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Dos en armas

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Peñarol-Plaza Colonia. Foto: Archivo El País.
Archivo El Pais

Peñarol y Plaza con la mira puesta en un duelo: es una final, una semi o un... alargue.

Final para Peñarol. Si puede. Semifinal para Plaza. También si puede, claro. Por ahí pasa, en lo previo, la incertidumbre que plantea el partido entre ambos; pero no sólo en lo que hace al significado del resultado, para uno y otro lado.

Quizá la esencia, el perfil, y tal vez hasta la decisión de este primer -y eventualmente definitivo- “chico” se encuentre emparentada con la manera que, tanto los aurinegros como los colonienses se mueven en el escenario de la definición del Campeonato Uruguayo. Cualquiera sea la instancia.

Esto es, resulta obvio que cada cual tiene sus armas, pero la interrogante radica en torno su utilización, y al objetivo buscado al emplearlas, que es un aspecto sobre el cual se plantea una situación singular, acaso: el partido puede ser una final, una semifinal, o también…un alargue; una extensión del que Peñarol y Plaza jugaron por la penúltima fecha del Torneo Clausura el domingo 29 de mayo pasado.

Es decir, cabe la posibilidad de que, frente al nuevo formato de “partido a morir”, aunque sea llegando a los penales, uno de los dos -o ambos- “baraje, corte y vuelva a dar las cartas”, dibujando un plano diferente a aquel en el que transcurrió el encuentro que ganó Plaza; pero tampoco hay que desechar la eventualidad de que este cotejo del próximo domingo sea la continuidad del anterior, al menos en el trámite.

En ese sentido, todo parece estar vinculado a las estrategias de cada cuadro. A Plaza le sirve pasar el “replay” del cotejo que lo consagró campeón del segundo torneo corto de la temporada; pero quién sabe si es lo “tácticamente correcto” en otra cancha: el Centenario; y Peñarol sabe que en esta oportunidad no juega a “todo o nada”, aunque si la definición se estira capaz que es una peligrosa señal de que su poder está debilitado y a merced de una hazaña del adversario.

Final, semifinal, o…alargue. La suerte del cruce no está echada, ni mucho menos, pero su decisión depende en gran parte de las armas que Peñarol y Plaza tienen y velan para hacer jugar -a su favor- cada una de esas variables.

PEÑAROL

A FAVOR:

Más puntas, menos marcas. En el partido anterior, Murillo jugó de punta, mientras Forlán y “Maxi” Rodríguez lo hicieron por afuera en tres cuartos de cancha. Ahora, con un 4-2-2 por el 4-1-2-1 del 29 de mayo, y con Rossi arriba, el colombiano puede estar más acompañado, y habrá una mayor desconcentración de marcas de la defensa contraria.

Menos individual, más colectivo. Valverde tiende más al armado de jugadas colectivas, y “Maxi” Rodríguez -se vio en el “Campeón del Siglo”- más a protagonizar incursiones individuales; ahora, “Pajarito” y Forlán, también proclive a la gestación conjunta, pueden generar ese tipo de llegadas, con el plus de tener dos, y no un solo punta, en quien descargarlas.

Los espacios libres, ¿ocupados? Nández y Novick jugarán en “doble 5”, mientras que en el partido pasado el “Vikingo” jugó de volante central, con Aguiar y el juvenil a los costados, y adelantados; así, podrían ocupar mejor los espacios libres que hubo en tres cuartos de cancha, por donde rotaron y arrancaron Milesi, Dibble, a veces Rivero tirado atrás, y Waller.

La vieja tradición y el nuevo “aire”. El peso de la tradición está del lado de Peñarol, y también el “aire” que tiene esta vez: en la anterior, si no ganaba, Plaza era campeón o quedaba en puerta; ahora, si pierde o empata, cuenta con otras oportunidades para conquistar el Uruguayo. Depende de la madurez y personalidad con las que maneje esto en la práctica.

EN CONTRA:

Un camino recto, pero peligroso. Si Peñarol ve el triunfo como el camino más recto para ser campeón uruguayo, juega de igual a igual y cambia ataque por ataque, le puede pasar como en el partido pasado; el penal de H. Novick se produjo pues, con un equipo armado para ir por la victoria, le tocó defender a un volante ofensivo, sin fundamentos de marca.

