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La Celeste no destiñe

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Grito sagrado. Cavani y el festejo de su gol, el del 1-2. Foto: AFP
VANDERLEI ALMEIDA

Uruguay tiene más que un equipo; tiene un plantel y por eso juegue quien juegue no pierde las formas.

"Si usted considera solo el primer tiempo, de repente el resultado final es injusto, pero si considera el segundo tiempo, quizá también lo es". (Tabárez en respuesta a un periodista brasileño)

Pasó Brasil. Quedó atrás, pero no del todo, porque antes de dar vuelta la página para empezar a pensar en Perú hay que valorar lo que se hizo en el Arena Pernambuco ante 45.000 personas. Se logró un empate con sabor a victoria. Y eso es lo más resaltable. Por la forma en cómo se dio, por la remontada, por ese espíritu de lucha que volvió a mostrar esta selección y por esos jugadores que parecen estar hechos a la medida para este tipo de partidos, como Luis Suárez y el "Tata" González.

Guste o no, siempre rinden; siempre están y dejan su sello en la cancha. Cada uno en lo suyo, pero pilares de un equipo que pareció deshilacharse apenas empezó el partido y terminó tan fuerte como una madeja, hasta con chances de llevarse un triunfo que pudo haber sido épico por las condiciones en que se enfrentó el duelo con los dueños de casa.

"Estos futbolistas saben sufrir, saben pasar malos momentos, pero no se caen. Ni fueron un desastre en el primer tiempo ni fueron unos fenómenos en el complemento. Nos vamos conformes por esas circunstancias del primer tiempo que podían augurar un resultado diferente", dijo un sereno Tabárez en la conferencia de prensa.

Justo él, que con un solo movimiento y una variante generó un cambio táctico clave para que Uruguay empezara el segundo tiempo con otra postura y otra actitud.

"La experiencia de Tabárez volvió a tener incidencia en el partido. El ingreso de González fue muy importante. Brasil ya no jugó libremente", dijo Junior, el excrack de la selección brasileña, hoy devenido en comentarista de Rede OGlobo.

Tabárez sigue vigente, tan vigente que con esa lectura del primer tiempo supo qué y cómo había que cambiar un partido que era adverso desde todo punto de vista.

Ese cambio, o esas variantes a lo largo del complemento, fueron parte de esa remontada que encabezaron los jugadores dentro de la cancha, pero que se inició en esa charla íntima del entretiempo en el vestuario.

"Se podrá perder, ganar o empatar, pero este grupo siempre la va a pelear; siempre la va a luchar. Ya lo ha demostrado", tiró un feliz Wilmar Valdez en la puerta del camarín celeste. El presidente de la AUF definió acertadamente a la selección. Una selección que está en pleno proceso de recambio generacional y que además sufrió bajas en todos los partidos de las Eliminatorias.

El camino empezó complicado, sin Suárez ni Cavani, pero se ganó por primera vez en la historia en La Paz y se perdió ajustadamente en Quito. Después tuvo una gran actuación ya con Cavani en el ataque ante Colombia y Chile, pero cuando todo parecía marchar sobre ruedas, las lesiones empezaron a caer en efecto dominó en los defensas. Godín, "Josema" Giménez, Velázquez…. Ya con las reservas hechas, Tabárez echó mano a viejos conocidos y no se equivocó.

El grupo permaneció inalterable, unido, con fe y con ese coraje de anteponerse a la adversidad logró lo que nadie imaginó: remontar un 0-2 ante Brasil de visitante.

"Ni fueron un desastre en el primer tiempo, ni unos fenómenos en el segundo", tiró Tabárez en la conferencia refiriéndose a sus jugadores. Y tuvo razón. Sólo el coraje, el amor propio, la entrega y esa lucha de los cracks como si fuesen obreros de overol, hizo posible que la Celeste brillara como nunca y no se destiñera con una goleada en Brasil.

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Grito sagrado. Cavani y el festejo de su gol, el del 1-2. Foto: AFP

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