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Es el espejo

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Foto: Francisco Flores
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Paraguay fue históricamente la piedra en el zapato de Uruguay.

Uruguay iba a jugar en Asunción por la primera rueda de las Eliminatorias para el Mundial de Alemania 2006 y Aníbal Ruiz preparaba el mate en el apartamento de la calle 1° de Mayo, donde el entonces entrenador de la selección de Paraguay vivía en la capital paraguaya.

Faltaban varios días para el partido y, dada la amistad que venía de muchos años, surgió la pregunta sin ánimo de investigar demasiado, sólo como una parte más de la charla; entonces, "Maño" miró y respondió: "¿Cómo le voy a jugar a Uruguay? ¡De Paraguay! ¿Cómo querés que le juegue? ¡De Paraguay! No hay otra; ¿qué querés que invente?, ¿Qué querés que cambie? ¡Es la forma cómo juegan los paraguayos!"

No sólo fue esa vez, cuando a los pocos días, con Uruguay jugando como si fuese local en el estadio "Defensores del Chaco" los celestes perdieron feo, por un 4 a 1 que hasta pudo haber sido más abultado, que Paraguay le "pegó duro" a los celestes, precisamente porque su estilo de fútbol es afín al fútbol uruguayo.

Defensas fuertes, recias, sólidas; mediocampos metedores, raspadores, sacrificados; y delanteras veloces, pujantes, de recorridos perpendiculares en dirección al arco contrario. Así han sido siempre los equipos —y sobre todo los representativos nacionales— paraguayos.

En pocas palabras, por estilo e idiosincrasia futbolística, los paraguayos han sido "hermanos de sangre", fundamentalmente por el temple, la rebeldía, lo que unos y otros dejan adentro de la cancha en pos del resultado.

No en vano, en los años más gloriosos de "la Celeste", por la fenomenal vigencia de la generación de los campeones olímpicos y mundiales, del "Mariscal" Nasazzi, José Leandro Andrade, el "Mago" Héctor Scarone, el "Vasco" Cea y el "Manco" Castro, Uruguay ganó por primera vez en el tercer partido que, en el marco de la disputa de la Copa América, jugó contra los paraguayos; y fue de local, en el Parque Central —según los datos de Willy Viola— con un 2 a 0 que recién pudo "cerrar" un gol de "Perucho" Petrone.

Es que Paraguay fue siempre para Uruguay, igual que los uruguayos para los brasileños, la piedra en el zapato. Lastimando, incluso, con heridas profundas, históricas (ver nota aparte) como aquel 5 a 0 terrible, lacerante, de 1957 en Puerto Sajonia, ahora llamado desde hace muchos años "Defensores del Chaco", que dejó a los celestes por primera vez afuera de un Mundial, algo tan impensado como humillante para una selección en la que aún sobrevivían algunos de los integrantes de los fabulosos cuadros de 1950 y 1954.

Todo por lo mismo: la similitud —no sólo futbolística— entre charrúas y guaraníes; lo que, en buen romance, se puede resumir de esta manera: en épocas donde no había tarjeta amarilla y menos aún televisión que repitiera las imágenes de las jugadas en primer plano, a los paraguayos era imposible llevárselos por delante en base a fuerza, a coraje; para ser sinceros, "meterles el gaucho", ganarles "de pesado".

Es cierto, según lo establece Willy Viola, Paraguay no le gana a Uruguay por la Copa América desde hace 68 años; también lo es que Uruguay lo eliminó en 1999, cuando el torneo continental se jugó en su propia casa; y ni qué hablar: los celestes vapulearon a este mismo rival de hoy en la final de 2011 en Buenos Aires.

Todo eso es por algo. Pero, por características, no por estadísticas, Paraguay siempre ha sido "la sombra negra" de Uruguay, como se les decía antes a los rivales a los que era muy difícil ganarles.

No tiene por qué ser distinto, pues, en La Serena esta tarde. Ni aunque ahora sirva el empate.

ALLÁ POR 1957...

Ellos cambiaron la "nuestra".

El 14 de julio de 1957, Paraguay no sólo le ganó a Uruguay por 5 a 0 y lo dejó afuera del Mundial de 1958: cambió para siempre el esquema táctico tradicional uruguayo. Es que, ante la derrota primó la idea de que la debacle se produjo porque, jugando con dos zagueros, una línea media formada por el "centrojás" y los dos laterales, y cinco delanteros, el fútbol uruguayo tenía "los libros atrasados". Nadie pensó que, con Ghiggia y Schiaffino jugando en Italia, varias figuras de 1950 y 1954 estaban desgastadas. Entonces, como al año siguiente Brasil salió campeón mundial por primera vez, patentando el 4-2-4, pasó como ahora, que se imita a los que ganan; y "la nuestra"dejó de ser el 2-3-5, para ser el 4-2-4, más brasileño que Pelé o una "scola do samba".

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Foto: Francisco Flores

COPA AMÉRICAJORGE SAVIA / LA SERENA

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