DESDE EL ARCO
JOSÉ MASTANDREA
Me encanta que el resto de América hable de Messi, de Coutinho, de James Rodríguez, de Alexis Sámchez o de Arturo Vidal y nombren, casi por obligación, a Luis Suárez como una de las posibles figuras de la Copa América 2019.
Lo viví en la Copa América de Argentina en 2011, cusndo todas las miradas iban a “Chupete” Suazo, a Messi o Tévez y fue Suárez el que más descolló.
Lo mismo sucedió en la Copa Confederaciones de 2013 y el uruguayo volvió a demostrarle a todos que había que tenerlo en cuenta. Y que no lo bajaran del podio. Pero claro, en lo previo, poco y nada. Las palmas o los elogios se los llevan los demás. Aún hoy, siendo el goleador empedernido del Barcelona y el artillero histórico de la selección uruguaya, Suárez parece estar lejos del marketing internacional. Aparece casi por compromiso en las cadenas internacionales e incluso en los análisis de los periodistas deportivos extranjeros.
Mejor así, dirá Suárez, desde lo más íntimo. Le gusta que no lo tengan en cuenta porque sabe que a la larga o la corta van a terminar hablando de él.
Era “o terror” de los brasileños en la Copa del Mundo de 2014. Desde su debut ante Inglaterra (con dos golazos) hasta la famosa mordida a Chiellini, no querían cruzarse con Uruguay por Suárez y su afán goleador.
La campaña posmordida fue cruel, avalada por FIFA, claro y la sanción desmedida, inhumana.
Ojalá esta Copa América signifique una revancha para Luis. Que pueda demostrar su mejor cara y si se diera en una final contra Brasil, mejor que mejor.