Ganó Wanderers y levantó polvareda en Nacional. Perdió River, y no pasó nada. Dos realidades de los equipos que hoy están en boca de todos por su apuesta futbolística, por ese proyecto que apostaron sus dirigencias con Alfredo Arias y Guillermo Almada.
Esa el gran diferencia de los chicos y los grandes. Y si Wanderers no ganaba, tampoco hubiese pasado nada, pero si River hubiese vencido a Peñarol, hoy el aurinegro era un hervidero, una olla de grillos, como se dice vulgarmente. Es mucho más fácil apuntalar un proyecto a largo plazo en un equipo chico. No hay presión de ningún tipo. Ni para el técnico, ni para los jugadores y menos para los dirigentes.
En un grande, se vive el día a día. Y los resultados mandan. Pesan demasiado. Y sino, pregúntenle a Gutiérrez. Campeón de punta a punta del Apertura, y hoy es poco menos que el peor entrenador del mundo.
DESDE EL ARCO