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El argumento clave de Uruguay para defender las cuatro estrellas

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Cuatro estrellas
Estefania Leal

TÍTULOS MUNDIALES

El fútbol olímpico de 1924 y 1924 fue abierto a todos los futbolistas y por lo tanto "mundiales absolutos"

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Para Pierre Arrighi, investigador exhaustivo de los procesos deportivos y políticos de la FIFA, el elemento clave para defender los cuatro títulos mundiales uruguayos es el carácter de “torneos abiertos” que tuvieron los certámenes de fútbol de los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, que los convirtió en “mundiales absolutos”.

En esos Juegos, al contrario de lo que muchos piensan, por decisión de la FIFA fue libre la participación de futbolistas profesionales y, de hecho, lo hicieron. Esto diferencia a las competencias de fútbol de los Juegos Olímpicos anteriores, que según la interpretación de historiadores vinculados a la FIFA a través de su Museo, constituyeron torneos mundiales de carácter amateur. Si se acepta ese criterio y se extiende a los Juegos de 1924 y 1928, a juicio de Arrighi serían títulos mundiales “de segunda división”.

Por ese motivo, él sostiene que la resolución de la FIFA en Cristianía (Oslo) de 1914 no es relevante e incluso puede ser contraproducente en la defensa de las cuatro estrellas de la camiseta celeste.

Además, asegura que el reconocimiento de los títulos mundiales uruguayos de 1924 y 1928 reforzaría la posición de la propia FIFA, que gracias a esos torneos pudo afirmar su control sobre el fútbol internacional.

Arrighi, franco-uruguayo, vive en Francia y ha investigado la génesis de los mundiales en los archivos europeos. De esa labor surgieron sus libros 1924, Primera Copa del Mundo de la FIFA y Los Juegos Olímpicos nunca fueron amateurs, entre otros. Este es un resumen de la entrevista realizada con Arrighi, via mail:

-Para defender los títulos mundiales uruguayos de 1924 y 1928, ¿por qué es clave la condición de que fueron torneos abiertos a todos los futbolistas, como usted señala?

-El relato de la Presidencia de la FIFA, que aparece en el reciente libro del Museo, dice que, al igual que los tres torneos olímpicos anteriores, 1924 y 1928 fueron campeonatos del mundo reservados a los amateurs. La discusión no radica pues en determinar si los títulos uruguayos fueron o no mundiales -en eso hay acuerdo- sino en saber si fueron torneos supremos o de segunda división. La Presidencia actual cataloga a todos los campeonatos olímpicos de la época como Mundiales amateurs, contradiciendo años de práctica de la Secretaría General. Concluye que Uruguay, como los otros vencedores del fútbol de los Juegos -Inglaterra y Bélgica- no tiene que enarbolar estrellas por sus títulos olímpicos. Está claro que cuando los comentaristas “demuestran” que 1924 y 1928 fueron Mundiales, no están resolviendo el tema. Lo que hay que explicar no es eso, sino el hecho que, rompiendo con los torneos olímpicos anteriores, 1924 y 1928 fueron reglamentados como abiertos a todos los futbolistas.

-¿En qué se equivoca la Presidencia de la FIFA?

-Diferenciar campeonato amateur y campeonato absoluto es correcto. En fútbol hay profesionales desde 1885. ¡En Francia la Liga Profesional surge en 1897! En los años veinte, el asalariamiento del futbolista se impone en toda Europa, en USA y en Sudamérica. En consecuencia, un campeonato olímpico amateur, por más mundial que sea, no merece estrella porque es excluyente, cada vez más excluyente a medida que progresa el profesionalismo. Sin embargo, el relato de Infantino comete un grave error, inaceptable a mi entender, ya que justamente, la gran novedad histórica es que los torneos de 1924 y 1928 no fueron amateurs sino abiertos a todos los futbolistas, con reglamentos firmados por Jules Rimet que garantizaron la libre participación de todas las categorías. Ahí está la ruptura entre la FIFA anterior, anglo-belga y amateurista, y la nueva FIFA francesa, profesionalista y universalista. Es el gran avance.

