Publicidad

Carlos Cabezas: un campeón del mundo juega en Uruguay

Compartir esta noticia
cabezas
Gerardo Perez

NACIONAL DE BASQUETBOL

"Aquí el baloncesto es muy rústico: capaz que no hay tanto talento pero sí un corazón muy grande", dijo el base español, por cuyas venas corre sangre uruguaya.

Carlos Cabezas fue campeón del mundo con España en dos oportunidades e integra la llamada generación dorada del básquetbol español junto a jugadores como Marc Gasol y Juan Carlos Navarro. Por si fuera poco, el polideportivo de la ciudad de Marbella lleva su nombre y tiene una estrella en Bulevar de la fama de Puerto Banús, en esa misma ciudad.

Cabezas llegó a Uruguay para cumplir una especie de asignatura pendiente: jugar en el país de su padre. Es que por las venas del campeón del mundo corre sangre uruguaya. Su padre, Carlos como él, un exjugador de Neptuno, se fue a España a los 21 años junto a su familia y allí se quedó para siempre.

“Tuve una llamada de uno de los dirigentes de Nacional de básquet y como yo tenía ganas de seguir jugando porque me siento muy bien y creo que todavía tengo baloncesto, me hizo ilusión. Sobre todo por el proyecto que había. Y lo que empezó siendo una llamada amistosa se convirtió en realidad. Mi padre también influyó mucho. Era una de las cosas que me quedaba por cumplir en mi carrera. He podido cumplir muchos objetivos como profesional, pero esta era una bonita etapa que me faltaba”, comenzó contando Carlos mientras apuraba un café con leche en el hotel Regency Way, donde vive por ahora.

“Mi abuelo siempre me habló de Uruguay. Muchos cuentos de la liga y de los jugadores uruguayos. Capaz que hace cinco o seis años no se hubiera dado, pero en este momento de mi carrera y con la evolución que ha tenido el básquet uruguayo, con tres extranjeros por equipo, me hizo mucha ilusión; poner mi nombre acá y que Nacional pueda cumplir sus objetivos. Sería muy bonito poder jugar una final en el Antel Arena. Ese es el sueño de todos y también el mío ahora mismo”, siguió explicando con el gracejo propio de los andaluces.

A pesar de ser hijo y nieto de uruguayos, recién visitó Uruguay por primera vez hace dos años. “Lo que pasa es que mi padre estuvo muchos años sin venir y yo con mis épocas de básquet frenético, apenas tenía descanso. Y se van acumulando los años. Además, como mis abuelos y mis tíos estaban todos en España, se me hacía difícil. Vine de vacaciones por diez días porque estaba jugando en Argentina. Caí justo para ver una de las finales entre Malvín y Aguada, pude conocer un poco el paisito, ver a los amigos de mi papá y dónde se crió. Donde empezó un poco todo. Ya tuve presente al Uruguay y después se dio lo de Nacional”, relató y compartió su primera impresión sobre Uruguay.

Gracejo

“Es un país muy interesante, muy pasional en el deporte y con gente muy cariñosa. Eso lo sabía porque he conocido muchos uruguayos en la Costa del Sol. Me he sentido muy arropado, como en mi segunda casa, sobre todo en un momento que fue difícil para mí porque me lesioné. Es un país donde hay mucho por hacer y mejorar, pero con gente buena y muy apasionada por el deporte”, afirmó.

Quizás acá no hay tanta calidad, pero el básquet es siempre básquet. He jugado en diferentes países: en Rusia, Francia, Venezuela, Argentina y hay que saber adaptarse. Quizás es un básquet un poco más rústico, pero también hay buenos jugadores. Capaz que no hay tanto talento, pero si un corazón muy grande. Siempre quieren competir y ganarte. Sin ver a ninguna superestrella, a cualquier cancha que vas te quieren ganar. Y eso a mí me apasiona”, añadió.

Con 39 años recién cumplidos, reconoce que puede estar al fin de su carrera; que puede ser su último año, “pero conmigo nunca se sabe. Amo mucho el deporte. Por eso ahora voy año a año, porque lo que me queda lo quiero disfrutar. Si acabo con buenas sensaciones y habiendo cumplido los objetivos, sigo para adelante”.

LA LESIÓN. Nunca se había lesionado y tuvo la mala fortuna de hacerlo en Uruguay. Tuvo el neuroma de Morton, que consiste en el engrosamiento del tejido alrededor de uno de los nervios de los dedos de los pies. Y esto produce un dolor muy agudo. Por más que intentó varios tratamientos, e incluso jugó con el dolor, tuvo que operarse. Hoy, al mes de la cirugía, está al final de la recuperación. “Vine totalmente sano, incluso hice la pretemporada, pero poco a poco fui sintiendo esa molestia. Estuve tres semanas probando otros tratamientos para zafar de la cirugía, pero al final tuve que operarme y quiero agradecerle al doctor Julio López, que me ha ayudado mucho. Salió todo fantástico. Pero fue muy difícil, porque llegué a un sitio nuevo y me pasó esto. Intenté jugar con la molestia. Me expuse por ese ímpetu de querer ayudar al equipo y de zafar de la cirugía. Estando en Colombia, en la Liga Sudamericana, la frustración fue grande porque jugar con dolor es muy complicado, más esto de los nervios. Entonces decidí quitármelo. Y fue la mejor decisión. Ahora viene la parte linda del campeonato y quiero estar al 100% para el equipo”, explicó.

