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Clave... ¡y líder! La mejor versión de Guzmán

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Guzmán Pereira en una de las batallas en el mediocampo

PEÑAROL

En un arranque muy irregular del nuevo Peñarol, apareció Guzmán Pereira para sacar las papas del fuego. Fue el jugador de rendimiento más parejo y también aprovechó para seguir demostrando por qué los demás entrenadores confiaron en él: un capitán de perfil bajo.

Guzmán Pereira en una de las batallas en el mediocampo
Referente. Cuando el “Cebolla” no estuvo desde el vamos, como el último partido contra Atlético Paranaense, llevó la cinta. Foto: Reuters

Cambia, todo cambia... Guzmán Pereira revirtió la historia. Cambió silbidos por aplausos, se ganó la consideración del público y hoy ocupa un rol mucho más protagónico en la interna del plantel de Peñarol.

El volante llegó al club a mediados de 2016 en medio de una puja con Nacional. En ese momento con presente en la selección, optó por los aurinegros. En su primer semestre en el club alternó más malas que buenas, como el resto del equipo. Peñarol se despidió rápidamente de la Sudamericana y terminó antepenúltimo en el Uruguayo. Jorge Da Silva, quien insistió por su contratación, se fue en la séptima fecha y el plantel quedó a cargo de forma interina de Fernando Curutchet. A pesar del cambio de mando él se mantuvo en la cancha. Le cambiaron a su compañero en la contención (Ángel Rodríguez, Nicolás Freitas), pero ninguno lo sacó.

Para el 2017 llegó “Leo” Ramos. El equipo peleó el Apertura, pero se desinfló en las últimas fechas y terminó eliminado en la fase de grupos de la Libertadores. Guzmán volvió a ser una fija. Su compañero en la contención fue rotando entre Rodríguez y Marcel Novick. Sin embargo, los malos resultados fueron colmando la paciencia de los fanáticos y Pereira fue uno de los apuntados. El DT lo respaldó públicamente en más de una oportunidad y siguió apostando por él a pesar del murmullo que se generaba en las tribunas.

La historia comenzó a cambiar recién para el segundo semestre. Peñarol sacudió el mercado con contrataciones rutilantes para ir definitivamente por el Campeonato Uruguayo. Entre ellas apareció el nombre de Walter Gargano. El “Mota” se sumó al doble cinco y ahí sí Guzmán logró parecerse al volante central que en sus comienzos deslumbró en Wanderers. Sin embargo, Ramos tomó una de las decisiones más difíciles. Cuando comenzó a ganarse a la gente, lo sacó de la oncena y puso al “Cebolla” Rodríguez por el centro. Guzmán se la aguantó, con la mejor cara, y se transformó en el primer cambio. Terminó siendo clave en la obtención del Uruguayo y también en la Supercopa de este año. Yendo desde el banco, encontró la tranquilidad que no tuvo en el primer año en la institución.

Sin embargo, el 21 de marzo recibió la mochila más pesada. Gargano se rompió los ligamentos de la rodilla y toda la responsabilidad volvió a recaer en él. Se la aguantó y respondió. Con su característica entrega siguió sumando aplausos aun cuando el equipo fue bajando notoriamente en su rendimiento.

Ni que hablar en esta nueva era con Diego López. En un inicio muy irregular (un empate, una derrota y un triunfo), fue el punto más alto. El más parejo. Bancó todo en los dos primeros encuentros, cuando más flojo anduvo el aurinegro, y también volvió a evidenciar el papel que ocupa en este grupo. Gana Peñarol y evita las cámaras, pero cuando el equipo pierde, es de los primeros en salir y poner la cara. Por ejemplo, en Curitiba tras el 0-2 contra Paranaense fue el único jugador que atendió a los medios. Eso también le valió llevar en varias oportunidades el brazalete de capitán cuando no estuvo el “Cebolla”.

Es la mejor versión de Guzmán. Está con confianza. Con 70 partidos como aurinegro, se siente el dueño del mediocampo. Con el ejemplo, se ganó dos renovaciones en el club, jugó con los cuatro entrenadores que pasaron y hoy es uno de los líderes.

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