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La burbuja de la Copa en medio del caos en Brasil

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Juan Pablo Romero
Darwin Borrelli

BAJO LOS TRES PALOS

Juan Pablo Romero

En el viaje del aeropuerto de Cuiabá al Hotel Deville, donde se está hospedando el equipo de El País y donde anoche llegó la selección uruguaya, nos topamos con una gran manifestación por el centro de la ciudad que es la capital del estado de Mato Grosso. Los manifestantes pedían la renuncia del presidente de Brasil Jair Bolsonaro, increpándole por el mal manejo de la pandemia.

Ayer Brasil fue noticia: superó la línea de los 500.000 fallecidos (¡sí! ¡500.000!) y quedó solo por detrás de Estados Unidos en el fatídico análisis de los muertos por país. En las últimas 24 horas Brasil reportó 82.288 casos nuevos de COVID-19.

Mientras, se está jugando la Copa América en una situación inédita: estadios vacíos, apenas con el sonido de imitación de hinchas que pone la organización, sin color, sin fanáticos recibiendo a las delegaciones, y con unos pocos periodistas, a quienes la Conmebol obliga a hisopar previo a cada partido (con lógica) pero hay que hacer malabares para encontrar un laboratorio abierto un fin de semana, en algo que no planificó la organización.

La Copa América es una burbuja dentro de un país donde las cosas no están bien. Quizás los jugadores tenían razón, y este certamen se debió postergar para cuando las cosas mejoraran.

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