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La alegría máxima en casa

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¡Qué cuadro! Álvez, Luzardo, Molina, Cáceres, Martinez, Alagüich (parados); Vargas, Barrios, Paz, Roo y Viera (abajo). Foto: Archivo El País.
Archivo El Pais

En 1979, la Celeste ganó por única vez un Sudamericano en Uruguay.

El año 1979 significó para la Celeste la sexta coronación, y penúltima hasta el momento, en los Sudamericanos. Sin embargo, aquella tuvo un significado especial: fue la única ganada en Uruguay. El equipo dirigido por Raúl Bentancor, que venía de ser campeón en las dos ediciones anteriores, fue el organizador del certamen y se quedó con el mismo de punta a punta. Fue campeón invicto ganando cinco de seis encuentros y logrando una mancomunión extraordinaria con los hinchas.

"Hay que contextualizar los hechos un poco para entender cómo se dio todo. El Sudamericano se jugó después de una frustrada actuación de la selección mayor, que no pudo concurrir al Mundial de Argentina 1978, y además en época de dictadura. De alguna manera el pueblo deportivo estaba necesitando un torneo y un equipo con el cual identificarse y lo consiguió con uno que corría, metía y era muy solidario", cuenta Roberto Roo, talentoso volante de aquella selección.

La Celeste integró el Grupo A junto a Argentina, Ecuador y Perú y clasificó a la instancia final con seis unidades producto de tres triunfos (en esta época se otorgaban dos puntos por victoria).

"Teníamos un muy buen cuadro y además contábamos con el mismo entrenador y dos jugadores, Fernando Álvez y Ruben Paz, que habían sido campeones dos años antes. Había unos cuantos futbolistas con una buena experiencia. En mi caso, ya tenía tres años en Primera, porque había debutado a los 15 en Danubio. Incluso ya había jugado por la Copa Libertadores", recuerda Roo.

El torneo era un éxito y Uruguay iba viento en popa hacia un nuevo título. La planificación que había hecho el plantel estaba dando sus frutos. "Entrenábamos en los canteros de Avenida Italia y hacíamos fútbol en las cancha del Complejo Militar, ahí en Bulevar Artigas y Garibaldi. ¡Hicimos un sacrificio muy grande! De hecho, estuvimos concentrados un mes de corrido en Los Aromos sin salir de ahí. Nuestros familiares nos iban a visitar", agrega.

En la fase final, la Celeste apretó el acelerador a fondo y siguió sumando grandes resultados ante un Estadio Centenario que partido a partido agotaba las entradas. Debió jugar contra el seleccionado albiceleste y Paraguay y Brasil, que habían clasificado por la otra zona. "El equipo fue de menos a más. Nos enfrentamos dos veces con la Argentina de Diego Maradona y Ramón Díaz, que terminó siendo campeón del mundo unos meses después. Les habíamos ganado 1-0 en la zona de grupos y después igualamos sin goles. Fue el único partido en el que dejamos puntos", recuerda.

Uruguay volvió a subir a los más alto por sexta vez en su historia. Fue el puntapié inicial para la carrera de muchos chicos que más tarde siguieron vinculados a los éxitos. "Han cambiado mucho los tiempos. Nosotros jugábamos por la gloria. No queríamos clasificar, queríamos ser campeones porque lo sentíamos como una obligación y no por ser locales, sino porque las anteriores selecciones lo venían consiguiendo así y para nosotros era una exigencia".

Doce gritos en el Centenario

El máximo escenario futbolístico de nuestro país vibró con aquella selección juvenil que ganaba, gustaba y goleaba. En seis encuentros disputados, el equipo dirigido por Bentancor anotó doce goles. Arsenio Luzardo fue el máximo artillero del equipo con cuatro conquistas. Detrás de él siguieron Ruben Paz, Roberto Roo y Ricardo Viera con dos cada uno. Daniel Martínez y Ernesto Vargas anotaron en una oportunidad.

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¡Qué cuadro! Álvez, Luzardo, Molina, Cáceres, Martinez, Alagüich (parados); Vargas, Barrios, Paz, Roo y Viera (abajo). Foto: Archivo El País.

SELECCIÓN SUB 20Á. ASTEGGIANTE / W. VIOLA

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