“Mi padre me acompañó desde el primer momento en Uruguay. Le hacía mucha ilusión verme jugar en su país. Vino por un mes, pero luego con lo de la lesión se quedó para acompañarme. Siempre hemos sido una familia muy unida. Todos, mis padres y mis abuelos, siempre estuvieron muy pendientes de mi carrera. Y para ellos fue un gran orgullo todo lo que conseguí: no lo digo yo, lo dicen ellos. Siempre estuve muy protegido, en los buenos momentos y también en los malos como este”.

Nació en Málaga, pero se crió en Marbella. Ambas ciudades de la hermosa Costa del Sol están separados por 60 kilómetros. “El corazón lo tengo dividido. Los periodistas en España a veces me dicen el marbellí, otras el malagueño. Siempre está esa broma de que no se sabe de dónde soy”.

La familia Cabezas se mudó a España porque su tío Hugo, que jugaba al fútbol, fue contratado por el Betis y se llevó a toda la familia. Y su hermano comenzó a jugar al básquet en la madre patria.

Arte
En el Regency Way. Por ahora vive allí y se recupera de la cirugía. Foto: Gerardo Pérez.

De niño Carlos jugó a todos los deportes, pero la figura de su padre, quien también fue un gran basquetbolista, influyó para que optara por la pelota naranja. “Nos pasábamos horas tirando con mi padre. Tenía un técnico en mi casa. Y hoy en día también lo tengo. Él es entrenador superior y su pasión siempre ha sido la canasta. No siempre me ha hablado como un padre, sino también como un entrenador. Y siempre le he hecho mucho caso. Eso ha sido positivo en muchas cosas de mi carrera. Aunque alguna vez hemos discutido, como es normal”.

JUNIORS. A pesar de la cantidad de títulos que ha conseguido durante su carrera, se queda con el Mundial Junior que ganó con España en Portugal. “Hay varios momentos, pero para nuestra generación el más importante fue cuando ganamos el Campeonato del Mundo Junior, porque fue cuando dimos el salto. Estábamos dejando de ser niños para ser adultos. Teníamos todos entre 17 y 18 años y fue la primera vez que en un partido televisado para España se le ganó a Estados Unidos. Fue un momento importantísimo para cada uno de nosotros. Ahí nos convertimos en profesiones. Gasol y Navarro se fueron al Barca, Felipe Reyes al Estudiantes, yo y dos compañeros más al Unicaja. Después, obviamente, la culminación de todo fue en el 2006, cuando fuimos campeones absolutos. Y de esa generación junior coincidimos siete en la selección absoluta cuando ganamos el Mundial en Japón. Esos dos momentos fueron los más importantes, además del título de Liga con Unicaja, cuando eliminamos al Real Madrid. Todo nos pasó muy rápido: ya desde jovencitos ganando cosas importantes para nuestros clubes y para España. Apenas terminaba una cosa, comenzaba otra. Recién ahora estoy empezando a asimilar todo lo que he vivido”.

Ser campeón del mundo a los 18 años no es para cualquiera. Pero la generación dorada pudo mantener los pies en la tierra. “En España las canteras trabajan muy bien ya desde el mini básquet. Ahí comienza la formación. Yo a los cuatro años ya estaba botando la pelota en casa, pero a los seis o siete años empecé en el club. Y vas adquiriendo disciplina para todo: educación, respeto por el compañero, el horario. Ya desde ese momento te van haciendo jugador”, contó.

“En esa generación dorada, como le llamaban, éramos rivales a morir en nuestros clubes. Cuando jugaban Unicaja-Barca que casi siempre era la final. O Real Madrid-Barca y tal. Pero en verano nos juntábamos porque había un campeonato de Europa o un Mundial y esos doce jugadores éramos como hermanos. Es la grandeza que tiene el deporte y lo bonito que es: poder pasar de querer ganarles a ser grandes compañeros. Teníamos una química muy especial. Éramos rivales eternos, pero a la vez amigos. Teníamos una gran unión, más allá del talento de cada uno. Pasa acá en Uruguay también. El otro día vimos enfrentarse a Luis Suárez y a Messi que son íntimos amigos”.

