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No podía faltar el Cole

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Símbolo. Desde 1990 el Cole acompaña a Colombia a donde quiera que vaya y ya es parte del fútbol de su país.
Mosc
MAURICIO MORENO/CEET

BRASIL 2019

El hincha más conocido de Colombia volvió a la tierra de su mejor Mundial

El Cole, el hincha más famoso de la Selección Colombia, corría apresurado por las calles de Belo Horizonte. El sudor le escurría por la cara. Una multitud lo perseguía y otra multitud lo atajaba. Faltaba menos de media hora para que empezara el primer partido de Colombia en el Mundial de Brasil 2014, contra Grecia, y el Cole estaba a cinco cuadras. No iba a llegar, no tenía por dónde pasar. En el estadio Mineirão lo preguntaban: “¿No vino el Cole a Brasil?”. Sí estaba, pero el tumulto no le permitía avanzar. Eran miles, todos hinchas de Colombia que habían inundado la ciudad con sus camisetas amarillas. Muchos ni siquiera iban a entrar a ver al partido, estaban ahí solo para hacer presencia. El certificado de esa masiva visita a Brasil, el Mundial más alegre que ha tenido Colombia, era una foto con el famoso Cole.

“Como se dice en Brasil, nosotros pusimos el ‘jogo bonito’ en ese mundial. Los resultados se nos dieron, papi, y armamos un rumbón. Ese mundial nos marcó, no joda”, dice hoy el Cole, recordando sus vivencias en Brasil, a donde llegó con su parafernalia: pelo amarillo, azul y rojo en cresta, antifaz tricolor, el traje de los mismos colores, las alas enormes, como para sobrevolar todo Brasil y ver desde la inmensidad la mancha amarilla de fanáticos.

El Cole, que ha acompañado a la Selección desde 1990 con su figura de Cóndor, fue testigo del gran movimiento de colombianos hace cinco años. Los vio llegar en bus, en moto o a pie. Los vio dormir en las calles, arropados con sus banderas. Los vio festejar y llorar de emoción con el segundo gol de James a Uruguay. Eran miles de desconocidos que parecían su familia.

A todo pulmón.

“Oh, gloria inmarcesible; oh, júbilo inmortal…”. La letra nació como un murmullo en un rincón del estadio Mineirão, en Belo Horizonte, pero empezó a crecer como un tornado por todo Brasil. El ritmo, entonado por el Cole a todo pulmón, y por miles de colombianos, atravesó Brasilia, surcó Cuiabá, hizo eco en Río y aterrizó en Fortaleza. “En surcos de dolores, el bien germina ya…”. Era el himno nacional, que cada hincha entonó con el corazón agitado, la piel erizada, los pelos de punta y la voz quebrada, mientras los 11 jugadores, con la mano en el pecho, se unieron al imponente estruendo que aún hace eco en Brasil.

El himno terminaba en los altoparlantes cuando jugaba Colombia, pero las gargantas no paraban. La pelota rodaba y ellos seguían gritando, con todo el fervor para que la Selección se sintiera como en casa. “¡Comprende, las palabras, del que murió en la cruz!”, finalizaban esos hinchas, subiendo el tono en cada sílaba. El sonido se apagó en cuartos, cuando a Colombia lo eliminó el local, pero ha resurgido para la Copa América.

“Hay situaciones en la vida que trascienden los sentimientos, mi hermano, y es escuchar el himno de Colombia fuera del país, eso desborda todas las sensaciones. Escucharlo y seguir cantando hasta terminarlo fue nuestra tradición. Eso hizo que nuestro corazón se hinchara de orgullo patrio, mi hermano”, relata hoy el Cole.

De vuelta.

La Copa América ya está en marcha y Colombia la empezó con ese gran triunfo 2-0 sobre Argentina. El Cole, con su atuendo de Cóndor, lidera una nueva mancha amarilla que atraviesa las fronteras. “Tengo una sensación sentimental de que en esta Copa en Brasil van a haber muchísimos colombianos que vamos a apoyar con la misma pasión, entrega y patriotismo, porque para el Cole, mi hermano, no existe diferencia entre un Mundial y una Copa América”.

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