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Leyenda de un ganador

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Arturo Piñeyro tras el reconocimiento en el Ramírez 2016. Foto: Víctor Rodríguez.
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Arturo Piñeyro, un maestro del turf que todavía tiene la estampa de jockey.

Con 83 años, sale todos los días de su casa a realizar una caminata de poco más de un kilómetro y a la par realiza ejercicios físicos. Almuerza abundante, sano y nutritivo, pero solo una vez al día "como lo hacía antes" en su momento de esplendor.

Su peso es el mismo que en las épocas de gloria en las que se aburrió de ganar en Uruguay, Brasil y Argentina. "53 (kilogramos), para los que son cabaleros", dice sin apartarse de sus raíces, citando casi sin percibirlo el juego de azar que reina en el "deporte de los reyes" en el que brilló primero como jockey, y ya consagrado, como cuidador y docente formador de grandes pilotos.

Pero la vida de don Arturo Piñeyro, leyenda viviente del turf sudamericano, no ha estado exenta de obstáculos. Una afección lo alejó de la monta y tuvo que esperar más de veinte años para volver a competir. Cuando lo hizo, no sin antes tener que bajar treinta kilogramos de peso, expuso a la edad de 40 sus más afinados dotes y cosechó épicos triunfos.

El pasado 6 de enero fue aclamado por la multitud que concurrió al GP José Pedro Ramírez, cuando junto a otros cuatro caracterizados jockey fue objeto de un homenaje.

Piñeyro, nació en Durazno, pero a los doce años se trasladó junto a sus padres a Montevideo, afincándose enseguida en Maroñas, persiguiendo el sueño de su familia, detrás de los "pura sangre".

"Siempre fui modesto, sincero y nunca me creí mejor que nadie", dice el deportista, que tuvo como maestro a Irineo Leguisamo, a quien conoció, compartió vivencias y contra quien compitió en varias ocasiones.

"Me ganó y le gané también; tengo un par de fotos con él; es un recuerdo inolvidable, un tipo que no hablaba nada, pero a mí como era un chiquilín me explicaba y así fui aprendiendo", señala.

A los 13 años hizo su debut y a los 14 corrió en el hipódromo de Las Piedras. "Me llevó Valentín Vera, Serranita se llamaba la yegua y ahí ganamos", señala con lucidez.

Adversidad.

Pero la trayectoria deportiva quedó trunca por dos décadas a causa de una enfermedad que le afectó el físico. "Dejé de correr el 19 de Julio de 50, tenía 17 años, había corrido tres años y medio, era mi campaña, había empezado en noviembre del 46 y ahí estuve 23 años parado; volví a los 40 porque había engordado y no podía rebajar; pesaba casi 80 kilos, bajé a 53, que es lo que peso hoy".

"No sabía si podía volver, aparte tenía 15 caballos para cuidar, yo siempre tuve muchos caballos como entrenador, pero yo quería correr hasta que pedí el permiso y me lo dieron por un mes aunque no me lo querían dar. Yo les dije que dejé de correr por enfermedad, no por mala conducta, al mes fui a renovar y me dijeron ojalá tengamos tres Piñeyro y ahí seguí", comenta.

A su retorno, Piñeyro ganó en Pelotas, Brasil, el Gran Premio Princesa do Sul, obtuvo la polla de potrillos en Maroñas dos años después con "Legendario" y el Presidente de la República en San Pablo. Siguió sumando triunfos en Maroñas, San Isidro (Argentina)

"No es por nada, pero fue espectacular, entré último a la recta, no pegué un fustazo y gané", señala el exjockey, que cobró fama por no utilizar, salvo excepciones, la fusta para obligar al animal a la llegada.

Tal actuación y forma de encarar el deporte, le valió la exclusiva invitación para correr el premio "Fustas de América" el que una vez más haciendo gala de extraordinario jinete, se adjudicó magistralmente el premio.

Hoy se dedica a su familia y amigos y concurre rara vez al hipódromo. "Lo veo por televisión", señala.

Arturo Piñeyro luego de la Polla de Portillos del '80. Foto: Archivo El País.
Arturo Piñeyro luego de la Polla de Portillos del '80. Foto: Archivo El País.
El eterno femenino de una imaginativa pintora
Arturo Piñeyro tras el reconocimiento en el Ramírez 2016. Foto: Víctor Rodríguez.

TURFVICTOR D. RODRÍGUEZ

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