-¿Es la resolución de 1914 lo que determina ese salto?

-De ningún modo. La moción de Cristianía -circunstancial y sin valor reglamentario- fue un texto de bloqueo dictado por los dirigentes ingleses y votado de mala gana. Dice: “La FIFA reconocerá el torneo olímpico como Campeonato del Mundo Amateur si se juega según sus reglas”. Esa resolución de 1914 tiene tres patas. Una positiva: anuncia el Mundial. Dos tremendamente negativas: impide que la FIFA ejerza el poder olímpico y la desciende al nivel de una federación amateur. En 1920, los ingleses se van de la FIFA y Rimet es designado presidente con plenos poderes. En 1921, en el Congreso Olímpico de Lausana, el francés vota en favor del ejercicio del poder olímpico por la FIFA y de la regla 20 según la cual “solo se aplicarán los reglamentos deportivos de las federaciones internacionales’. Estos incluyen necesariamente los criterios de admisión. Caen así las dos patas negativas de Cristianía. El reglamento de 1924, publicado en enero, pone definitivamente fin a dicho texto, al amateurismo y a la época inglesa. Es por eso que reflotar la retrógrada resolución de 1914 es negar el viento de la historia. Y no hay otra resolución similar en 1924 como se dice erróneamente en un boletín de la FIFA. El Congreso de París, reunido al margen del Torneo Mundial de Colombes, se limitó a oficializar una realidad: “Hasta los equipos olímpicos más amateurs presentarán gran cantidad de profesionales”.

-Muchas veces se piensa que salvo en Inglaterra, el fútbol del mundo de aquella época era amateur...

-Es una concepción equivocada. A partir de 1915 se autoriza a los clubes, incluso en Uruguay a emplear a sus jugadores. En Hungría el profesionalismo se instaura en 1910. En Francia 1913 prácticamente todos los clubes tienen jugadores británicos, yugoslavos, suizos, todos importados. En Checoslovaquia ocurre lo mismo. El torneo Interaliados de 1919 es profesional. En 1921 se crea la American Soccer League en la costa atlántica de  Estados Unidos que es ultraprofesional...

-¿En qué medida la defensa de las estrellas uruguayas es también la defensa de la acción de la FIFA de los años 20?

-En 1921, Rimet avizora una FIFA activa y universal. ¡Qué cambio después de quince años de inacción y de marcha atrás conceptual! En 1924, en el marco de una convocatoria olímpica planetaria, nace el primer abierto del fútbol olímpico. Esto, sumado a la presencia de los equipos de Uruguay y Estados Unidos, crea el primer Mundial absoluto del fútbol. Después de la final de Colombes, Rimet declara: “Quiero extender este campeonato del mundo creando preludios continentales”, o sea, las eliminatorias. Pero en 1925, el Congreso olímpico de Praga maniobrado por Gran Bretaña decide imponer -por primera vez en la historia- la exclusión de los deportistas asalariados. Rimet se subleva. Con increíble tenacidad, hace votar en los sucesivos congresos de la FIFA todos los textos estatutarios necesarios para garantizar la libre composición de los seleccionados en los campeonatos internacionales. En setiembre de 1927 los impone al Comité Olímpico Internacional como reglamento del campeonato de fútbol de Amsterdam. Es así que, muy subversivamente, salva el Mundial asegurando su carácter absoluto y Uruguay puede poner en juego su título. La obra de Rimet fue grande. Consistió en sacar los campeonatos olímpicos del amateurismo y ponerlos, sanamente, al nivel de campeonatos absolutos. Por lo tanto, retirarle las estrellas a Uruguay significaría también despojar a la propia FIFA de uno de los capítulos más gloriosos de su historia. Y dejárselas, no implicaría de ninguna manera que Inglaterra o Bélgica tuvieran derecho a hacer lo mismo.
 

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