar el cerrojo, es imposible no considerar que la inclusión de Lucas Torreira por el pasillo central puede contribuir para que por adentro Colombia no tenga una tarea tan sencilla de quebrar al fondo uruguayo.

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Será vital que se logre el mejor entendimiento con Rodrigo Bentancur y, también, que los mediocampistas que cubran las bandas -donde está el fuerte cafetero- logren tener un recorrido tan largo como el que, por ejemplo, suele ejecutar Juan Cuadrado en el dueño de casa.

Esto es vital. Y la lección debió aprenderse. A Matías Viña, por dar un ejemplo, no lo pueden entregar en bandeja como ocurrió en Quito, donde le hicieron un 2-1 matador. Uruguay tiene que cuidar los pasillos exteriores y así tendrá mayores posibilidades de sostener el cero en su arco.

Arriba, con el regreso del “Matador” Cavani junto al “Pistolero” Suárez, hay armas para hacer rugir a Uruguay.