Carlos

EL EMPRESARIO. Carlos tiene una vida paralela al básquetbol. Es empresario hotelero y también tiene una fábrica de cerveza artesanal. “Pertenezco a la empresa Málaga Premium. Hace cinco años que comenzamos con un hostel premium y hemos estado creciendo. Quizás porque Málaga está en un momento de mucho crecimiento cultural y social. Se ha evolucionado mucho. Hoy es una de las ciudades con más turismo de toda España y lo hemos sabido aprovechar”, contó sobre el grupo formado mayoritariamente por amigos personales. “En mi caso no era solamente el dinero, sino que contaron conmigo desde el principio porque yo representaba un poco a Málaga y al deporte. Era la imagen. No lo pensé mucho y ya vamos con dos hoteles y una fábrica de cerveza que se llama ‘La Fábrica’. Allí tenemos un local de mil metros, donde se elabora la cerveza, pero que también se ha convertido en un lugar de ocio y diversión, con música en directo. Es en el Soho de Málaga, uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad. Y justo ahora, Antonio Banderas ha inaugurado su teatro a dos cuadras. Estoy muy contento”.

NBA. Llegar a la NBA fue la gran asignatura que quedó pendiente en la carrera de Cabezas. “Estuve a punto de ir a los Orlando Magic. Fue el año en que decidí dejar a Unicaja Málaga, tenía 26 o 27 años, una edad muy importante. Y tenía dos ofertas muy buenas a nivel económico: una de Italia y otra de Rusia. Vinieron de Orlando a reunirse conmigo a Málaga; en ese momento Gasol ya estaba jugando en Estados Unidos. Se había abierto el mercado y se estaban fijando en los jugadores europeos. Era cumplir un sueño para mí, porque la NBA es lo máximo para un jugador de baloncesto. Lo que tiró todo abajo fue que no me daban un contrato garantizado, al menos en el primer año. Me pagaban el mínimo y en Europa ganaba mucho más. Por eso me fui con los rusos, con un contrato garantizado de dos años. Influyó mucho Sergio Scarilo, que me había dirigido en Málaga varios años y era el técnico del Khimki ruso. Pensé que lo de la NBA se iba a dar más adelante. Incluso estuve dos veranos haciendo ‘workout’ y viajé a Nueva York y a Memphis para entrenar con ellos, pero no se dio. A veces el tren pasa solo una vez. De todos modos, no me puedo quejar. Jugar finales mundiales y de Europa y ganarlas fue algo muy bonito, que me quedará para siempre”.

Aún no ha decidido su futuro porque se sigue sintiendo jugador. Tiene claro, sin embargo, que no le gustaría ser entrenador. “Es una pregunta que me vengo haciendo, pero como estoy todavía disfrutando mucho como jugador de básquet y pienso como jugador, aún no lo sé. Aunque mi cabeza ya va pensando otras cosas. Por eso ya estoy metido en empresas invirtiendo mi dinero. Para que después el impacto no sea tan grande cuando deje de jugar. Tengo amigos y compañeros que terminan de jugar y les pasa de preguntarse qué hacer más allá de la carrera que hayan tenido. Por eso yo ya me estoy preocupando. Creo que estos años ya me han venido un poco de regalo. Tengo 39 años y la mayoría de los compañeros de mi generación ya se han retirado. Quedamos Gasol, Felipe Reyes y yo nada más. Aunque es verdad que acá en Uruguay hay jugadores cerca de los 40 años que siguen, como Leandro (García Morales), Mazzarino o Bavosi. En Europa también está pasando que si estás bien puedes seguir jugando. Creo que es muy bueno para los entrenadores y también para los jóvenes, que tienen un espejo, un foco donde mirarse. Y es un poco lo que yo estoy haciendo en estos últimos años, ayudar al base que juega conmigo, darle consejos a los más jóvenes”, afirmó.

“Entrenador no quiero ser, al menos de momento. Me gusta mucho enseñar. Vengo haciendo campus para niños y jóvenes en academias que llevan mi nombre, tanto en Marbella como en Palma de Mallorca y Tenerife. Para niños de entre 7 y 15 años y después hacer algo de tecnificación con jóvenes de 17. Esa edad en que te conviertes en profesional. Hay muchos chicos que a esa edad están un poco perdidos, que no saben qué hacer. Si seguir o no porque es un salto muy grande. Ya lo hago en el polideportivo Carlos Cabezas que lo puedo usar para hacer clínicas. Me gusta por ahí, lo de empresario lo voy a tener siempre, porque ya lo tengo. Me gustaría seguir vinculado al deporte, aunque un poco más a la sombra. Por suerte no tengo que ponerme a trabajar apenas deje de jugar, porque tengo un colchón importante detrás. Cuando termine esta vida frenética de partidos y viajes, decidiré”.

fútbol

Fue al clásico y ya se metió en la definición

Aprovechó que no viajó con Nacional a un partido de la Liga Sudamericana por su lesión para ver el clásico de fútbol. “Quería vivirlo para ver como era. El partido no fue nada del otro mundo, pero el ambiente y la atmósfera espectacular. Obvio que yo iba por Nacional”, dijo quien en su patria es hincha del Málaga y simpatizante de Barcelona. “Sobre todo por su cantera, por lo que sale de la Masia. Pero no soy antimadridista. Estoy muy metido allá en la Liga y ahora acá también”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Nacionalbasquetbol

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad