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No hay nada que reprocharles

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Parece una paradoja que Uruguay tenga al mejor tenista latinoamericano pero esté en el fondo de la bolsa.

FERNANDO TETES

Acaso pueda reprochársele a Cuevas no haber estado en Lima, porque era muy cerca de Río, donde había ganado. Pudo haber llegado para la conferencia del miércoles, seguramente ganaba el viernes y el sábado, y hasta capaz que el domingo estaba camino a Indian Wells, donde comenzaba el jueves siguiente. Con ese triunfo nada posterior hubiera sucedido.

Pero en esta fecha, no protegida por la ATP ni la ITF, era natural que el nuevo 20 del mundo no viajara. En el resto, a un jugador que lo había perdido casi todo lo que había ganado o lo invirtió en su tozudez por sanarse, que estuvo medio año en total en muletas, que volvió de dos operaciones de una lesión de la que otros nunca pudieron volver y que está en su mejor momento tras haber perdido tres años de carrera por estar fuera de las canchas, nada puede reprochársele.

La historia podría tener más detalles, pero uno es fundamental: en Uruguay los tenistas se hacen solos, sin gran apoyo institucional, por tanto tampoco hay mucho para reclamarles, más que su disposición a integrarse a los equipos nacionales por voluntad propia.

Que no haya recambio capaz de dar opciones para ganarle a Perú en polvo de ladrillo o a Guatemala en cancha dura con pelotas sin presión, no es una cuestión personal de ningún jugador, ni tampoco hay que pedírsela. Es un tema más amplio que implica políticas de fomento, de crecimiento económico para su desarrollo y de inserción temprana en el mundo del tenis.

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