Dos pases de libre tránsito. Con Forlán y Valverde jugando por afuera, algo que le reporta flujo ofensivo pero no capacidad de contención en los laterales, Peñarol puede facilitar el paso a los desdoblamientos penetrantes de Furia por la derecha y las subidas profundas de Villoldo por el otro lado, dos armas que en el partido anterior fueron “mortales”.

Los triángulos de las Bermudas. Si Peñarol vuelve a dejar espacios entre zagueros y volantes, o en los huecos triangulares aparecidos a espaldas de los dos laterales, la velocidad, dinámica y penetración que tiene el circuito ofensivo que arman los pases de Milesi, y la rotación de Dibble, Rivero y Waller, pueden volver a descargar un huracán sobre la retaguardia.

El peso y la presión. El peso de cuadro grande está de su lado, pero depende de cómo lo maneje para que no se le vuelva en contra, y sea una presión que un equipo que no sobresale por su personalidad, tal vez no pueda superar. No juega en su estadio, donde constuyó una "mini mística" que se vino abajo como un castillo de naipes.

PLAZA

A FAVOR:

Por el medio, por afuera y por abajo. De Caseras para adelante, incluido Villoldo en la izquierda de la retaguardia, Plaza tiene jugadores de buen pie, que se mueven con dinámica. Individual y colectivamente, en ese rubro Plaza ya mostró que es más que Peñarol, y con mayores variantes de ataque: llega con profundidad por el medio, por afuera y por abajo.

Un revólver con municiones no habituales. La habilidad de Dibble tiene dos componentes no muy habituales en el fútbol de cabotaje: velocidad y verticalidad; sus diagonales pueden ser desestabilizadoras para una zaga que “lo sufrió” en el partido anterior, sin poder acomodarse ante sus arranques, y a veces cedió “segundas pelotas” en su esfuerzo por controlarlo.

Rotación y dinámica. Plaza se para con cuatro atrás; Caseras de volante central; Furia, Milesi y Waller más adelante; y Dibble y Rivero en el ataque. Un equipo dinámico: en el primer gol del partido anterior, el pase a Waller desde la izquierda, en el fondo de la cancha, lo hizo Furia, volante por derecha. Esa rotación desubicó a la defensa contraria.

De la obligación a la liberación. Plaza tiene que ganar, está obligado; pero, igual, la responsabilidad histórica de salir campeón es del cuadro grande. Si se quiere, incluso, llegó con algo más de presión al partido anterior, pues tenía prioridad para ganar el Torneo Clausura ya que llevaba dos puntos de ventaja. En general, jugará más liberado que el adversario.

EN CONTRA:

Las subidas y las bajadas. En el partido anterior, Aguirregaray y Olivera no subieron mucho, estuvieron atareados; pero…si Villoldo y Furia vuelven a soltarse ahora como la vez pasada, teniendo a Forlán y Valverde en sus zonas de influencia, a los laterales colonienses se les puede complicar si el “Vasquito” y “Maxi” suman presión por los costados.

Alguna señal de desajuste. Durante el partido pasado, pese a la superioridad sobre el rival, atrás Plaza tuvo desajustes fugaces, como en la jugada del gol de Murillo, que ahora que Peñarol pone un punta más, le pueden costar caro; Ferreira, por ejemplo, tuvo que cortar con faltas y hasta vio una amarilla cuando lo sacaron a cierta distancia del área.

Una dependencia y un antecedente. En ofensiva, Plaza depende bastante de la explosión individual de Dibble, que no es fácil controlarla y por eso es una interrogante saber qué pasa si un rival lo hace; pero…a Nacional, en Colonia, “lo mató” recién al final, durante 73’ lo neutralizó, y hasta ahí el equipo “pata blanca” había estado apagado en materia atacante.

El manejo de la ilusión. Plaza no tiene presión; o sí, pero en menor medida que Peñarol. Sin embargo, sueña; es legítimo y comprensible: tiene ilusión; y en este plano hay una contrapartida con forma de amenaza: hay que ver cómo procesa la ilusión, si no se pasa para el otro lado y al final sea tanta que lo abrume y lo aplaste.

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Peñarol-Plaza Colonia. Foto: Archivo El País.

CAMPEONATO URUGUAYOJORGE SAVIA

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