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Tiene muy buena pinta

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Foto: EFE
LARRY W. SMITH

SELECCIÓN

La capacidad de los jugadores revela que hay chances de crecer.

Nada más que un partido, es cierto, pero muchas veces es suficiente para comprobar que la identidad está intacta y que la búsqueda de la evolución continúa. Aunque no estaba Óscar Tabárez y la dirección del equipo le correspondió a Fabián Coito, la presentación frente a México dejó ver que la capacidad técnica de los jugadores permite concluir que la Celeste sigue teniendo buena pinta.

Alejados de las discusiones, de la defensa de sus derechos y del espantoso entuerto en el que se metió el fútbol uruguayo en su totalidad, en el NRG Stadium de Houston quedó en claro que Uruguay tiene una Selección que está vigente y firme. Con armas para pelearle a cualquiera y como para seguir haciéndose respetar en cualquier escenario o torneo. Que no significa que vaya a ganar siempre, pero que refrenda que se lo puede incluir en la elite de los adversarios temibles.

Sí, también es verdad, como en toda observación que se pueda hacer de un partido de fútbol es claro que hay lados buenos y de los otros, pero algunos de esos malos ocasionalmente aparecieron por una determinación de los jugadores de ir en pos de otro estilo de juego. Cuando eso ocurre -y a la espera de un ensamble cada vez más perfecto- siempre se corren riesgos, muchos más cuando lo que se busca es llegar el arco de enfrente con el mayor poderío posible.

Lo más notorio, en ese repaso de lo bueno y lo malo que pueden dejar 90 minutos de juego donde se hicieron cuatro goles, pero el arquero también fue figura, es que la Celeste tiene calidad técnica. Y varios de sus jugadores están haciendo su aporte para lograr que la pelota siempre salga bien jugada desde el fondo o dar un paso más con la pelota para recién aprovechar el espacio que se pudo generar con otros movimientos.

En el podio más alto de este rubro es imposible no colocar a Rodrigo Bentancur. Juega con una tranquilidad poco común y ya empieza a hacer entender a sus compañeros que la pausa puede ser tan beneficiosa como la verticalidad de un pelotazo veloz hacia los hombres de arriba. Es más, se ganó el derecho a que le tengan paciencia por su buen control de balón, rubro al que también se acoplan Matías Vecino y Lucas Torreira.

Pero, además de calidad en el manejo del balón, es innegable que por más que pasen los partidos y los adversarios conozcan al dedillo lo que pueden hacer los uruguayos en el área, su juego aéreo sigue siendo descomunal. Decisivo y ganador. Otra vez José María Giménez sacó a relucir sus impresionantes saltos para meter un nuevo cabezazo de gol.

Uruguay tiene, también, una mentalidad brutal. Es fuerte en un rubro difícil de lograr y lo mejor de todo es que esto aparezca hasta en los partidos donde lo único que hay en juego es el honor o contra equipos que supuestamente están debilitados.

En el pasado la motivación anímica solía llegar en su mejor versión cuando el equipo de enfrente demandaba un esfuerzo extra para poder hacerle partido. Contra un México devaluado por ausencias, los uruguayos jugaron enchufadísimos. Cometiendo errores defensivos, sí, pero afrontando el partido con las pilas bien cargadas.

Que el equipo no pierda la convicción de que hay que ir por otro camino, que se maneje sin nervios la pelota, tratando de salir desde el fondo con Diego Godín o que la pelota vaya nuevamente a Fernando Muslera para buscar otro camino de salida, es entusiasmante.

De la misma manera que es notorio que ese clima grupal termina beneficiando los trabajos individuales. Y es bueno resaltar algunos de ellos, fundamentalmente porque terminan armando el paquete de forma completa.

Dejemos de lado lo que fue más evidente (Muslera y Suárez), y pasemos a otras tres tareas que merecen darle valor.

La presencia de Diego Laxalt volvió a ser muy positiva. Con su trabajo de largo recorrido y su velocidad para llegar cuando parece que es poco probable que lo haga, el actual futbolista del Milan aporta muchísimo en ataque y es garantía de progresión clara.

Gastón Pereiro aprobó su prueba de fuego y no por la conversión de un gol, sino por la confianza que tuvo para eludir rivales o encontrar un lugar por el cual ingresar pese a estar rodeado de dos o tres adversarios.

Jonathan Urretaviscaya se lució ofreciéndose siempre abierto para ser receptor de pase y atacar por afuera. Veloz en carrera y en la toma de decisiones.

Queda claro, el rumbo está definido. Es inevitable que se avance de esta forma porque así lo promueven las características de estos jugadores. Por eso, el futuro también pinta muy bien.

Se volvió a convertir un gol de cabeza

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Se pueden sufrir consecuencias por algunos errores, como aquellos que dejaron a Uruguay fuera de Rusia 2018, pero es evidente que el potencial que tiene la Celeste en el juego aéreo sigue marcado a fuego. Los rivales saben que esa es una gran arma de ataque de los uruguayos y no encuentran la forma de contrarrestarla. Ese rubro sigue transmiendo mucha confianza y tranquilidad.

El equipo los acopla bien y confianza crecen

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Jonathan Urretaviscaya y Gastón Pereiro no habían podido defender con rendimientos sus presencias en la Celeste. Ante México despejaron dudas, porque los dos lograron destacarse. Cuando entran en el andamiaje del equipo, cuando empiezan a disminuirse los nervios de los estrenos, se ponderan las virtudes de todos. Ambos dejaron buenas señales para el futuro.

Control del balón con inteligencia

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Cada vez más distancia se toma de la única acción ofensiva que se le conocía a Uruguay: el envío largo para Suárez y Cavani. Se busca organizar el juego desde el fondo y para ello ya es clave el respeto por la posesión. El gran abanderado por tranquilidad para jugar es Rodrigo Bentancur, pero en la misma tónica entran Matías Vecino, Lucas Torreira y Diego Godín.

La consistencia defensiva debe ser más fuerte

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Por momentos Lucas Torreira quedó muy solo para cortar el juego de México, pero ese es un aspecto que puede y debe ser mejorado. Los aztecas, con un equipo renovado, encontraron muchos espacios para llegar hasta el fondo de la defensa celeste y por eso Fernando Muslera terminó convirtiéndose en una de las figuras del equipo. Un rubro para trabajar en el Complejo.

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