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La tridimensión de Uruguay

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Óscar Washington Tabárez. Foto: Archivo El País
Lavandeira jr

La selección celeste, que dirige el maestro Óscar Tabárez, pasa por tres transiciones y en dos de ellas está saliendo adelante.

Los protagonistas del fútbol suelen decir que de las derrotas —además de los triunfos, claro— también se aprende; es decir, que si se procesan en forma adecuada, dejan enseñanzas.

Pues bien, ésta de Uruguay ante Ecuador en Quito por las Eliminatorias Sudamericanas no habrá sido "la que descubrió la pólvora" en ese sentido, pero queda la sensación de que se produjo en un momento y en el marco de determinadas circunstancias que, al menos, permiten hacer algunas reflexiones y, si acaso, pasar raya. En varios planos.

Por ejemplo, pasada la tercera fecha de las Eliminatorias para el Mundial de Rusia 2018, cuando quedaron atrás los dos partidos que Uruguay debe jugar en forma cuatrienal en las dos ciudades de altura máxima del continente, y con el encuentro con Chile por delante, surgen ciertas reflexiones, que están más allá de un resultado que, de no ser porque un remate de Cavani fue devuelto por un caño de uno de los arcos del estadio Atahualpa, tal vez —sólo eso— pudo haber sido empate; y en ese aspecto, entonces, parece claro que "la Celeste" está en un período de transición triple: de corto, mediano y largo plazo.

En lo que hace a la transición al futuro inmediato, resulta hasta obvio que, con la vista puesta en el partido con Chile y tras la derrota ante Ecuador, hay que dar vuelta la página: una cosa es jugar contra los ecuatorianos a 2.800 metros de altura, y otra muy diferente es hacerlo frente a Chile en el Centenario, incluso con todo lo que hay de por medio —aunque desde el seno de la selección se lo encasille como algo mediático— entre celestes y chilenos después de lo que ocurrió en el cotejo que disputaron en Santiago por la Copa América.

En una palabra, ahora vendrá otra integración, o la misma pero con diferente figura táctica, seguramente con Arévalo Ríos y Álvaro González jugando en "doble 5", algo , que no sucedió en el Atahualpa, donde el "Cacha" fue el eje central de la contención en el mediocampo, donde el "Tata" y Lodeiro jugaron a sus costados y un poco más adelantados, y de ahí hacia el frente con un segundo punta fijo, que abra el frente de llegada, y Cavani más cerca del arco contrario. En ese rubro, por ejemplo, la experiencia de Sánchez y Lodeiro cumpliendo roles más afines a los que desempeñan habitualmente en River y Boca, no pareció mala; al contrario: los dos armaron jugadas profundas, de gol, que si no tuvieron mayor incidencia en el resultado fue porque no se capitalizaron o lo impidió un caño.

En lo que respecta al mediano plazo, la realidad indica que la selección empezó las Eliminatorias en una transición, inocultable y, por lo tanto, innegable: esperando a Suárez; y, en parte, también a Cavani. Desde adentro de "la Celeste" nadie se quedó en los lamentos por esa falta, al revés: se trabajó en el armado de un equipo que la supliera y, si era posible, no la añorara, hasta lo lamentara; y la tabla de posiciones establece que el saldo ha sido favorable. Fundamentalmente con jugadas de pelota quieta y la clásica potencia y capacidad para primar en el juego aéreo, Uruguay salió adelante: tiene seis puntos sobre nueve y ganó en La Paz, donde nunca antes había podido hacerlo.

A su vez, en el mismo nivel, hay otro saldo parcial —y no tanto— para el balance: los celestes no sólo dejaron atrás los dos partidos de altura; incluso con proyección hacia el futuro, es claro que el cuerpo técnico y médico le encontraron la vuelta —científica y futbolísticamente— en esa circunstancias, y en eso el partido con Ecuador fue una prueba clara: ante un rival más poderoso que Bolivia, Uruguay dejó todo en la cancha, haciendo un esfuerzo titánico, pero no en forma casi dramática. Al contrario: el propio periodismo ecuatoriano, como el diario "El Comercio" de Quito, destacó que "Ecuador ganó por su contundencia"; y más aún: que "Uruguay dio batalla".

Por último, la transición más larga, y "pesada": ya después de la Copa América 2011 se avizoraba que la selección iba a entrar —sino había entrado— en un proceso de recambio natural e inevitable, que para algunos Tabárez fue retardando, pero lo cierto es que el entrenador lo fue "piloteando", hasta que tras el Mundial 2014 lo llevó a cabo.

Pues bien, hoy la selección con Giménez, Godín y Coates, además de Muslera, tiene una "batería" en la zaga que es tan sólida como la de Lugano, Godín y Scotti, con el plus de que tiene más "tiempo útil" por delante; y, cuando vuelva Suárez, tendrá una dupla ofensiva más letal, madura, respetada, y hasta temida por los rivales, que la que el "Pistolero" y Cavani conformaban en el Mundial pasado.

Por ahí, resta asentar el trabajo y la composición del mediocampo, más que en la contención, para el armado; pero, en líneas generales, a esta altura queda la impresión de que la selección va saliendo de esta transición y, lo más importante: más allá de derrotas como la del jueves pasado.

De las tres dimensiones en fase de cambio, pues, la selección parece ir saliendo adelante en dos; globalmente, quizá, las más importantes: la del mediano y el largo plazo. Está pendiente esa otra que empezó luego del partido con Ecuador y termina con el del próximo martes.

Defensa a largo plazo.

A diferencia de lo que sucedió antes con Diego Lugano, Diego Godín y Andrés Scotti, Uruguay tiene en la actualidad una defensa que perfectamente puede jugar junta por varios años más. Es que José María Giménez tiene apenas 20 años, Sebastián Coates —de gran rendimiento contra Ecuador— 25 y Diego Godín, aún siendo el mayor y capitán del equipo, tiene 29; puede jugar sin problemas un lustro más.

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Óscar Washington Tabárez. Foto: Archivo El País

SelecciónJORGE SAVIA

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