“Cachavacha” dejó una buena impresión desde los números, pero nunca terminó de enamorar al hincha de Peñarol.
Diego Forlán cumplió. Hace un año atrás, cuando arribó al club, dijo: “Vengo para ser campeón”. Sin embargo, la temporada de “Cachavacha”, y de Peñarol en general, no fue color de rosa y por eso, el crack terminó dando un paso al costado tras la obtención del título. El barco tambaleó en más de una oportunidad a lo largo del Uruguayo y él tampoco pudo terminar de enamorar al hincha pese a que nunca fue blanco de críticas en los momentos más flacos del equipo.
Aunque aún le queden seis meses más de contrato, con un Uruguayo Especial y la Copa Sudamericana a la vista, el 10 cerró su ciclo en el club. “Ahora me voy a tomar unas vacaciones para pensar. Tengo seis meses más de contrato. Veremos...”, señaló el domingo de noche mientras festejaba el título acompañado de su pequeño hijo Martín, pero interiormente ya tenía la decisión tomada. Ayer mismo se lo comunicó al presidente Juan Pedro Damiani y hoy lo hará oficial en conferencia de prensa.
Las constantes críticas y la poca tolerancia del hincha uruguayo, en un Forlán acostumbrado a otro tipo de situaciones, desgastaron el ánimo del futbolista. Eso, sumado a que se sacó las ganas de salir campeón en el club de sus amores, terminaron de redondear su decisión.
“Está bien, hay que aguantar las críticas, pero se la agarran con el jugador como si fuéramos criminales. No se valora y no se respeta. Este campeonato lo tenemos bien merecido”, disparó en una especie de catarsis en medio de una conferencia de prensa.
Lo cierto es que desde las estadísticas, aunque en lo previo se podía esperar mucho más por su carrera deportiva, los números de Forlán son más que buenos. Marcó ocho goles, siendo el máximo anotador del equipo en el Uruguayo 2015-16, y dio 12 pases de gol por lo que intervino directamente en 20 de los 56 festejos de Peñarol en el año, es decir: prácticamente en 1/3 de los goles. Además, estuvo en los 31 partidos en el Uruguayo (fue titular en 29) acumulando 2597 minutos.
Por otra parte, se dio el gustazo de estar en un hecho histórico para todos los fanáticos aurinegros: la inauguración del nuevo estadio. Diego fue protagonista directo de la apertura del Campeón del Siglo, hizo el primer gol y tuvo el privilegio de ingresar a la cancha con su hijo.
En lo que refiere a lo negativo, le quedaron dos aspectos en el debe. En primer lugar, la mala campaña en la Copa Libertadores donde el equipo terminó eliminado en fase de grupos. Ni la expectativa que había por tener una buena participación ni la posibilidad de jugar este torneo por primera vez para él fueron suficientes para cambiar el rumbo de un Peñarol que nunca hizo pie en el certamen continental. En segundo orden, los clásicos. Empató los dos por el campeonato y perdió un amistoso en el verano. No fue un desastre ni mucho menos, pero estuvo muy lejos de destacarse en un partido de esta índole.
Se terminó el año para “Cachavacha” Forlán. Su carrera tomará otro rumbo. ¿Buscará la tranquilidad futbolística y familiar en una Liga como la de Estados Unidos? Parece la opción más probable aunque algunos todavía se animan a abrirle la puerta con un eventual regreso a Independiente que ahora conduce su amigo Gabriel Milito. Lo cierto es que, sin obligación alguna, vino a Uruguay, cumplió su sueño y el de su familia y se fue con el título de campeón. Hace varios años, cuando estaba en Atlético Madrid fue consultado por qué no besaba la camiseta del equipo “Colchonero” y respondió que “eso solo lo haría con la de Peñarol o la de la selección”. El gusto, se lo dio.
LO BUENO. Un Profesional 100%.
La cédula nunca pareció jugarle una mala pasada. Estuvo a disposición a lo largo de todo el Campeonato Uruguayo y solo se perdió tres partidos de la Copa Libertadores: uno por una distensión y otros dos por precaución. Se habló de mejores o peores rendimientos, pero nunca se lo cuestionó por su edad, lo que es todo mérito suyo. Fue campeón y terminó brindando una de sus mejores expresiones justo en la final ante Plaza Colonia donde se cargó el equipo al hombro y se pareció más al futbolista que Peñarol fue a buscar hace un año. En el Torneo Apertura, encontró su mejor socio en Luis Aguiar. Entre ellos, pasaba la generación de juego y las mejores acciones del equipo. En el Clausura, con el "Canario" relegado al banco de suplentes, encontró a su mejor aliado en Miguel Murillo, un delantero que iba a permanente al choque, le sacaba marcas y lo dejaba de frente al arco.
LO MALO. Casi nadie lo entendió.
De entrada nomás quedó en evidencia que Diego Forlán jugaba a otra cosa bien distinta a la mayoría de sus compañeros. Pasaba la pelota a un solo toque, se desmarcaba, pero no siempre le devolvían el balón con la misma sencillez que él la entregaba. El nerviosismo y la ansiedad por conseguir resultados aceleraban al equipo y lo hacían jugar apurado y sin orden. En ese contexto, a "Cachavacha" se lo vio más de una vez enojado en el terreno de juego. Probaron de todo: rodearlo con jugadores de buen pie, poner un mediocampo más aguerrido, agregar hombres rápidos por las dos bandas e incluso lo cambiaron de posición, pero nunca terminó de encontrarse cómodo en el campo. Luis Aguiar en el Torneo Apertura, Tomás Costa al inicio de la segunda rueda y ratos de Maximiliano Rodríguez y Federico Valverde en el Torneo Clausura, fueron los que más le sacaron provecho a la claridad del 10 para generar juego en el ataque aurinegro.
FOTOGALERÍAÁNGEL ASTEGGIANTE