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Roberto Izuibejeres dejó su marca roja

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Foto: Archivo El País

BÁSQUETBOL

Toda su vida estuvo vinculada a Trouville y se transformó en un ícono del club.

Desde hace ya medio siglo que la familia Izuibejeres está relacionada con el club Trouville. Es que Roberto fue jugador de formativas en un club con cancha abierta, piso de tosca y marcador de puntos a mano.

Fue partícipe de la recordada final con Peñarol en la desaparecida cancha de Hebraica Macabi. Luciendo la número 5, entró en el segundo tiempo y con un certero tiro de media distancia pegado a la raya final empató un partido que se definió en un segundo que duró una eternidad. Para ese entonces, el plantel que integraba el “Chino” fue testigo del techado de la vieja cancha de Chucarro 1031. Roberto ya comenzaba a ser parte de la historia del club.

Luego de retirado de las canchas fue activo dirigente del club, hizo la mesa en más de una oportunidad, fue técnico, siguió paso a paso la carrera de sus dos hijos (Matías y Joaquín), campeones juveniles a finales de los 90.

Tuvo tiempos de los malos con Trouville en el viejo Federal y en la antigua Segunda de Ascenso, división que abandonó en 1995 ya con el “Chino” como presidente de la institución.

Fue quien revolucionó a un barrio en 2002 con la contratación de Paolo Quinteros, que junto a Matías, Joaquín y un gran plantel tuvieron una sensacional campaña en el Federal de ese año. Fue campeón de la Liga con Joaquín luciendo la 5, el 3 de abril del 2006, máximo logro deportivo de Trouville en los últimos años a nivel deportivo.

En 2009 dejó la presidencia, pero siguió trabajando activamente en “su” club, que continuó creciendo. Hoy, en el coqueto gimnasio rojo la tribuna principal lleva su nombre. Se fue el “Chino”, se fue un gran tipo, un amigo. Dejó su marca, bien roja.

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