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La “Champions del Sur” fracasó

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Foto: Reuters
STRINGER

VIOLENCIA EN EL FÚTBOL

Libertadores 2018: varios errores administrativos de la Conmebol y una final marcada por la violencia.

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Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol desde 2016, proyectó a lo grande, soñando con convertir a la Copa Libertadores en una especie de Champions League del sur, incluyendo una final única, al estilo europeo.

“A partir de 2019, la Copa Libertadores se definirá en una apasionante final única, transmitida en un horario estelar desde un campo elegido con antelación. Más que un partido, este será un gran evento deportivo, cultural y turístico que traerá grandes beneficios para el fútbol sudamericano, sus clubes y sus aficionados”, declaraba el dirigente paraguayo a comienzos de 2018.

Pero antes de llegar a ese futuro esplendoroso había que jugar la Libertadores 2018. Y el torneo, que mostró fallas administrativas en varias etapas de su disputa, permitiendo que actuaran futbolistas suspendidos mientras otros que estaban habilitados no jugaban “por las dudas”, estalló este fin de semana con los incidentes que impidieron la realización de la segunda final River-Boca.

Esta definición, justamente, iba a ser la última con partido y revancha en los estadios de los finalistas. Un River-Boca, final inédita, parecía asegurar un marco espectacular para esa despedida. Pero resultó un acontecimiento demasiado complejo y peligroso, un gigantesco barril de pólvora que terminó estallando.

La Libertadores mantiene su atracción como principal torneo continental, pero no logra desprenderse de su pasado, con incidentes dentro y fuera de las canchas, presiones a los árbitros, maniobras de dirigentes e impericias de los encargados de la seguridad.

En la historia hubo episodios peores, en los cuales peligró realmente la vida de los protagonistas de los partidos. Muchos de ellos ocurrieron en la década de 1960, cuando la competencia comenzaba a andar, los organismos de seguridad no estaban adecuadamente preparados y la televisión no mostraba todos los detalles de cada partido. Pero en tiempos recientes también hubo problemas muy graves.

Ya en la primera edición, en 1960, jugadores y dirigentes de Peñarol, sufrieron una lluvia de proyectiles luego de alcanzar el título ante Olimpia.

En 1962, cuando se disputaba la segunda final Santos-Peñarol en Santos y el equipo uruguayo ganaba 3-2 bajo un clima hostil, el árbitro Robles fue derribado de un botellazo. Para que todos pudieran salir vivos, Robles dio por terminado el partido pero el juego siguió, sin que el público supiera que ya no valía oficialmente. Aunque el equipo brasileño logró un empate que sus hinchas celebraron, el triunfo fue adjudicado al aurinegro.

Cuando Nacional disputó las finales de las copas de 1969 y 1971 ante Estudiantes de La Plata, su ómnibus sufrió pedreas y agresiones por parte de los hinchas locales. Para ingresar al campo, además, se pasaba por un estrecho pasillo separado del público local por un frágil alambrado. A Peñarol, en la final con River en 1966, ni siquiera le enviaron el bus y el plantel tuvo que llegar al Monumental en taxis y autos particulares. Los tricolores también recibieron agresiones en Asunción frente a Guaraní en 1968.

Boca-Sporting Cristal de 1971 no finalizó debido a una gresca de la cual participaron casi todos los jugadores.

En 1979, el árbitro brasileño José Roberto Wrigth tuvo que refugiarse durante varias horas en el vestuario del estadio de Cochabamba, ya que hinchas del Jorge Wilstermann querían agredirlo por haber expulsado a varios jugadores del equipo en su partido ante Olimpia. Finalmente el juez escapó vestido de mujer para pasar inadvertido ante la turba enfurecida.

En 1989, el cartel de Medellín intentó sobornar y luego amenazó de muerte a los árbitros de los partidos que el Atlético Nacional local disputó en su estadio ante Danubio (semifinal) y Olimpia de Paraguay (final). Un año más tarde, quien sufrió amenazas fue el árbitro uruguayo Juan Daniel Cardellino. Recién entonces reaccionó la Conmebol y prohibió a los equipos colombianos jugar partidos por la Libertadores en estadios de su país por dos años.

En 2004, el estadio Azteca de México fue escenario de otra gresca generalizada cuando jugadores del América local reaccionaron a provocaciones de sus rivales del Sao Caetano de Brasil. La hinchada mexicana entró a la cancha para atacar a los visitantes usando hasta una carretilla.

En 2015, cuando los futbolistas de River estaban ingresando al campo de juego de Boca para el segundo tiempo del encuentro por octavos de final, un grupo de hinchas boquenses los agredió lanzándoles gas pimienta. No se jugaron los 45 minutos que restaban y Boca fue eliminado de la competencia, además de recibir varios partidos de suspensión. La sanción, sin embargo, fue levantada por una amnistía dispuesta para “celebrar” los cien años de la Conmebol.

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