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Clásico 1969: El día que nació el gran Nacional del 71

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Foto: Archivo El País

HACIENDO HISTORIA

Hace 50 años, el tricolor cortó con un claro triunfo ante su rival un largo ciclo adverso. Y comenzó su propia época, que lo llevaría a conquistar todos los títulos.

La génesis del Nacional 71, uno de los más grandes equipos que tuvo el club, campeón uruguayo, de América y del mundo, puede rastrearse tan lejos como hasta el verano de 1966. Pero hubo un día que quedó claro ante todos que había nacido un conjunto ganador, capaz de marcar época. Hace ahora 50 años, un clásico marcó el fin de un ciclo y el comienzo del otro.

El 28 de septiembre de 1969, Nacional venció 2 a 0 a Peñarol. Fue el primer triunfo tricolor en un clásico por el Uruguayo en nueve años. Y prácticamente definió el torneo de esa temporada. “Un Nacional del que ya no caben dudas, es un gran equipo. Lejos, el mejor que pisa canchas uruguayas. Un Nacional que ayer no solo rompió una brillante tradición aurinegra en copas Uruguayas, sino que inicio su despegue hacia las cumbres”, escribió, con indudable visión de futuro, Alberto Silvio Montaño en El País.

Ese plantel albo, que combinaba fuerza, habilidad, temperamento y gol, había comenzado a armarse lentamente a comienzos de 1966, cuando llegaron los jóvenes Julio Montero Castillo de Liverpool y Julio César Morales de Racing. Poco después se sumaron Víctor Espárrago desde Cerro y Juan Martín Mugica desde Rampla. Y Juan Carlos Blanco fue ascendido desde las inferiores.

Un año más tarde se sumó Luis Ubiña, ya con una trayectoria en sus espaldas en Rampla. En 1968 llegaron el brasileño Manga de Botafogo, el chileno Ignacio Priero de la Universidad Católica y el catamarqueño Juan Carlos Mamelli desde Belgrano de Córdoba, más Atilio Ancheta e Ildo Maneiro de las divisiones menores. A comienzos del 69, el club concretó un pase de sensación: Luis Cubilla, notorio ex Peñarol, pidió pase desde River argentino.

Esa paciencia en la forja de un equipo sería imposible hoy pero también tuvo su mérito en su época, porque los resultados fueron inicialmente esquivos, incluyendo dos finales perdidas por la Copa Libertadores.

La segunda vez, en ese mismo 1969, el equipo tricolor -dirigido por el brasileño Zezé Moreira- cayó ante Estudiantes sin poder marcarle un gol. Para solucionarlo, se contrató al goleador argentino Luis Artime, que vino de Palmeiras por una fortuna para el medio y para ese tiempo. Con él, ya estaba el escuadrón listo para salir a escena. Y con el Uruguayo de 1969 se puso en marcha.

Peñarol, en cambio, tuvo un inicio de campeonato lleno de tropiezos. Dos semanas antes del clásico había perdido su invicto de 56 partidos oficiales ante Liverpool en Belvedere. Pero sobre todo vivía la conflictiva renovación del plantel que buscaba el técnico brasileño Oswaldo Brandao. Estaban afuera del equipo titular dos símbolos como Néstor Goncálvez y Alberto Spencer. Y para el encuentro frente a Nacional faltaban además Ladislao Mazurkiewicz y Pablo Forlán.

Foto: Archivo El País
Foto: Archivo El País

Fue un día gris, húmedo. Con 41 mil entradas vendidas, una cancha pesada y el arbitraje del entonces ascendente Ramón Barreto, Nacional jugó con Manga; Ancheta, Emilio Álvarez; Ubiña, Montero Castillo, Angel Brunel; Ignacio Prieto, Maneiro (después Ruben Techera), Celio Taveira, Artime y Morales (Cubilla). Peñarol lo hizo con Ernesto Guerrini; Elías Figueroa, Roberto Matosas; Omar Caetano, Julio César Cortés, Manuel Fonseca; Nilo Acuña, Pedro Rocha, Héctor Silva (Julio César Abbadie), Ermindo Onega (Milton Viera) y Juan Joya. Como detalle estadístico, fue el primer clásico oficial con cambios de jugadores, pues la reglamentación había cambiado esa temporada.

Zezé prefirió un esquema de espera, con un mediocampo muy poblado (el entrenador era criticado por ser “muy defensivo”). Por esa razón Cubilla fue al banco. Además de Montero y Maneiro, reforzó esa zona con el polifuncional chileno Prieto e hizo retrasarse muchas veces a Morales, dejando arriba a Celio y Artime. Claro, Nacional llevaba tres puntos de ventaja en la tabla y Peñarol estaba obligado a ganar para descontarla, en un tiempo en que los clásicos en los hechos definían los campeonatos.

El aurinegro se estrelló contra ese muro, mientras el tricolor aguardaba su oportunidad. Y llegó a la media hora de juego. Ubiña lanzó un centro al área rival y se inició una serie de rebotes, hasta que la pelota derivó a los pies de Celio, que la colocó contra un palo.

El gol reforzó el esquema de Zezé, en tanto Peñarol comenzaba a desarmarse del todo. Sobre la hora, Ubiña se mandó un pique por la punta en contragolpe. El centro rebotó en el arquero Guerrini y Artime, sobre la línea del gol, aseguró de cabeza la victoria.

“Después de tantas derrotas en la Copa (Uruguaya), Nacional quebró por fin el embrujo. Y lo quebró sin apuros, consciente de su superioridad, dominando todas las situaciones de juego”, escribió Davy en El País.

Nacional terminaría ganando ese Uruguayo por amplio margen y casi en carácter de invicto. Perdió esa condición en el último partido, ante River: Moreira se había ido a pasar la Navidad a Brasil y licenció a todos los extranjeros del equipo. Esa decisión le costó el puesto al técnico.

En su lugar fue designado Enrique Fernández, pero duró poco. Y entonces fue llamado Washington Etchamendi. El paciente rompecabezas del Nacional 71 terminó de armarse con el Pulpa.

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