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Un clásico frío y sin café: qué pierden los vendedores del Estadio Centenario sin público

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vendedores

DAÑO COLATERAL

El domingo no habrá público en las tribunas y los vendedores del Centenario se quedarán sin la esperada venta del día de partido entre Nacional y Peñarol. Las pérdidas pueden llegar a 70.000 pesos.

"¡Café, café!”, el clásico grito no se escuchará el domingo en el Centenario. No sólo los hinchas de Nacional y Peñarol esperan el clásico con ansias. También lo hacían los vendedores de café, chorizos, churros, refrescos o tortas fritas. Lo hacían, porque esta vez el clásico se jugará sin público. Y no habrá posibilidades de conseguir la tan esperada venta.

Luis Mezzetta fue el concesionario de la venta de café en el Estadio Centenario hasta hace dos meses. Trabajó en el histórico escenario durante 42 años. Bancario de profesión, Mezzetta se enteró que la venta de maní y papas fritas estaba vacante en el Centenario. “Nadie la quería porque decían que no se vendía nada. Arrancamos con eso y vendimos una barbaridad”, contó el hombre de 83 años.

Después ganó la concesión de las confituras y el café. Últimamente, también estaba a cargo de la venta de churros y tortas fritas.

A diferencia de lo que se podría pensar, no era en el partido clásico cuando más se vendía. “Se complica porque hay tanta gente que a los vendedores les cuesta caminar en las tribunas. Con más de 40.000 personas se complicaba. Y, además, los hinchas están mucho más metidos en lo que pasa en la cancha que en otros juegos. Los partidos en que más se vendía era en los de la Selección. Y los de los grandes cuando jugaban frente a un equipo menor. Con Defensor Sporting, Wanderers y River Plate, había buena venta”, contó Mezzetta, quien llegó a tener 45 vendedores y en los últimos tiempos se arreglaba con diez.

Mezzeta
Luis Mezzetta trabajó durante 42 años en el estadio Centenario. Se retiró hace dos meses.

Los pulmones nos quitaban mucha venta, sobre todo el de la Olímpica, la tribuna en que más se vendía. En la cabeceras la cosa no era buena y, además, nos robaban la recaudación”, afirmó con tristeza y aseguró que el clásico sin publico puede hacerles perder unos 60 o 70.000 pesos.

“Se recauda y se arriesga también. Y se paga la concesión. Pero haciendo el promedio el negocio es bueno”, explicó y no negó que extraña su actividad. “Hoy estoy acá sentado en mi sillón. Aún sigo trabajando con algunas cosas: las domas en el Prado, la Exposición Rural, el Carnaval y San Cono. Pero bueno, a los 83 años ya era hora de descansar un poco”, reconoció sin ocultar un cierto sabor agridulce. Y admitió: “Hubiera querido seguir sí, pero me entregué con las complicaciones del fútbol”.

Si habrá vivido partidos el empresario en 42 años: Eliminatorias, Copa América, el Mundialito, así como espectáculos musicales y de otra índole. Y recordó como su jornada de mayor venta un partido entre Uruguay y Perú por las Eliminatorias en el año 1980. Y también la visita del Papa Juan Pablo II en 1988. “Lo recuerdo no sólo por la buena venta sino por la trascendencia del hecho. Y el Mundialito del 80 fue espectacular”, evocó con nostalgia.

Vendedores

La venta de chorizos, hamburguesas, panchos, refrescos y agua está en manos de una empresa familiar que tiene la concesión desde 1974. Trabajan con ellos 80 personas que fueron enviadas al Seguro de Paro en marzo y ahora se les extendió por tres meses más. “Esto nos pegó muy fuerte. Por suerte contamos con esa herramienta que ayudó. Es gente que está esperando el fin de semana para hacer un manguito y para muchos es su único trabajo”, contó Pablo, el encargado de la empresa que también está en el CDS.

“La venta ya venía bajando, sobre todo al no jugar más los grandes en el estadio”, lamento. “Por lo general en los clásicos y los partidos de la Selección es cuando más se vende. Más si es un clásico que define un campeonato. Pero hay muchas variables que influyen en la venta en el estadio, no es lo mismo que en un comercio establecido. Tiene que ver el horario, el frío, el calor, la lluvia. A veces pensamos que vamos a vender muy bien y cae una bomba de lluvia media hora antes y nadie come ni toma nada”, explicó.

“Para nosotros lo ideal es que el grande haga un gol a los 40’ cuando juega contra un chico. Y lo mismo cuando juega Uruguay. Se refleja en el estado de ánimo de la gente que aprovecha el entretiempo para comprar”, añadió quien no quiso dar cifras sobre los chorizos o refrescos que se venden en un día de clásico.

El tema de la seguridad también influyó en el descenso de las ventas porque muchos dejaron de ir al fútbol. Pero las cosas cambiaron desde el llamado clásico de la garrafa que no llegó a jugarse en noviembre de 2016. “Por suerte después de lo de la garrafa, que era nuestra, cambió totalmente. Hace cuatro años que el tema está controlado”, finalizó Pablo, el encargado que está deseando que el público regrese al estadio cuanto antes, aunque sea en menor número.

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