El llanto de Conde, la ‘picadita’ de Sebastián Fernández, la clase de Polenta, las palabras de Munúa. Es verdad: este plantel le devolvió la mística copera al tricolor y fue uno de los grandes protagonistas de esta Copa Libertadores 2016.
Dejó por el camino al Palmeiras, a Corinthinas, dos grandes de Brasil, y estuvo a un penal de eliminar a Boca en la tan temible Bombonera. Un penal, sí, tan duro como real, pero aún con la eliminación a cuestas, Nacional recuperó su ADN. Fue durísimo. Un rival que le jugó de igual a igual a todos tanto de local como de visitante. Que siempre fue al frente, que jamás especuló ni se refugió en su cancha a defender colgándose del travesaño, esa ‘táctica-murciélago’ empleada en más de una ocasión por muchos equipos uruguayos.
Nacional fue fiel a su historia. Fue grande entre los grandes, y se fue de la Copa con la frente en alto, sin excusas ni ricriminaciones, sorteando paperas, lesiones y suspensiones, pero siempre con la misma propuesta, con un estilo definido y fútbol competitivo.
Que la eliminación no sea una piedra en el camino elegido. Cayó el telón. Aplausos para todos.
DESDE EL ARCO